El 40% de los ictus o accidentes cerebrovasculares son evitables si se realiza una correcta prevención. Sin embargo, en los próximos años, la prevalencia irá al alza, una tasa que afecta a más hombres, pero mata a más mujeres. Junto con la hipertensión, un factor de riesgo independiente e importante que se debe corregir, figuran la diabetes, el consumo elevado de alcohol o el tabaquismo. Conocer los factores de riesgo modificables es crucial para prevenir estos episodios, que pueden ser mortales o suponer importantes secuelas, tanto por primera como por segunda vez. Así lo explica en esta entrevista Juan Carlos Martí, médico de familia de la Unidad de Gestión Clínica de Motril y coordinador nacional del Grupo de Trabajo de Ictus de la Sociedad Española de Médicos de Atención Primaria (SEMERGEN), que ha celebrado su congreso nacional recientemente en Oviedo.
Se calcula que en 2007, en todo el mundo, murieron 59 millones de personas, de las cuales un 10% padecieron un ictus. En España en 2009, el último año con información disponible, murieron por esta causa 31.157 personas. De ellas, cerca del 60% fueron mujeres. Hubo 116.575 episodios, lo que supone que cada día 320 personas sufrieron un suceso en España. No obstante, tenemos una tasa de mortalidad moderada-baja si se compara con la del resto de países occidentales.
Sí, sobre todo, en personas mayores de 55 y 60 años. En España, cada año la esperanza de vida es mayor. La edad es un factor de riesgo irreversible y, cuanta más edad se tiene, mayor es el riesgo de sufrir un episodio cerebrovascular.
No, es más habitual en los hombres, pero las mujeres fallecen más por ictus. Es la primera causa de mortalidad femenina, ya que ellas viven más tiempo. Sin embargo, afecta más a los hombres.
“Aunque el ictus es más habitual en los hombres, las mujeres fallecen más por su causa”
Al envejecer la población, se registra otro fenómeno natural, propio de la naturaleza humana: la arterioesclerosis o rigidez de las arterias. La arterioesclerosis afecta al corazón, las arterias y puede provocar un infarto agudo de miocardio o un infarto cerebral. Predispone a ser más frágil frente a determinadas enfermedades y eleva el riesgo de ictus. Otro factor de riesgo que influye es la hipertensión, mucho más frecuente en los ancianos que en los jóvenes, o las arritmias, etc.
En primer lugar, la hipertensión, que es un factor de riesgo modificable y que tiene más peso en la enfermedad cerebrovascular. Además, es independiente de los otros.
“La hipertensión es un factor de riesgo independiente de ictus”
Significa que no depende de otros factores de riesgo vasculares. Antes, tratábamos de forma aislada cada uno de ellos y planteábamos protocolos para tratar, por poner un ejemplo, el tabaquismo o la hipertensión por separado. Y ahora en un mismo programa de diabetes, si la persona fuma y sufre hipertensión, también se actúa sobre estos problemas. Es un concepto nuevo el hecho de que el riesgo vascular se derive de todos los factores de riesgo cardiovascular o cerebrovascular conocidos. Y el riesgo vascular final se convierte en algo sinérgico, es decir, superior a la suma de todos los factores de riesgo individuales. Sin embargo, en el caso de la presión arterial este es, per se, independiente.
Implica ser por sí solo importante y tratarlo de forma más agresiva, para lograr cifras de presión arterial que creemos que son las idóneas.
“Para prevenir un ictus hay que hacer ejercicio todos los días, evitar el sobrepeso, dejar de fumar y limitar el consumo de alcohol”
Alguien que sea diabético, según el estado actual del conocimiento, debe controlarse mejor y bajar los niveles de glucemia. La diabetes es uno de los factores de riesgo que hay que intentar evitar y controlar para prevenir el ataque. También se debe hacer ejercicio todos los días, al menos 30 minutos, abandonar el sedentarismo, evitar el sobrepeso y la obesidad, abandonar el hábito tabáquico y limitar el consumo de alcohol. En el varón son tolerables 30 gramos de alcohol al día (de manera preferente es mejor un vaso de vino al día, por el papel protector que tienen los tanatos) y en la mujer, solo 20 gramos al día.
En primer lugar, un alto coste sanitario, laboral, social y sociofamiliar y, sobre todo, un importante coste personal. Nadie puede imaginar el sufrimiento de una persona que queda con una secuela tan importante como una hemiplejia. Controlar los factores de riesgo puede evitar hasta el 40% de los sucesos.
“Ante una asimetría en los músculos de la cara, lenguaje incomprensible y menos fuerza en un brazo, hay que avisar al 112”
Se deben a la propia naturaleza humana. En ellos participan otros aspectos no modificables como la edad (a mayor edad, más predisposición), la etnia (son más frecuentes en personas de piel negra porque sufren más de hipertensión), la herencia genética y la predisposición heredada al tener unos progenitores con cifras de tensión altas, o el género (causa más fallecimientos en mujeres).
Ante cualquier sospecha, es importantísimo buscar ayuda cuanto antes, de forma inmediata. Esto quiere decir que, si vivimos cerca del hospital, no debemos esperar a la ambulancia. Hay que pedir ayuda a los equipos de emergencias. Se debe adquirir la conciencia de que tenemos un tiempo limitado para intervenir (cuatro horas y media como máximo, desde el inicio de los síntomas) con los tratamientos actuales, para evitar secuelas. Cuando el suceso ya está en curso, el objetivo es disminuir o evitar las secuelas. Por este motivo, cuanto más tiempo pasa entre el inicio de los síntomas y el inicio del tratamiento, más consecuencias hay. Hay que tener claros los signos por los que se debe acudir al hospital sin demora. Estos signos nos permiten hacer un diagnóstico de sospecha, nunca de certeza, ya que para obtener el diagnóstico último hay que realizar pruebas de imagen, como un TAC o una resonancia magnética.
Se le pide al enfermo que sople o que sonría y, si se observa una asimetría en los músculos de la cara (se le tuerce la boca, por ejemplo), esta es una señal o signo. Otro es la disartria o trastorno del lenguaje, que se caracteriza por el farfulleo y el lenguaje incomprensible. Y el tercero se hace evidente cuando se le pide que levante los dos brazos. Si se sufre un ictus en curso con repercusión motora, al paciente se le cae o tiene menos fuerza en el miembro afectado y no puede elevarlo por completo. Estos tres signos forman parte de la escala paramédica que se utiliza en EE.UU.
“Los ictus se pueden manifestar también como una sensación de mareo, dolor de cabeza muy intenso o como una ceguera momentánea”
Sí, pero para que la atención sea inmediata, lo más rápido es llamar al número de emergencias 112. Esta es la escala de Cincinatti, que tiene una gran especificidad y sensibilidad. Esto quiere decir que se escapan pocos casos y que estamos bastante seguros de que es un ictus. Otras veces, los accidentes cardiovasculares se manifiestan de otras formas, como una sensación de mareo, dolor de cabeza muy intenso o como una ceguera momentánea a la que no se le da importancia. Pues bien, esto es un motivo de consulta urgente porque puede haber una trombosis o una embolia detrás, que afecte a la retina; los ojos son la parte del cerebro “que se ve”.
Una persona sola debe marcar el 112 o el 061. Es lo más directo posible. Es muy probable que no pueda pedir ayuda de otro tipo.
Los servicios de teleasistencia son una de las mejores ideas que se han desarrollado, ya que solo con pulsar un botón, las personas que no distinguen bien los números, no están familiarizadas con ellos o no los recuerdan, tienen atención inmediata. Pero toda la población debería memorizar el número único de emergencias: 112.
La recurrencia o repetición de un segundo evento cardiovascular es muy frecuente. Para evitarlo, los afectados por un primer episodio deben reforzar aún más las medidas de prevención conocidas, como evitar el azúcar o no fumar ni un solo cigarrillo, entre otras. Además, salvo en los propiamente hemorrágicos, los accidentes cerebrovasculares que se deben a un trombo -que se desplaza a las arterias del cerebro y las obstruye- se pueden evitar con una medicación preventiva, basada en la administración de un fármaco anticoagulante o un antiagregante plaquetario, de los cuales, el ácido acetilsalicílico es el más barato y eficaz hasta ahora, informa Juan Carlos Martí.
En cuanto a los anticoagulantes orales, hasta ahora el único fármaco ha sido el acenocumarol (Sintrom®). Desde el 7 de noviembre está aprobado el uso de dabigatrán, un nuevo y distinto anticoagulante que no interfiere ni con otros medicamentos ni con la dieta y tampoco requiere los múltiples controles analíticos del Sintrom®. Además, aumenta un 35% más que este la protección frente al ictus. Tras este nuevo medicamento, se aprobarán otros de la misma familia en España. Ello supone la primera novedad en este campo en 60 años y parece que acenocumarol “pasará a mejor vida”, al menos, en un porcentaje apreciable de enfermos de alto riesgo, expone Martí.