Los habitantes de sociedades desarrolladas viven rodeados de tecnología: aparatos muy útiles como el teléfono móvil o las redes inalámbricas (wifi), que permiten estar conectados a Internet. Pero todo ello se acompaña de las ondas electromagnéticas que emiten y que, según algunos estudios, pueden incidir en la salud de algunas personas. La Unión Europea (UE) acaba de proponer que se prohíba el uso de móviles y redes inalámbricas en guarderías y colegios.
La noticia saltaba el pasado mes de mayo a los medios de comunicación de todo el mundo: la Organización Mundial de la Salud (OMS) reclasificaba la emisión de los móviles y la redefinía como «posible carcinogénico». Es probable que muchas personas se preguntaran la relación entre el uso indiscriminado de móvil y desarrollo de cáncer. No obstante, responder a esta cuestión no es sencillo, ya que incluso la misma OMS afirma que «no está claramente establecida esta asociación» y que «hay reducida evidencia de carcinogenicidad en humanos, pero suficiente en animales de experimentación».
Elisabeth Cardis, investigadora del Centro de Investigación en Epidemiología Ambiental, CREAL, en declaraciones a Eroski Consumer, explicaba que «hay estudios que indican un aumento del riesgo de cáncer con el uso del móvil, pero los datos no son suficientes para concluir de manera definitiva».
Algunos expertos creen que los afectados tienen un sistema inmunológico débil o que hay personas más sensibles a los campos electromagnéticos
A pesar de la poca claridad de las indicaciones de la OMS, la noticia abría el debate sobre la peligrosidad de vivir rodeados de ondas electromagnéticas. Cada vez más, preocupados por los efectos de estas señales sobre la salud, especialistas y usuarios reclaman más estudios científicos e implicación por parte de las administraciones públicas. Algunos de los realizados ofrecen datos preocupantes. En Suecia, las personas que sufren electrosensibilidad han pasado de ser el 0,63% de la población en el año 1995, al 9% en el año 2004. En Austria, el porcentaje ha subido del 1,5% en 1995 al 13,3% en 2003.
¿Qué es la electrosensibilidad?
La electrosensibilidad es un fenómeno (en sentido estricto, ya que no se puede hablar de enfermedad porque no está reconocida como tal en España) causado por la exposición continuada a campos electromagnéticos, que provoca síntomas como vómitos, dolor de cabeza, mareos, depresión, irritabilidad o pérdida de memoria a corto plazo. Algunos expertos creen que los afectados tienen un sistema inmunológico débil o que hay personas más sensibles a estos campos, formados por las radiaciones de la telefonía móvil, del wifi, las líneas de alta tensión y los electrodomésticos.
Este fenómeno, también conocido como electrohipersensibilidad (EHS), hipersensibilidad electromagnética o, más coloquialmente, como «alergia al wifi» (aunque no se deba solo a las ondas de los aparatos que nos permiten conectarse a la Red sin cables). Según los científicos suecos Örjan Hallberg y Gerd Oberfeld, dos de los investigadores independientes que han trabajado más en este campo, en el año 2017 la mitad de la población mundial podría sufrir esta dolencia.
Móviles, redes inalámbricas y niños
A pesar de que la OMS no considera que las señales electromagnéticas supongan un peligro para la salud de las personas, el Consejo de Europa ha elaborado un informe en el que alerta del uso de los teléfonos móviles y las redes inalámbricas por su potencial peligro para niños y bebés. Así lo asegura a raíz de una investigación de la Agencia Europea de Medio Ambiente (AEMA), organismo de la Unión Europea (UE), que afirma que la exposición a campos electromagnéticos sí supone un riesgo para la salud.
Según el Comité de Medio Ambiente, Agricultura y Asuntos Locales y Regionales de la UE, «hay indicios suficientes o niveles de evidencia científica de efectos biológicos nocivos, suficientes para invocar la aplicación del principio de precaución y de medidas eficaces, preventivas urgentes». De este modo, ha decidido proponer a los países de la UE que tomen medidas sobre el uso de móviles y redes inalámbricas, y una de ellas pasaría por prohibir ambos en guarderías y colegios.
Recientemente, el Parlamento vasco ha dado un paso para el reconocimiento de este problema de salud. Todos los grupos aprobaron una resolución en la que instan al Gobierno vasco a solicitar a la OMS que incluya la sensibilidad química múltiple (SQM) y la electrohipersensibilidad en el listado CIE (Clasificación Internacional de Enfermedades). También piden que ambas “se tengan en cuenta en las valoraciones para conseguir las adaptaciones laborales correspondientes, como la invalidez, la discapacidad o las ayudas a la dependencia. Asimismo, han solicitado que en los presupuestos de 2012 se reserve una partida para investigar las causas y los tratamientos.
A pesar de que en España aún no está reconocida como enfermedad, Minerva Palomar, que trabajaba como auxiliar de servicios en una universidad y vive en Madrid, se ha convertido este año en la primera mujer en España que recibe una pensión vitalicia por hipersensibilidad electromagnética. Empezó a sufrir los primeros síntomas en el año 1996. En un reportaje emitido por televisión, afirmaba que los altos niveles de radiación le hacen perder la memoria y que usa tecnología, pero adaptada a sus necesidades: se conecta a Internet por cable y usa un ordenador especial a distancia.