Ser mayor y tener una discapacidad son dos hándicaps a los que 2,2 millones de personas mayores de 64 años hacen frente en nuestro país. Sin embargo, lejos de ser motivo de compasión, ha de servir para la sensibilización y el acercamiento. Conocer su historia, su día a día, sus anhelos y esperanzas de futuro es un ejemplo para quienes todavía, de manera errónea, asocian la discapacidad con incapacidad.
Son algo más de dos millones de ilusiones. Las personas mayores con discapacidad conforman un grupo ávido de ganas de superación o, por lo menos, de mantener sus capacidades intactas. No pretenden ser ejemplo, pero lo consiguen con cada gesto cotidiano, que escribe una vida extraordinaria. De ellas, según la Encuesta de Discapacidad, Autonomía personal y situaciones de Dependencia (EDAD-2008), apenas alrededor de 270.000 residen en centros para mayores. Entre sus preocupaciones, el «Informe de la I+D+i sobre envejecimiento», elaborado por la Fundación General CSIC, destaca la discapacidad y la dependencia como factores determinantes en su calidad de vida.
Casi todas las personas tendremos, en algún momento de nuestra vida, una discapacidad transitoria o permanente
Oriol Alsina, gerente de la Federación Amigos de los Mayores, señala que «el aislamiento es uno de los males de la actualidad, pero también la reducción asistencial». La ayuda a las personas mayores es un recurso tan válido, que prescindir de él amputa uno de los pilares de apoyo. «El envejecimiento progresivo de la población es un hecho irreversible», prosigue Alsina. Sin embargo, apenas hay quejas. Las personas mayores se adaptan a las circunstancias y continúan.
Casi todas las personas tendremos, en algún momento de nuestra vida, una discapacidad transitoria o permanente. A menudo consideramos difícil que seamos nosotros los afectados. Pero la discapacidad no entiende de identidades, ni de edad. Pensar que solo las personas mayores o quienes han nacido con una discapacidad conforman el grupo de afectados es ver solo la punta del iceberg, con un riesgo alto de colisión.
Mayores con discapacidad intelectual
Hay diferentes discapacidades y, en función de estas y de las personas, distintos tipos de atención. En Pamplona, la Unidad Ocupacional de Envejecimiento prematuro para Personas con Discapacidad Intelectual abrió sus puertas hace cinco años para atender a quienes inician el proceso de envejecimiento. Es el único centro de estas características en nuestro país.
Gestionado por Tasubinsa, su objetivo es mantener la calidad de vida de los usuarios. Por ello, todas las actividades que se realizan en él se plantean para mantener las capacidades, no necesariamente para mejorarlas, puesto que el estado de envejecimiento no siempre lo permite.
Se llevan a cabo actividades físicas y ejercicios de memoria para mantener la psicomotricidad y se desarrollan ejercicios cotidianos, como hacer la cama, organizar la compra o planchar. Son intentos de combatir el alto grado de deterioro físico, psicológico y cognitivo, que si bien no se puede detener, «sí se puede prestar una mejor calidad de vida en el proceso de envejecimiento». «Esto les permite mantener durante un mayor tiempo su grado de autonomía personal», precisa Ana San Martín Aniz, directora del Área Social de Tasubinsa.
Trabajar en equipo
El trabajo en los centros supone un gran implicación de los profesionales, pero sobre todo, el esfuerzo parte de los usuarios. Compartir un mismo entorno, situación y objetivo crea una atmósfera especial. Crea equipo y ganas de esforzarse todos juntos por mantener su capacidad.
El fin es desarrollar y potenciar la autonomía funcional y social
En este caso, Tasubinsa atiende a personas a partir de 45 años, en quienes se intenta ralentizar el proceso de envejecimiento. No se detiene su tiempo, pero se hace lo posible porque no sea más rápido de lo normal. Ana San Martín Aniz explica que el fin es «desarrollar y potenciar la autonomía funcional y social, así como las capacidades cognitivas y motoras, entre otras».
La cotidianidad de la población general es su cotidianidad. Y así debe ser. Utilizan autobuses urbanos, se desenvuelven en estaciones de transportes o hacen la compra para prepararse el almuerzo. «Se trabaja para mantener las habilidades adquiridas durante su vida», añade Ana San Martín Aniz.
Atención personalizada
La Organización Mundial de la Salud (OMS) entiende la discapacidad como «un fenómeno complejo que limita la realización de una actividad dentro del margen de lo que se considera normal, y que refleja una interacción entre las características del organismo humano y las de la sociedad en la que vive». Así lo recuerda Catalina Hoffmann, presidenta y fundadora del Grupo Vitalia. Estos centros ponen a disposición de los mayores con discapacidad los servicios de todos sus profesionales, «que valoran y elaboran un plan de tratamiento personalizado a sus necesidades». Programan una intervención a partir de las dificultades físicas, cognitivas o afectivas del mayor.
En su caso, se atiende a personas mayores con discapacidades como consecuencia de demencias, parkinson, secuelas de accidentes cerebrovasculares, enfermedades cardiovasculares o pulmonares, entre otras. «Todas ellas, en mayor o menor medida, causan discapacidad en algún momento de la vida cotidiana del mayor, ya sea por dificultades físicas o cognitivas», relata Hoffman. Sin embargo, pese a todo, resalta la actitud de los mayores ante la discapacidad: «Nuestros mayores y sus familias comparten una filosofía de superación y, en la mayoría de los casos, ponen de su parte toda su motivación y esfuerzo para mantenerse activos«.
Es frecuente que las personas mayores sean dependientes por falta de actividad, pero sobre todo, por desconocimiento. «Por esa idea de ver la discapacidad como algo normal a lo que hay que acostumbrarse o resignarse», agrega Catalina Hoffman, pese a que se debe «aprovechar más de la vida, no menos». Conmemorar en 2012 el Año Europeo del Envejecimiento Activo y de la Solidaridad Intergeneracional saca del anonimato esta máxima. Porque nunca se deben minusvalorar la fuerza y la energía propias. Pero tampoco las ajenas. La madurez es una etapa vital para entender lo aprendido, para saber que las capacidades de las personas son diferentes y que ahí, precisamente, reside el valor de cada una.
“La discapacidad en los mayores se puede evitar”, subraya Catalina Hoffman. Y no es solo un deseo personal, sino una meta accesible. La prevención es el fundamento de esta realidad, que puede diluirse si carece del apoyo necesario. La ausencia de discapacidad y enfermedades es aliada de chequeos y valoraciones adecuadas, de planes de acción personalizados y del apoyo de la familia.
La ausencia de discapacidad y enfermedades es aliada de chequeos y valoraciones, planes de acción personalizados y el apoyo de la familia
El entorno es básico para mantener la calidad de vida. Por ello desde Vitalia se plantea también una intervención sobre él, con acciones de apoyo a los cuidadores, la valoración del domicilio o las denominadas Escuelas de Familia (formación para familiares y cuidadores). “Todo ello con el objetivo de favorecer la máxima independencia posible del mayor, lo que repercutirá en la mejora de su calidad de vida”, recalca Hoffman.
La familia es a menudo quien está más cerca de las personas mayores y quien presta el principal apoyo. Simboliza lo contrario a la soledad y supone la ayuda más altruista. Por ello, se debe facilitar la formación que requiere y atender sus necesidades, porque “las familias envejecen a la vez que nuestros usuarios”, recuerda Ana San Martín Aniz, y los recursos “son insuficientes”.