Ahora que el crédito hipotecario fluye de nuevo, puede que algunos bancos sientan la tentación de ofrecer otra vez las denominadas hipotecas con cuota creciente, unos productos muy atractivos a simple vista por lo bajas que son sus primeras cuotas. Sin embargo, este sistema de amortización es muy peligroso, dado que las mensualidades se encarecen de manera periódica y, al final, se termina abonando casi el doble que al principio. A continuación, repasaremos las características de este método de pago y veremos por qué es un sistema que conviene evitar en la mayoría de los casos.
Hipotecas con cuota creciente: cada año se paga más
Como su propio nombre lo indica, las hipotecas con cuota creciente se reembolsan mediante el pago de unas cuotas que cada año aumentan en un porcentaje determinado. De este modo, el cliente empieza abonando unas mensualidades relativamente bajas y, a medida que transcurre el plazo, el coste va subiendo hasta alcanzar un importe que puede llegar a doblar al original.
Estos préstamos se ofrecían hace unos años a los consumidores más jóvenes que no podían pagar mucho al principio y esperaban cobrar algo más de dinero al cabo de unos años. Sin embargo, en muchos casos se les ocultaron dos datos muy importantes: que las últimas mensualidades pueden ser muy elevadas y que el coste final de una hipoteca con cuota creciente es más alto que el de un préstamo con cuota constante.
Veamos con un ejemplo cuánto pagaríamos por una hipoteca de 150.000 euros a 35 años con un interés del 2,5 % y un sistema de cuota creciente con una progresión del 2 %:
- Las mensualidades del primer año serían de unos 395 euros.
- Las cuotas del último año subirían hasta unos 774 euros, casi el doble.
- En total, tendríamos que abonar casi 237.000 euros por la hipoteca.
En cambio, si esa misma hipoteca tuviera un sistema de amortización tradicional, pagaríamos una cuota de unos 536 euros al mes, pero, al final de la vida del contrato, habríamos abonado algo más de 225.000 euros.
Pagar menos al principio siempre sale caro a la larga
Como vemos visto, aunque ahorrarse un dinero en las primeras mensualidades puede ser ventajoso en según qué circunstancias, siempre hay que tener presente que, con un sistema de cuotas crecientes, a la larga siempre se acabará pagando más. Asimismo, las mensualidades serán más caras cada año, lo que puede suponer un problema si los ingresos de los titulares disminuyen o no aumentan como se había previsto en un principio.
Además, contratar una hipoteca con cuotas crecientes no es el único modo de pagar menos al principio. Hay otras maneras con las que poder reducir el importe de las primeras mensualidades:
- Con una carencia inicial. Si contratamos una hipoteca con carencia parcial, abonaremos solo intereses durante un periodo de tiempo determinado. En cambio, si optamos por la carencia total, no pagaremos nada en ese tiempo. Sin embargo, en ambos casos, las mensualidades posteriores serán más caras y, a la larga, el coste total de la hipoteca será más elevado.
- Con un balloon o capital diferido. Consiste en aplazar hasta el final el pago de una parte de la hipoteca (hasta un 30 %). De este modo, las cuotas son más bajas, aunque cuando se alcance el vencimiento del plazo, habrá que abonar una mensualidad muy elevada (en muchos casos se permite refinanciarla).
Ambos métodos cuentan con importantes inconvenientes: con el primero, se encarecen tanto las cuotas tras la carencia como el coste final de la hipoteca y, con el segundo, hay que abonar una mensualidad final que pocos consumidores se pueden permitir y que, en general, hay que refinanciar.
Por ello, lo recomendable, si nos lo podemos permitir, es optar por el método de amortización convencional, que es el más seguro y el que sale más barato a largo plazo. En caso de decantarnos por las otras alternativas, siempre debemos tener en mente cuánto habrá que pagar en cada momento y valorar si seremos capaces de hacer frente a las subidas de las cuotas.