La tuberculosis es tan antigua como deletérea. Durante años se ha tenido por una epidemia subyugada; pero el sida, los movimientos migratorios y la aparición de resistencias a los antibióticos suscitan de nuevo la alarma entre los profesionales de la salud pública.
La Sociedad Española de Neumología y Cirugía Torácica (SEPAR) ha decidido declarar 2008 como el «Año de la tuberculosis y la cooperación». Para Julio Ancochea, presidente de la SEPAR, «la tuberculosis es la enfermedad de la injusticia, y luchar por la mejora de las condiciones socio-económicas de la población de riesgo es un factor esencial en la lucha contra esta infección». Además de poner en marcha varios estudios epidemiológicos sobre la situación de la tuberculosis en España y editar un libro blanco, la SEPAR destina el 0,7% de sus ingresos por la celebración del congreso anual a una actividad de cooperación en beneficio de los más desprotegidos.
Pobreza obliga
Una edición de la revista «The Lancet» del año 1930 atestigua que la incidencia de tuberculosis en la Barcelona de entonces era notoriamente mayor entre obreros inmigrantes, trabajadores portuarios o población indigente que entre burgueses o aristócratas. Un estudio reciente llevado a cabo también en Barcelona revela que se diagnostican cada año 500 nuevos casos de la enfermedad y que los inmigrantes más afectados son, por orden, los que tienen por país de origen a India, Paquistán, Bolivia, Marruecos, Perú y Ecuador.
España se sitúa en la novena plaza del viejo continente con una media de 18,3 casos de tuberculosis cada 100.000 habitantes
«La tuberculosis es una enfermedad social y su incidencia se relaciona estrechamente con el reparto de la riqueza (y la pobreza) en el mundo», confirma Ancochea. Si en Barcelona se cifró el año pasado un promedio de 30 casos de tuberculosis por cada 100.000 habitantes, en los barrios mejor conocidos por su pobreza, marginalidad y densidad de inmigrantes, Raval y Sant Adrià del Besòs, el promedio asciende a 80 casos por cada 100.000 habitantes. Los países con menor renta per cápita son también los que más tuberculosos albergan. Sólo 22 países capitalizan el 80% de los enfermos de tuberculosis, entre los que destacan India, China, Sudáfrica, Rusia y Brasil.
Sin embargo, son Swazilandia, Dijibouti, Namibia, Lesotho y Zimbaue los cinco países que encabezan la trágica lista de fallecimientos por tuberculosis. En estos, además, la elevada incidencia de tuberculosis se acompañada de una no menos elevada prevalencia de infección por VIH. Swazilandia es el país más mortal en tal sentido, con la esperanza de vida más baja del mundo (32 años).
Una enfermedad urbanita
Lo ocurrido en Barcelona es idéntico a lo detectado en otras ciudades europeas de enorme acogida de población inmigrante como París o Londres. Ambas capitales han visto, en sólo diez años, como la incidencia de tuberculosis en sus barrios más marginales ascendía del 20% al 80%. La tuberculosis se transmite por el aire y no cabe duda que la pobreza respira peor en las ciudades que en las áreas rurales. En Lima, por ejemplo, la incidencia anual de tuberculosis es de 192 casos por 100.000 habitantes; mientras que en todo Perú no llega a 108 casos.
En Río de Janeiro habitan 114 enfermos de tuberculosis por cada 100.000 habitantes, y en todo Brasil sólo se dan 48 casos. La incidencia de esta enfermedad neumológica en las ciudades siempre es mayor que en otras zonas geográficas y, en ocasiones, llega a duplicar o triplicar la incidencia global del país. Esto mismo se observa en diversas ciudades tanto europeas como norteamericanas. En París, sin ir más lejos, los tuberculosos cuadriplican su incidencia con respecto al total de Francia (40/100.000 frente a 10/100.000).
España, novena
Según un informe emitido por el Centro Europeo para la Prevención y Control de las Enfermedades, España, con una media de 18,3 casos de tuberculosis por cada 100.000 habitantes, se sitúa en la novena plaza del viejo continente, por detrás de Rumanía (126,9), Lituania (75,1), Letonia (58), Bulgaria (42), Estonia (34), Portugal (32,4), Polonia (22,5) y Hungría (18,8). Según datos del Centro Nacional de Epidemiología, en el 2007 se produjeron 5.795 nuevos casos de tuberculosis en todo el país, 56 casos menos que en el 2006.
Sin embargo, los expertos no respiran un ápice de optimismo, habida cuenta que una tercera parte de los casos no se notifican a pesar de tratarse de una enfermedad de declaración obligatoria nominal (EDO). La Organización Mundial de la Salud (OMS) da por hecho que en España la tuberculosis afecta a 25 de cada 100.000 habitantes. Por comunidades autónomas, la más afectada es Cataluña, con 1.343 casos, seguida de cerca por Andalucía (916), Madrid (783) y Valencia (580). Pero si, en vez de atender a los nuevos casos, basamos la incidencia en el número de diagnósticos objetivados por cada 100.000 habitantes, Ceuta andaría a la cabeza (con 55,9 casos por 100.000 habitantes), seguida de Melilla (20,78), Aragón (20,15) y Cataluña (19,09).
Advertencia de la OMS
Según la OMS, un tercio de la población mundial (más de 2.000 millones de personas) podría estar infectado en estos momentos por el bacilo de Koch, causante de la tuberculosis, por medio de un contagio ocurrido a lo largo de la vida. Afortunadamente, el sistema inmunitario humano es capaz de mantener a raya el bacilo en la gran mayoría de los casos, pero basta que dicho sistema se debilite (sida, inmunosupresión terapéutica o envejecimiento) para que aparezca la enfermedad. Según estadísticas de la OMS, es imputable a esta enfermedad el 98% de las muertes en los países más pobres del mundo. Actualmente, hay más enfermos de tuberculosis en el mundo de los que hayan existido jamás. Esta organización cifra en cerca de 9 millones las personas que cada año enferman de tuberculosis.
Para curar la tuberculosis hacen falta varios antibióticos y mucho tiempo. Por si fuera poco, luego están las resistencias. En España, en los últimos años, se han detectado cepas resistentes importadas por viajeros, cooperantes o inmigrantes procedentes, sobre todo, de la Europa del Este. Una tuberculosis es multirresistente cuando aparecen resistencias a los fármacos principales que se utilizan en el tratamiento, y se habla de tuberculosis “extremadamente resistente” cuando, además, se detectan resistencias a los fármacos de segunda línea (especialmente fluoroquinolonas).
En el 2000, la OMS creó el Comité Luz Verde con el propósito de incrementar la accesibilidad a las combinaciones de medicamentos de segunda línea que requieren pautas de tratamiento de un mínimo de 18 meses y que son mucho más caros, tóxicos y de peor tolerancia con el fin de combatir la tuberculosis multirresistente. Pero en los últimos años se han detectado resistencias incluso a estos tratamientos. Entre el 2% y el 5% de los casos detectados de multirresistencia corresponde a cepas “extremadamente multirresistentes”, lo que hace inútiles no sólo los esfuerzos de antibióticos de primera línea como isoniacida o rifampicina, sino también de las quinolonas y los antibióticos inyectables (amikacina, kanamicina y capreomicina).