Hasta hace no demasiado tiempo, las mujeres con la pelvis muy estrecha tenían problemas durante el parto y muchas de ellas morían en su desarrollo. La posibilidad de dar a luz por cesárea ha generado, a lo largo de las últimas décadas, un cambio evolutivo en el cuerpo de las mujeres, ya que tienen hijos y les transmiten genes como los que determinan la anchura de las caderas. Este artículo ofrece detalles sobre la relación entre la cesárea, la reducción de la mortalidad materna y el aumento de partos de mujeres con pelvis angosta, además de otras influencias de esta técnica quirúrgica. También se refiere a la necesidad de que las cesáreas se realicen solo por motivos médicos y del modo más humanizado posible.
La cesárea y la reducción de la mortalidad materna
La ciencia y la tecnología han introducido innumerables modificaciones en el modo de vida de los seres humanos. Estas pequeñas o grandes variaciones de hábitos generan también cambios evolutivos de una manera tan lenta que resulta imperceptible en el devenir cotidiano, pero que es muy veloz en comparación con la velocidad con que esa clase de alteraciones se producen de forma natural.
Un ejemplo es el impacto de las cesáreas sobre la evolución del cuerpo de las mujeres. Durante casi toda la historia de la humanidad, la mayoría de las mujeres que tenían una pelvis demasiado estrecha para dar a luz de manera natural morían durante el parto, y junto con ellas, en muchos casos, también sus bebés. En el siglo XX, el desarrollo de las técnicas para intervenir con seguridad de forma quirúrjica redujo mucho la mortalidad materna y brindó la posibilidad de que esas mujeres tuvieran hijos sin que el tamaño de su pelvis represente hoy en día un riesgo para su vida.
Más partos de mujeres con pelvis estrecha, un cambio evolutivo
Dado que esas mujeres que antes morían en el parto ahora no solo no lo hacen, sino que además transmiten sus genes a su descendencia, la ecuación favorece que esta situación se reproduzca. Y los números lo confirman. Según un estudio reciente elaborado por científicos de Austria y Estados Unidos y publicado en la revista especializada Proceedings of the National Academy of Sciences, los nacimientos de bebés «demasiado grandes» para el tamaño del canal de parto de sus madres -es decir, que no habrían sobrevivido en cualquier época previa- eran unos 30 por cada mil, mientras que en la actualidad esa cifra asciende a 36.
«Las mujeres con una pelvis angosta no habrían sobrevivido hace cien años«, explica Philipp Mitteroecker, experto del Departamento de Biología Teorética de la Universidad de Viena y director de la investigación. «Ahora sí, y pasan sus genes que codifican información para una pelvis estrecha a sus hijas», asegura. Por ello, hay cada vez más mujeres con la cadera pequeña. Desde un punto de vista evolutivo, esto se debe a que ya no necesitan que sea de mayor tamaño para ser madres. Y por la misma razón hay niños más grandes: pueden nacer y vivir aunque su tamaño exceda el de la pelvis de sus madres.
Otras influencias de las cesáreas
Mitteroecker aclaró que la intención de su equipo no era efectuar una crítica contra las cesáreas, sino señalar el efecto evolutivo que ha tenido en unas pocas décadas. Otras consecuencias de estas intervenciones, no evolutivas pero sí relacionadas con situaciones antes inexistentes pero comunes en nuestra época, han sido señaladas por los especialistas.
Una de ellas es el sobrepeso y la obesidad. Según las conclusiones de una revisión de estudios científicos realizada en 2014 sobre una muestra de 38.000 personas de diez países distintos, el índice de masa corporal (IMC) de las personas nacidas por medio de una cesárea está, en promedio, medio punto por encima del IMC de quienes lo hicieron por parto natural. Pero las probabilidades de padecer sobrepeso u obesidad de los nacidos por cesárea es un 26% superior que las de las personas del segundo grupo.
Los motivos de esta asociación entre haber nacido por cesárea y tener mayor tendencia al sobrepeso en la adultez no han sido todavía determinados con claridad. Una posible explicación radica en el hecho de que «los nacidos por cesárea tienen una flora intestinal diferente de los nacidos por parto natural», como explica José Manuel Moreno Villares, médico del Hospital 12 de Octubre de Madrid y coordinador del Comité de Nutrición de la Asociación Española de Pediatría. Eso sucede debido al intercambio de microorganismos que se produce entre la madre y el bebé durante el parto, cuyas características difieren mucho en función de si el nacimiento se realiza por cesárea o por vía vaginal.
Gracias al desarrollo de la cesárea, la mortalidad de las mujeres y sus bebés durante el parto ha disminuido de manera notable. Además, esta técnica posibilita un parto sin dolor, menos traumatismo para el suelo pélvico de la madre y algunas otras ventajas. Sin embargo, las cesáreas también tienen sus riesgos y complicaciones, como posibles problemas en embarazos posteriores y secuelas psicológicas adversas.
Por ello, la Organización Mundial de la Salud recomienda que el número de cesáreas no supere el 15% del total. En España, esa cifra es rebasada por 10 puntos porcentuales: uno de cada cuatro partos es una cesárea. Por eso, organizaciones como El Parto es Nuestro reclaman que esta técnica se emplee solo “cuando son necesarias por motivos médicos”, como por ejemplo cuando las mujeres tienen la pelvis demasiado estrecha para el paso de su hijo.
Una iniciativa, por otra parte, que ha crecido mucho en los últimos años es la llamada cesárea humanizada o en familia. El objetivo es reproducir durante la cesárea lo más que se pueda las condiciones de un parto natural. Así, se procura que la madre esté acompañada por su pareja durante la intervención, que el proceso sea lento para que el bebé se adapte al mundo exterior de una forma menos abrupta, se promueve el contacto piel con piel entre la madre y el recién nacido y se retrasa el pinzamiento del cordón umbilical. De lo que se trata, en suma, es de que las cesáreas mantengan un impacto positivo, pero de reducir al máximo los riesgos innecesarios.