En pleno siglo XXI la esclavitud sigue siendo un problema por resolver. Según datos de la ONU y la Organización Internacional del Trabajo (OIT), más de 8,5 millones de niños y niñas viven esclavizados de una u otra forma en el mundo, bien trabajando en el campo o en las minas, como soldados, o siendo explotados sexualmente.
El Día Mundial contra el Trabajo Infantil, que se celebra hoy, está dedicado a la agricultura, el sector con mayor índice de trabajo infantil (casi el 70% del total mundial). Los niños son mano de obra barata, sumisa y silente. Se estima que unos 132 millones de niños de cinco a 14 años trabajan como jornaleros, una de las ocho peores formas de esclavitud infantil, según Save the Children.
La minería también se sitúa en los primeros puestos del ranking de esta ONG. Calcula que un millón de menores trabajan en minas y canteras de los países del sur. De ellos, 200.000 en África occidental, en explotaciones de oro y diamantes, las de mayor riesgo.
El trabajo forzoso para pagar deudas familiares es otra modalidad de esclavitud -sólo en la India 15 millones de chavales trabajan a cambio de nada-, al igual que el matrimonio forzado -100 millones de menores se casan antes de los 18 años, la gran mayoría por obligación-.
La esclavitud doméstica infantil también existe, aunque apenas se ve porque tiene lugar en el interior de las casas. Luego están también los niños y niñas soldado, unos 300.000. Su reclutamiento baja pero no cesa a pesar de los convenios internacionales.
La clasificación de peores formas de esclavitud de menores la cierran la trata infantil, robo o compraventa, que afecta cada año a 1,2 millones de niños y niñas y mueve 23.000 millones de euros; y la explotación sexual con fines comerciales. Más de 1,8 millones de menores son víctimas del turismo sexual y la pornografía infantil.