“No sabíamos lo que estaba pasando cuando oímos los disparos. Pudimos ver 10, 20 cuerpos tirados en el suelo y tuvimos que huir”, recuerda Gannite, refugiada etíope en Sudán. Vivía en la región de Tigray (norte de Etiopía), donde un conflicto entre el Gobierno federal etíope y las fuerzas del Frente de Liberación Popular de Tigray estalló a principios del pasado mes de noviembre. Desde entonces, y según la Agencia de la ONU para los Refugiados (ACNUR), ya han huido más de 46.000 etíopes al este de Sudán y el conflicto no ha dejado de escalar en la región. En la actualidad, más de 1,7 millones de etíopes se encuentran desplazados internamente en Tigray y se calcula que 720.000 niños y niñas necesitan ayuda y protección urgente.
A finales de junio tuvo lugar la tragedia más reciente: cientos de civiles fallecieron o sufrieron lesiones en un mercado de Tigray, cerca de Mekelle, capital de la región. La situación humanitaria, además, se torna aún más compleja con la amenaza de hambrunas, desplazamiento creciente e incesantes reportes sobre violaciones a los derechos humanos, que incluyen perturbadores casos de violencia de género y el retorno forzado de personas refugiadas a causa del peligro o las persecuciones.
Riesgo de hambruna
Ante la falta de estabilidad y la sequía que también se sufre en la zona, el riesgo de hambruna es muy alto. Más de 5,5 millones de personas están sufriendo inseguridad alimentaria aguda y, según la ONU, más de dos millones de personas podrían padecer hambruna a corto plazo.
“Cuando me enteré de los asesinatos, hui junto con mi hijo. Vimos cadáveres en algunas aldeas por las que pasamos. No podía comunicarme con mi esposo porque la red [móvil] no funcionaba, pero, después de todo, logramos reencontrarnos”, relata Brukti, enfermera etíope y desplazada interna en Mekelle a causa de este conflicto. “Soy enfermera certificada y quiero ayudar a las personas que lo necesitan”, subraya. Actualmente, Brukti es una de las 16 enfermeras desplazadas internas que trabajan en una pequeña clínica de la capital para tratar la desnutrición infantil.
Preocupación por refugiados eritreos en Tigray
Esta región etíope también es tierra de acogida de refugiados eritreos. En cuanto comenzó la violencia, ACNUR pidió a las partes en conflicto que cumplieran sus obligaciones internacionales de proteger a la población civil y garantizar el acceso libre y seguro de los trabajadores humanitarios a Tigray, ya que 100.000 eritreos que se encontraban en campos de refugiados en la región antes del estallido del conflicto se habían quedado sin asistencia.
“Dos campamentos de refugiados han sido completamente destruidos y decenas de miles de personas refugiadas eritreas se han visto obligadas a huir, una vez más, para salvar sus vidas. Hemos recibido informes fidedignos y corroborados que dan cuenta de represalias, secuestros, detenciones y violencia perpetrados contra las personas refugiadas eritreas por su supuesta afiliación a uno u otro bando a lo largo de este sangriento conflicto”, declaraba el pasado 13 de julio el Alto Comisionado de la ONU para los Refugiados, Filippo Grandi.
Tormentas que destruyen refugios
A esta crónica de horror tanto para etíopes como para refugiados eritreos en Tigray, se suman las intensas lluvias que han tenido que sufrir los refugiados etíopes en Sudán.
Más de 16.000 personas refugiadas etíopes que viven en los campamentos para refugiados de Um Rakuba y Tunaydbah, en el este de Sudán, se vieron afectadas a finales de junio tras semanas de tormentas que han arrasado con sus tiendas de campaña, sus pertenencias y han destruido las infraestructuras. Cerca de 4.000 del total de 10.000 tiendas de campaña para familias han resultado dañadas por los fuertes vientos, las lluvias intensas y las granizadas, que también han destruido las letrinas y otras instalaciones de emergencia.
El campamento de Tunaydbah fue puesto en pie por ACNUR y sus organizaciones socias, debido a que el campo de Um Rakuba iba a completar su capacidad ante la llegada de decenas de miles de etíopes a Sudán. El campo de Tunaydbah se encuentra en una zona semiárida y llana donde las temperaturas pueden alcanzar los 45 °C y es propensa a inundaciones repentinas que se han vuelto más severas en los últimos años. Según diferentes estudios, también de algunas agencias de la ONU, este hecho podría deberse al cambio climático.
Ayuda humanitaria inmediata
ACNUR dio respuesta a esta emergencia de manera inmediata. En un primer momento, se centró en dar asistencia y protección en un centro de tránsito en Sudán a los refugiados que cruzaban la frontera hasta que eran trasladados al campo de refugiados de Um Raquba. Les hacía entrega de materiales de emergencia, agua y alimentos e identificaba a las personas en situación de mayor vulnerabilidad para remitirlas a los servicios pertinentes.
En menos de un mes, puso en pie el nuevo campo de refugiados de Tunaydbah y, a finales de enero, ya había enviado diez vuelos con materiales de emergencias (tiendas, mantas, mosquiteras y lámparas solares, entre otros), 22 vehículos y dos ambulancias.
Actualmente, trabaja con sus socios a contrarreloj para dar asistencia y protección a los refugiados etíopes en Sudán afectados por las tormentas, también está construyendo escuelas y mejorando las instalaciones de los campos, como las duchas y las letrinas.
En Tigray, ACNUR lleva a cabo labores de refugio, protección y gestión de campamentos y no cesa de pedir que todas las partes del conflicto garanticen la protección de la población civil, así como la seguridad de los cuerpos humanitarios en el terreno.