Con el inicio del otoño, diversas zonas de la península pueden verse afectadas por episodios de lluvias torrenciales asociados a la denominada gota fría. La espectacularidad de estas precipitaciones, los daños que pueden llegar a provocar y el abuso que muchas veces realizan los medios de comunicación del término, han propiciado en más de una ocasión una confusión entre el concepto de gota fría y el de lluvias torrenciales. Los meteorólogos aclaran que no todos los casos de gota fría desencadenan fuertes precipitaciones, pero cuando lo hacen es difícil predecir con exactitud dónde, cuándo y con qué intensidad lloverá.
Un término en entredicho y mal utilizado
Una gota fría no es más que una masa de aire frío que ha quedado aislada de la circulación general en los niveles más altos de la troposfera, la capa de la atmósfera en la que tienen lugar los fenómenos meteorológicos. Esa bolsa de aire, que puede llegar a tener una extensión de cientos de kilómetros, se encuentra a bastante menos temperatura que el aire que la rodea. Cuando este fenómeno coincide con la existencia de aire cálido y húmedo en la parte de la troposfera más cercana a la superficie terrestre, se pueden desencadenar lluvias de una gran intensidad.
En la actualidad, el término gota fría se encuentra en entredicho en el ámbito científico. Los meteorólogos prefieren usar el acrónimo DANA (Depresión Aislada en Niveles Altos) para referirse a este fenómeno meteorológico, ya que explica mejor su mecanismo. “Cuando hablamos de DANA nos estamos circunscribiendo a una parte de la atmósfera, concretamente a la parte más alta de la troposfera, y no es necesario que esa configuración en niveles altos tenga un reflejo en los niveles más bajos para que se produzcan los fenómenos que todo el mundo conoce”, explica José Antonio Monistrol, jefe de operaciones del Centro Nacional de Predicción del Instituto Nacional de Meteorología. Aunque advierte de que entre los meteorólogos quizás es más correcto referirse a este fenómeno como DANA, acepta el uso del término gota fría, más difundido entre la población siempre que se entienda de qué se está hablando.
El problema surge de la utilización recurrente que se hace del término. Los medios de comunicación realizan, según denuncian los meteorólogos, un uso abusivo que puede generar confusión entre la población sobre qué es una gota fría. José Antonio Monistrol explica que en muchos casos se está aplicando a borrascas frías el término de gota fría. Una borrasca es un fenómeno que consiste en que una masa de aire frío ocupa toda la troposfera. En una gota fría lo que ocurre, en cambio, es que la masa de aire frío se localiza únicamente en la parte más alta de la troposfera, mientras que en niveles más bajos puede haber, incluso, masas de aire con altas presiones.
Agustín Jansà, director del Centro Meteorológico de las Islas Baleares, también detecta una tendencia a “asociar gota fría con fenómenos violentos, en particular, con lluvias intensas”. Para evitar errores de definición es preciso tener claro que “no siempre que hay una gota fría se producen lluvias intensas, ni siempre que se producen lluvias intensas se trata de una gota fría”.
¿Cuándo y dónde se producen las lluvias torrenciales?
Las depresiones aisladas en niveles altos suelen formarse en el oeste de la península. Normalmente, la mayor parte viajan después hacia el mediterráneo por el sur. Algunas gotas frías, sin embargo, no siguen esta trayectoria habitual y se mueven por una ruta hacia el sur, pudiendo llegar a Canarias.
Aunque es bastante frecuente, no siempre que una masa de aire frío queda aislada en la parte más alta de la troposfera se producen lluvias torrenciales. De hecho, muchas de ellas pasan desapercibidas a lo largo del año. Edorta Román, meteorólogo y director de predicciones de la empresa Sirimiri Meteoconsult, aclara que a lo largo del año pueden llegar a producirse en toda la península entre veinte y treinta episodios de gota fría sin que se produzcan mayores consecuencias.
Si la DANA, que puede estar situada a una altura de entre cinco y doce kilómetros, coincide con la presencia de aire cálido y húmedo en la zona de la troposfera más cercana a la superficie terrestre, se crea una situación de gran inestabilidad en toda la troposfera y se desencadenan lluvias muy intensas. Por el contrario, si la masa de aire más cercana al suelo no es cálida y húmeda, pueden no producirse lluvias intensas.
Precisamente por eso, a comienzos del otoño y en primavera, en menor medida, es cuando más posibilidad existe de que estas gotas frías desencadenen violentas lluvias. A comienzos del otoño, los niveles más bajos de la troposfera están habitualmente ocupados por aire que se ha calentado durante el verano. El calor también ha aumentado la presencia de humedad como consecuencia de la evaporación de agua marina.
En otoño comienza a llegar, además, aire frío procedente de latitudes más altas como anticipo del invierno. Si, debido a la circulación general, parte de esa masa de aire se aísla y sobrevuela el aire más húmedo y cálido que hay cerca de la superficie, se genera una masa de aire muy inestable. Esa inestabilidad produce elevaciones del aire caliente y del vapor de agua que a medida que asciende pierde temperatura y se condensa. Como consecuencia de ese proceso se producen las tormentas y las precipitaciones intensas asociadas a DANA. La costa del mediterráneo, desde Cataluña a Cádiz, es la más propensa a sufrir las lluvias torrenciales asociadas al fenómeno de la gota fría.
Problemas de predicción
Los modelos de predicción que se utilizan en la actualidad permiten conocer con bastante fiabilidad la formación de una gota fría con cinco o seis días de antelación. El problema, no obstante, radica en definir con exactitud la trayectoria que va a seguir y, lo que es más importante, en el caso de que se puedan producir lluvias torrenciales, cuándo, en qué lugar y con qué intensidad se van a dar. “Conseguir una predicción muy fiable sobre esas tres variables es muy complicado, prácticamente se sabe con horas de antelación”, advierte Román.
La posibilidad de establecer un pronóstico preciso, que puede resultar vital cuando existe riesgo de lluvias torrenciales, resulta más complicada debido a la naturaleza misma de las gotas frías. Las lluvias, cuando se desencadenan, no tienen lugar en el centro del fenómeno meteorológico, sino por delante de él, en el área en el que se produce la alimentación de aire húmedo y cálido en la parte más cercana al suelo. “La localización de las precipitaciones más intensas viene definida por las características de las circulaciones de aire en los niveles más bajos de la troposfera y las características de ese aire que está junto al suelo puede ser variable”, matiza Monistrol.
Por si fuera poco, según describe José Antonio Monistrol, la localización de las precipitaciones intensas puede variar mucho según la localización del centro de la DANA. “Con una variación de tan sólo cien kilómetros en la localización del centro -explica- las precipitaciones más fuertes pueden darse, supongamos, en Murcia en lugar de en Castellón”.
Si a este hecho se le añade que las depresiones aisladas en niveles altos pueden llegar a ocupar una extensión de hasta una cuarta parte de la península, puede entenderse la dificultad de establecer de forma precisa en qué lugar se van a producir las lluvias más fuertes. Román, explica que “el fenómeno es bastante extenso, pero sus consecuencias son muy locales: las lluvias torrenciales pueden producirse en el típico pueblo de la zona del mediterráneo, mientras que a treinta o cincuenta kilómetros sólo puede hablarse de lluvias débiles o lloviznas”. Eso nos da una idea de por qué es un fenómeno muy complejo de predecir”, puntualiza.
Esa complejidad y la alta localidad convierten a la gota fría en uno de los fenómenos meteorológicos frecuentes en la península ibérica más difícil de predecir, junto con la galerna. También incentiva el interés de la comunidad científica. “Yo creo que todos los que nos dedicamos a conocer cómo funciona la atmósfera de la península estamos, a partir de agosto o septiembre, como locos buscando posibles gotas frías; es el fenómeno rey de la meteorología en el ámbito de la península ibérica” dice el director de predicciones de Sirimiri Meteoconsult.
Un fenómeno peligroso
La peligrosidad de la gota fría radica en que puede provocar lluvias extremadamente intensas concentradas en un intervalo corto de tiempo. El Instituto Nacional de Meteorología considera torrenciales las precipitaciones que superan los sesenta litros por metro cuadrado a la hora. Muchas de las lluvias provocadas por una gota fría superan con creces ese umbral de peligrosidad.
Uno de esos casos se produjo en octubre de 1957 en la localidad alicantina de Jávea. Elorta Román explica que esta localidad mediterránea batió entonces el récord europeo de lluvia caída en 24 horas. “Para hacerse una idea de lo que significa este hecho hay que tener en cuenta que se llegó a alcanzar en un solo día la cantidad de lluvia que cae habitualmente en un año en un lugar húmedo como Santander o Bilbao”, puntualiza.
Algo más cerca en el tiempo, en 1982, también en octubre, otro de esos episodios de fuertes lluvias asociadas a una gota fría originó una devastadora crecida del río Júcar y el derrumbamiento de la presa de Tous. Las aguas desbordadas arrasaron muchos municipios de la zona, provocaron cuarenta muertos y dejaron a más de 300.000 personas sin hogar.
Para minimizar el peligro, cuando se detecta una situación de riesgo de fuertes precipitaciones, motivada por la gota fría o por otro fenómeno meteorológico, el Instituto Nacional de Meteorología da aviso, tal como recoge el Plan Nacional de Avisos de Fenómenos Meteorológicos Adversos, a Protección Civil. A continuación, este organismo cataloga los elementos que pueden verse afectados por el riesgo de inundaciones y pone en marcha mecanismos de protección de personas y bienes.
La dificultad de predecir dónde se va a producir una lluvia torrencial originada por una gota fría “plantea una mayor incertidumbre” ante la puesta en marcha de las medidas de prevención, según Miguel Tomé, director de Programas de Riesgos Naturales de la Dirección General de Protección Civil. En esa situación, “calcular el riesgo es mucho más difícil; es un condicionante, no tanto de la puesta en marcha de los planes, como de la evaluación del riesgo”, explica el experto.
Tomé asegura que aunque las administraciones públicas y Protección Civil tienen como misión proteger a las personas, en los momentos iniciales del fenómeno las primeras medidas las deben tomar los ciudadanos. Por eso, advierte, “la primera labor previsora que desarrolla Protección Civil es dar a conocer las normas de autoprotección”.
En el caso de que se produzcan lluvias torrenciales y exista riesgo de inundación es necesario seguir estas recomendaciones:
- Es conveniente permanecer siempre atento a las predicciones meteorológicas.
- Si la lluvia nos sorprende en el interior de un edificio es preciso abandonar los pisos bajos y los lugares subterráneos y desconectar la electricidad.
- Los conductores que se vean sorprendidos por lluvias intensas deben evitar las zonas bajas y las intersecciones de las vías de comunicación con los cauces de agua.
- Siempre que sea posible, es mejor optar por carreteras principales que por carreteras secundarias.
- Cuando nos veamos sorprendidos por la lluvia en el monte, es necesario ganar cota lo antes posible y abandonar rías, laderas, torrentes y, en general, los puntos a poca altura, en los que se pueda acumular agua.