Como la caída de las hojas de los árboles, el alumbrado de las luces de Navidad se ha convertido en otra de las señales del final del otoño y la proximidad de las fiestas. Las calles cada vez se engalanan antes con bombillas de mil colores que nos fascinan. Y aunque se trata de una de las grandes atracciones del periodo navideño, las luces también despiertan cada año algunas críticas por el posible despilfarro energético. Los ayuntamientos responden que en los últimos años se ha hecho un gran esfuerzo por cambiar las bombillas incandescentes por alumbrado led, mucho más eficiente. Sin embargo, las luces navideñas esconden un gran problema detrás: una excesiva iluminación puede dañar nuestra salud y el medio ambiente. En este artículo ahondamos, sobre todo, en este efecto colateral sobre el medio ambiente poco conocido y que no deja de crecer: la contaminación lumínica. De hecho, este festival navideño de luz ya puede verse desde el espacio, según datos de la NASA.
¿Cuánto contamina la luz?
Farolas en medio del campo, carteles luminosos, proyectores apuntando a edificios o monumentos, cañones que lanzan un haz de luz hacia el espacio… Todo ello contribuye a este tipo de contaminación, definida por la Asociación Internacional para los Cielos Oscuros como una iluminación nocturna excesiva, mal dirigida o innecesaria. Luces que inundan las calles, nuestras casas y los espacios naturales, y cuyo efecto más evidente es privarnos de contemplar las maravillas del cielo nocturno. Quienes viven en el entorno de una gran ciudad, ¿cuántas estrellas pueden ver y contar desde su casa?
No es una mera cuestión estética o de afición a la astronomía. Cada vez se conoce más sobre los efectos negativos de este tipo de contaminación en animales y ecosistemas, pero también sobre nuestra propia salud. “Hay que tratar la luz artificial nocturna como lo que es, un agente contaminante al que hay que poner límites. Eso ya lo hacemos con el ruido, los gases de los coches y la contaminación del agua”, defiende el investigador y astrónomo Enric Marco, de la Universidad de Valencia.
Imagen: Tonda Tran
Las imágenes de los satélites ayudan a los científicos a medir la luminosidad artificial que emitimos desde la Tierra. Pero existen más formas de evaluarla, como las redes de medidores de luz (fotómetros) instalados por todo el planeta para detectar este tipo de contaminación en el cielo nocturno.
Uno de estos proyectos es la red de fotómetros TESS de la Universidad Complutense de Madrid, con casi 300 estaciones que toman medidas cada 30 segundos, todas las noches del año, desarrollado como parte de la iniciativa europea Stars4All. El objetivo de este proyecto impulsado por la UE es sensibilizar sobre el impacto de la contaminación lumínica en la biodiversidad y en el bienestar humano y fomentar medidas para reducirlo, como disminuir la potencia de las luces artificiales.
Iniciativas como esa han permitido desvelar que las zonas iluminadas crecen un 2,2 % al año en todo el mundo.
¿Cuánto gastan las luces de Navidad?
Y la Navidad es uno de los momentos en los que aumenta con mayor fuerza. “Hasta hace unos años era comedida y no había problemas. Pero desde hace poco hay una carrera para poner más y más luz, lo que conlleva a su vez un despilfarro de recursos. Y como las luces de Navidad se ponen generalmente desde noviembre a enero, su efecto no es nada despreciable”, asegura Enric Marco.
Según la consultora especializada Smart Lighting, en 2019 hubo un incremento de más del 40 % en la inversión en luces navideñas con respecto al año anterior en las grandes ciudades. Los casos más llamativos que aumentaron su gasto de forma drástica fueron Zaragoza (+300 %) –que pasó de gastar 100.000 euros a 400.000–, Córdoba (+73 %), Madrid (+27,7 %) y Barcelona (+20 %). Las 205 ciudades analizadas gastaron más de 25 millones de euros en alumbrado navideño en 2019.
Este incremento de la inversión en luces de Navidad se ha definido como “efecto Vigo”, por la apuesta de la ciudad gallega por el turismo navideño. En 2019, Vigo gastó 1,1 millones de euros en instalar más de 10 millones de luces led por toda la ciudad.
Buena parte de esa inversión corresponde a la sustitución de las antiguas bombillas incandescentes por luces led, que gastan hasta un 80 % menos de energía. Podría parecer positivo para el medio ambiente, pero tiene un impacto oculto, pues la transición a este tipo de tecnología ha disparado la contaminación lumínica al menos un 49 % en los últimos 20 años (a inicios de los 2000 la tecnología led ya superaba a las bombillas clásicas). Esta es una de las principales conclusiones de un reciente estudio que emplea imágenes de satélite y en el que participaron investigadores del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC).
Según sus autores, el impacto podría ser incluso mucho más grave, pues este tipo de luces emite más luz azul que tecnologías anteriores, y los sensores de los satélites no las detectan. “Podríamos hablar de un aumento que puede alcanzar un 270 % a nivel mundial y un 400 % en algunas regiones”, explica Alejandro Sánchez de Miguel, astrofísico de la Universidad de Exeter vinculado al Instituto de Astrofísica de Andalucía (IAA-CSIC) y coordinador del estudio.
Es un efecto rebote que ya ha sucedido en el pasado, según los investigadores. A mayor eficiencia y menor coste de la tecnología, comienzan a iluminarse regiones oscuras o se programa el alumbrado más horas, lo que acaba por aumentar el consumo.
Impacto ambiental de la iluminación nocturna artificial
Imagen: Sieon Nam
Poca gente duerme con la lámpara encendida, pero hemos obligado a vivir al resto de especies en un mundo inundado de luz. Un caso muy claro es el de las luciérnagas y sus destellos en las noches de verano, unos bailes de luz que ya apenas se ven en el campo. Además de la destrucción del hábitat, la contaminación lumínica es la mayor amenaza de estos insectos bioluminiscentes, que brillan con su propia luz durante el cortejo: con tantas luces humanas, se desorientan y no pueden encontrar pareja.
Otro animal afectado son las pardelas cenicientas, un ave en peligro que cría en acantilados cerca del mar. Su primer vuelo desde el nido es crítico: si no llegan al mar, las crías se enfrentan a una muerte casi segura en tierra. En Canarias, con el aumento de la iluminación exterior de las casas, edificios públicos, gasolineras o carreteras, muchas se deslumbran y no son capaces de encontrar el mar. Más de 2.000 crías de estas aves mueren cada año solo en Tenerife, según la ONG SEO/BirdLife, que está promoviendo la campaña ‘Apaga la luz en su primer vuelo’, para que ciudadanos, empresas y ayuntamientos disminuyan la iluminación exterior en octubre y noviembre, el momento de la verdad para los polluelos.
Y la decoración navideña pone las cosas aún más difíciles a la vida salvaje. “Ciudades como Madrid y Vigo añaden durante esas fechas miles de lúmenes al cielo nocturno, afectando a zonas medioambientalmente muy sensibles como el Parque Nacional de las Islas Atlánticas o el Parque Nacional de la Sierra de Guadarrama”, asegura el astrónomo valenciano.
Impacto de la iluminación nocturna para la salud
Pero la contaminación lumínica nos afecta a todos, también a los seres humanos. Numerosos estudios –entre ellos una investigación del Departamento de Cronobiología de la Universidad de Murcia– han demostrado que un exceso de luz nocturna inhibe la producción de melatonina en toda clase de animales, una hormona que, además de regular el sueño, desempeña otras muchas funciones esenciales en el organismo. La exposición excesiva a la luz artificial la pagamos con la calidad de nuestro sueño, ya que al trastocar nuestro reloj interno (los ritmos circadianos), el descanso no es completo y sufrimos de malestar durante el día.
Además, los led de mayor eficiencia son los más azulados, un tipo de luz que ya se relaciona con algunos trastornos. “Hay estudios que muestran una asociación entre niveles elevados de exposición a luz azul durante la noche y un mayor riesgo de padecer cáncer de mama y de próstata”, comenta el astrofísico Alejandro Sánchez. Estas evidencias han hecho que la Agencia Internacional para la Investigación en Cáncer (IARC) reivindique la necesidad de más estudios para evaluar los posibles riesgos potenciales de la luz nocturna.
Otra línea de investigación en curso es la que analiza la relación de la contaminación lumínica con el desgaste del sistema inmunitario, los niveles de estrés o el riesgo de diabetes.
Luces nocturnas: hace falta una regulación
En palabras de Enric Marco, “nos sobra luz por todos lados y con menos estaremos mejor”. Sin embargo, existe poca regulación en España que haga frente a este problema. Solo la encontramos en lugares puntuales, como Tenerife o La Palma. Desde hace 30 años, el cielo canario está protegido por la llamada Ley del Cielo. Para preservar las islas como espacio de observación astronómica, esta norma regula la iluminación de exteriores en La Palma y el norte de Tenerife. Gracias a esta ley se han controlado las instalaciones del alumbrado público en muchos municipios canarios, lo que ha conseguido reducir la contaminación lumínica en las islas.
Ahora mismo, el Ministerio de Industria, Comercio y Turismo está tramitando la reforma del decreto ley que regula el alumbrado exterior en toda España, con el objetivo de aumentar la eficiencia energética y reducir la contaminación lumínica. “Tenemos por delante una oportunidad única de hacer las cosas bien”, escribió sobre la reforma la investigadora Eva Villaver, del Centro de Astrobiología del CSIC. Pero el último borrador se queda muy corto ante la escala del problema, según la Red Española de Estudios de Contaminación Lumínica. Para los expertos, esta normativa marca unos valores de iluminación mínimos que deberían casi ser los máximos. Además, tampoco deja espacio a los ayuntamientos para regularlo.
Otros países europeos, como Francia, hace tiempo que imponen restricciones más severas a la iluminación nocturna. Allí se ha creado incluso una red de municipios, los “pueblos y ciudades bajo las estrellas”, que apagan total o parcialmente su alumbrado desde las 11 o las 12 de la noche hasta las seis de la mañana. Ya hay más de 12.000 pueblos y ciudades adheridos a esta medida, desde pequeños municipios rurales que suman un atractivo turístico con el cielo cuajado de estrellas hasta urbes como Estrasburgo, con más de 200.000 habitantes.
Cómo contaminar menos con las luces de Navidad
Más allá de reducir este tipo de polución durante todo el año, en Navidad los ayuntamientos tienen una oportunidad de demostrar su compromiso con el medio ambiente dando un respiro a la noche. No hace falta llenar todo de bombillas para darle un toque especial a la ciudad. “Por ejemplo, por cada lumen de luz de Navidad instalado deberían rebajar un lumen de la luz de las calles. Así se ha hecho en la Grand Place de Bruselas, donde han apagado la luz de la plaza para admirar los edificios iluminados”, propone Marco.
Y si queremos ayudar desde casa, este defensor de los cielos oscuros tiene una propuesta muy sencilla: “Nada de luces navideñas en las fachadas”.