¿Se ha preguntado alguna vez por qué tiene la nariz tan ancha, la mandíbula pequeña o las piernas tan largas, más allá del parecido con los familiares más cercanos? ¿O de dónde procede esa capacidad para retener información o la habilidad para diseñar objetos y elementos tan creativos? ¿Tiene el hombre del siglo XXI algo en común con el que habitó esta tierra hace un millón de años? Las respuestas a estas cuestiones nos remontan a nuestros antepasados, a quienes podemos estudiar a través de los fósiles humanos hallados en numerosos enclaves. La sierra burgalesa de Atapuerca es uno de ellos, especialmente privilegiado porque permite estudiar la evolución humana a lo largo de un millón de años y ofrece datos sobre los primeros europeos, lo que convierte este yacimiento en un lugar único en el mundo.
Los descubrimientos de Atapuerca
Atapuerca es una pequeña sierra que se extiende de noroeste a sudeste en el valle del río Arlanzón, apenas 15 kilómetros al este de la ciudad de Burgos. Los pueblos más cercanos son Ibeas de Juarros, a unos 4 kilómetros al Suroeste, y Atapuerca, justo en la falda noreste de la Sierra y que le da nombre. Como ocurre con frecuencia con los yacimientos prehistóricos, el descubrimiento de lo que hoy se conoce como Atapuerca se debió al azar. En este caso, gracias a la construcción, en 1901, de un ferrocarril minero, que suministró carbón y mineral de hierro a las primeras siderurgias vascas, y cuyas obras dejarían visible los yacimientos que hoy conocemos.
Si bien desde 1910 se vienen realizando importantes descubrimientos arqueológicos, no fue hasta 1992 cuando Atapuerca comenzaría a adquirir la fama por la que se la conoce en la actualidad. En aquel año se encontrarían, en la conocida como Sima de los Huesos, diversos restos de un valor incalculable, entre ellos, el primer cráneo completo del Pleistoceno Medio (hace 780.000 años y 127.000 años), el más entero y mejor conservado de todos los hallados en el mundo, perteneciente a un niño de apenas catorce años. Dos años después, en la excavación conocida como Gran Dolina, en su nivel 6, se descubrieron los restos de homínidos más antiguos de Europa, de más de 780.000 años, los cuales habían sido víctimas de prácticas antropófagas. No se sabe por qué lo hacían, pero se puede afirmar que los primeros europeos fueron caníbales.
En los dos años siguientes, el nivel 6 siguió proporcionando más fósiles humanos. Particularmente importante resultó el “Niño de Gran Dolina”, una serie de restos de un individuo de unos once años, con algunos rasgos más “modernos”, en particular su cara, aunque con unos dientes y una frente más primitivos. En 1997, debido a esta peculiar morfología, el equipo principal de científicos, compuesto por José Bermúdez de Castro, Juan Luis Arsuaga, Eudald Carbonell, Antonio Rosas, Ignacio Martínez y Marina Mosquera creaba la especie “Homo antecesor”, cuyo nombre significa el que va delante, el pionero. Aunque hay quien no está de acuerdo con esta interpretación, para los paleoantropólogos de Atapuerca el Homo Antecessor sería antepasado nuestro y de los Homo neanderthalensis, los famosos Neandertales, la otra especie humana que convivió con nuestros antepasados y cuyos últimos rastros, de hace unos 30.000 años, se encontraron en el sur de España. Por su parte, los humanos de la Sima han sido clasificados dentro de la especie Homo Heidelbergensis, nombre dado en honor a una mandíbula encontrada en Mauer, Alemania, una forma de homínido que vivió en Europa entre hace algo más de 500.000 y 200.000 años, intermedia entre el Antecessor y el Neardental.
Asimismo, la siguiente forma humana que se documenta en Atapuerca, localizada en la Cueva del Mirador, es el Homo Sapiens Sapiens, es decir, nosotros mismos. Se trata de poblaciones ganaderas que vivieron hace unos 5.000 años, con unos huesos muy semejantes a los nuestros, un poco más bajos y más robustos, pero mucho menos fuertes que los humanos de la Sima. De esta manera, Atapuerca permite contar la historia de la llegada de los primeros europeos y su evolución en el continente. Hasta ese momento, se decía que los primeros humanos no habían llegado a Europa antes del medio millón de años; casi un millón de años más tarde que a Asia. Atapuerca ha cambiado esta visión, puesto que los fósiles allí recuperados demuestran que los primeros europeos llegaron hace alrededor de un millón de años.
Cómo eran nuestros antepasados
Como ya hemos dicho, no existió una única Humanidad, como ocurre hoy día. En este sentido, nada menos que tres grupos diferentes vivieron entre hace 2 millones de años y un millón y medio. Además del Homo Habilis, el primer representante del género Homo, surgido hace más de 2 millones de años, existió un segundo grupo con similar cronología, que algunos científicos llaman Homo Rudolfensis y que en opinión de otros podría tratarse de una variedad de Homo Habilis; y un tercer grupo, más evolucionado, con un cráneo más grande y un marcado desarrollo de la zona de las cejas, el Homo Ergaster (literalmente, humano trabajador, generador de productos), que aparece hace más o menos 1,8 millones de años, y cuya pista se pierde hace 1,4 millones de años.
Esta última especie, el Homo Ergaster, es la candidata a ser considerada como antepasada de los europeos, y es aquí donde entra en juego la importancia de Atapuerca. El Homo Ergaster aparece sobre todo en los alrededores del lago africano de Turkana, en Kenya. Uno de los fósiles de Homo Ergaster más representativo es un esqueleto casi completo de un adolescente de unos 10 años de edad, conocido como Niño del Turkana, de más de 1,5 millones de años de antigüedad. Su estatura es muy grande (1,60 metros que significarían en el adulto cerca de 1,80), la forma de su cuerpo es plenamente humana y su cerebro también es grande.
El Homo Antecesor, encontrado en la Gran Dolina de Atapuerca, era alto, fuerte y de pequeño cerebro, pero con una cara muy similar a la nuestra, es decir, con un aspecto más “moderno” que otros grupos humanos más recientes o próximos en el tiempo. Según Arsuaga, “Atapuerca nos descubre unos ancestros más inteligentes y menos instintivos, más cazadores, dotados de una mente más simbólica y poseedores de una tecnología más compleja de la que cabría esperar para su época”.
Por su parte, el Homo Heidelbergensis poseía una dieta que combinaba vegetales, frutos y semillas con carne obtenida mediante la caza y el carroñeo y al igual que los homínidos de Dolina, sólo realizaba en piedra sus instrumentos. Al parecer, no conocían el fuego. Aunque tenían una altura similar a la del hombre actual, tenían una corpulencia un tercio superior a la nuestra, pesando una media de 100 kilos (sólo contando osamenta y masa muscular, sin depósitos de grasa). La denominada “pelvis de Elvis”, la cadera descubierta en 1994, ha permitido saber que, a pesar de pertenecer a un varón, la cabeza de un feto actual pasaría sin problemas por el canal del parto de esta pelvis, lo que hace suponer que las hembras del Homo Heidelbergensis parían con menos dolor que las mujeres de hoy, dado también el menor tamaño de su cerebro.
En cuanto a los Neardentales, su nombre se debe al esqueleto encontrado en 1856 en el Valle alemán de Neander, cerca de Düsseldorf, aunque en 1848 ya había aparecido un cráneo en Gibraltar. Los restos fueron polémicos más tarde, cuando Darwin analizó el origen del hombre y algunos los consideraron antepasados directos. Hoy se sabe que en vez de “abuelos” serían más bien “primos” nuestros, separados desde hace 800.000 años. Los Neandertales no eran muy diferentes de nosotros: inteligentes (su volumen craneal medio es incluso mayor que el actual), tenían sofisticadas técnicas de talla, conocían el fuego y enterraban a sus muertos. Su esqueleto era similar al nuestro, aunque eran mucho más fuertes y no eran patizambos como se los representaba antes. Las diferencias se concentran en el cráneo: nariz muy ancha, no tenían mentón y su perfil de la bóveda visto desde atrás es redondeado.
Los Neandertales aparecieron hace 250.000 años en Europa, extendiéndose más tarde por Oriente Próximo y Asia Central. Según Arsuaga, “hasta los noventa se creía que los neardentales eran unos imbéciles, y por tanto, no hacía falta buscar una explicación a su extinción. La novedad es que sí tenemos que buscarla. El éxito de los humanos modernos no tuvo nada de inevitable y tampoco la extinción de los neardentales. Con circunstancias distintas, el desenlace podría haber sido opuesto.” Según Jaume Bertranpetit, de la Universidad Pompeu Fabra de Barcelona y experto en ADN antiguo, “lo que vemos es que primero había una especie y después fue reemplazada por otra. Si hubo algún cruce ocasional, no lo sabemos y seguramente nunca lo sabremos”.
El futuro de «Atapuerca»: queda mucho por hacer
“En Atapuerca nos jubilaremos todos” se ha convertido en un tópico del equipo de excavación. Los métodos de investigación son varios, y aunque la tecnología avanza cada año, lo que está permitiendo estudiar aspectos nuevos de los humanos prehistóricos y sus vidas, los restos pendientes de analizar son numerosos, incluyendo piezas descubiertas hace veinte años por el equipo que formó el profesor Emiliano Aguirre.
Por otra parte, aunque los trabajos del yacimiento de Galería están finalizados, los de la Dolina llevarán decenios. Y en la Sima de los Huesos no se conoce la extensión del depósito de fósiles, aunque todo indica que es enorme. Sólo entre estos dos lugares, decenas de arqueólogos y paleoantropólogos tienen trabajo asegurado para los próximos años. En la Trinchera del Ferrocarril, cerca de Galería y Dolina, hay un relleno de 15 metros repleto de restos de fauna con algunas piezas de industria lítica, conocido como Sima del Elefante. Las dataciones de varias costras que asoman en el corte y la fauna recuperada indican que los niveles bajos son muy antiguos, tal vez más que los de Dolina. Y sin salir de la Trinchera, se cree que algunas pequeñas cavidades laterales, como la Cueva Peluda o la Cueva de los Zarpazos, puedan ofrecer datos importantes.
Por si esto fuera poco, aún quedan más cuevas en las cercanías. Los yacimientos excavados están todos en el flanco suroeste de la Sierra, pero hay otra serie de cuevas orientadas hacia la Sierra de la Demanda, “que son extremadamente prometedoras”, según los investigadores. Una de las más importantes es la Cueva del Mirador, así llamada porque domina el punto más estrecho del Valle, entre la Sierra y los Páramos, al Sur. El Mirador es hoy apenas una pequeña sala, pero podría contener hasta 30 metros de sedimentos ricos en restos. Quizá sea en el Mirador donde se oculten los grandes desconocidos de Atapuerca: los Neandertales, que todavía no han sido hallados en las excavaciones.
Asimismo, se sabe que la Sierra fue ocupada intensamente en algunos periodos del Neolítico y la Edad del Bronce. Los dólmenes cercanos a la población de Atapuerca, las excavaciones del Portalón de Cueva Mayor y el yacimiento de la Galería del Sílex así lo atestiguan, por lo que también queda mucho por hacer en estos periodos de la Prehistoria reciente.
La financiación de Atapuerca
En julio de 1999 se constituía la Fundación Atapuerca, con el objetivo de apoyar la labor de investigación y difusión realizada por el equipo de científicos que trabaja en Atapuerca. Los codirectores del Equipo Investigador de Atapuerca, Juan Luis Arsuaga, José Mª Bermúdez de Castro y Eudald Carbonell como patronos fundadores, encabezan esta fundación, respaldada por multitud de empresas, administraciones públicas, instituciones académicas y universitarias.
De esta manera, la Fundación ha procedido a la dotación de materiales, equipos y servicios logísticos necesarios para las labores de excavación e investigación en Atapuerca, como complemento a la financiación pública de la Junta de Castilla y León. Igualmente, ha dotado de ciertos equipos al Laboratorio de Evolución Humana del edificio I+D+I de la Universidad de Burgos (UBU), así como al resto de los centros científicos asociados al proyecto. En colaboración con la UBU, la Fundación ha aportado al Laboratorio dos aparatos para tareas de alta precisión: un microscopio electrónico y un microscopio de barrido. En noviembre de 2003, la labor de la Fundación Atapuerca fue reconocida con una mención especial en los XII Premios al Patrocinio y Mecenazgo Empresarial en España.