La celebración más emblemática del amor deja muchas espinas para el medio ambiente. Producir esa rosa que regalamos requiere a veces la utilización de sistemas de fertilización y control de plagas con sustancias químicas tóxicas. En numerosos lugares se sobreexplotan recursos naturales como el agua y la energía, y las condiciones de la mano de obra empleada no siempre son las más éticas. Además, la tradición de enviar tarjetas de felicitación también tiene sus consecuencias medioambientales. San Valentín está lejos de ser un día verde, pero estamos a tiempo de cambiarlo.
Además de amor y pasión, San Valentín representa sobre todo un día de consumo. La costumbre de regalar rosas ha potenciado una industria, la de la floricultura, cuyo valor actual se estima en los 33.000 millones de dólares (unos 26.500 millones de euros). Otro dato: la conocida firma de tarjetas Hallmark vende para este día más de 140 millones de felicitaciones al año, el 14 % de los más de mil millones de tarjetas que envían los enamorados cada año.
La costumbre de regalar tarjetas en este día, con los símbolos del querubín y el corazón, no es precisamente de anteayer: comenzó a comercializarse en el mercado británico y estadounidense en el siglo XIX, y a mediados de ese siglo también se adquirió la costumbre de obsequiar rosas. Y esos dos siglos escribiendo tarjetas y regalando rosas para celebrar el día del amor tienen un alto precio en la sostenibilidad del planeta. Que millones de parejas en el planeta celebren su pasión intercambiando rosas rojas implica un grave impacto para el medio ambiente.
Una investigación de 2007, a cargo de la Universidad de Cranfield (Reino Unido), llegó a un sorprendente hallazgo que ilustra el coste ambiental de la flor cortada más popular de San Valentín: 12.000 rosas en Kenia generan 6.000 kilogramos de dióxido de carbono, mientras en un invernadero holandés la misma cantidad produce 35.000 kilos de CO2. ¿La razón? El cultivo en Holanda requiere de luz artificial.
La huella de San Valentín en el medio ambiente
Además de la contaminación de la Tierra y el suministro de agua por el uso de plaguicidas y químicos tóxicos como el bromuro de metilo (cinco veces más potente que el dióxido de carbono y destructivo para la capa de ozono), la tala de bosques para dar lugar a plantaciones y el transporte en camiones frigoríficos de los países cultivadores en Latinoamérica y África a los supermercados y tiendas de Estados Unidos y Europa desestabilizan el equilibrio natural.
El tallo de una sola flor necesita diez litros de agua dulce para alcanzar su tamaño deseable, algo que ha mermado en varias regiones la supervivencia de los humedales por el empleo intensivo del agua de regadío. Según la web especializada Flowerpetal, el cultivo de los cien millones de rosas que se regalan en EE.UU. el día de San Valentín emite nueve millones de kilogramos de CO2.
El precio de este día, por tanto, no acaba en el bolsillo. Los españoles, según una encuesta en 2017 de Bankinter Consumer Finance, se gastan una media de 63 euros en San Valentín. Los hombres desembolsan 65 euros, frente a los 59 euros de ellas, y los artículos más adquiridos corresponden a productos de lujo, flores y perfumería. El importe medio de los objetos de lujo que se obsequian y son pagados con tarjeta de crédito es de 106 euros por persona. La inversión en flores aumenta un 174 % respecto a la media del mes, con un importe medio que alcanza los 47 euros. Los hombres triplican su gasto, mientras que el realizado por las mujeres es del 47 %. En productos de cosmética, el desembolso aumenta un 57 %, y el importe medio, siempre según ese estudio, es de 54 euros por persona. El gasto con tarjetas en restaurantes, por último, aumenta un 42 % el 14 de febrero en comparación con un día similar de otro mes.
Más que rosas… ¡verde!
El Día de los Enamorados puede convertirse en la ocasión perfecta para poner en práctica hábitos respetuosos con nuestro entorno. Existen, de hecho, varias alternativas a las rosas rojas y las tarjetas convencionales.
Si te gusta la escritura, tienes varias opciones: puedes recurrir a materiales reciclables y biodegradables, hacer tú mismo una felicitación reutilizando tarjetas de otros años o echar mano del correo electrónico.
Si os une la pasión por lo vegetal, sustituye la flor cortada por plantas ornamentales regalando macetas o semillas para, por ejemplo, plantar un árbol. En el caso de las joyas, puedes acudir a tiendas de antigüedades o de segunda mano. También hay anillos, pendientes y colgantes de ecodiseño, ropa de algodón orgánico, flores de peluche y libros sobre temas medioambientales.
Más que deseos materiales, San Valentín va degestos románticos. Un desayuno en la cama o una cena sencilla en casa, a base de productos ecológicos y locales, pueden resultar mucho más románticos que una frase en una cartulina. Ya sabes que hay productos naturales, como la miel, el polen, las zanahorias… a los que atribuyen propiedades vigorizantes(ojo, se las «atribuyen»). O dile a tu pareja que la quieres a través de un vídeo. Las cosas pequeñas y muy creativas pueden llenar al otro sin comprometer nuestra existencia en la Tierra.