Nadie quiere subir una talla, pero el 60% de los españoles ya visten por encima de la 44. Y la industria de la moda es consciente de ello, igual que de la necesidad de adecuar la ropa a la realidad de las medidas de los consumidores. Los fabricantes de textiles se están adaptando a las demandas de una sociedad en la que, por un lado, se da culto a la delgadez pero por otro aumenta el número de personas obesas. La mayoría de las tiendas ofrece ropa más grande y aunque desde hace tiempo se habla de la necesidad de uniformizar el tallaje para evitar el desconcierto que se produce en los probadores, lo cierto es que no hay legislación al respecto y que las dimensiones reales de las prendas varían más en función de cada fabricante que de la talla que pone en la etiqueta.
Estandarización
En 1999 se habló “largo y tendido” de las tallas en el Senado. Durante ocho meses se estudiaron “los condicionantes extrasanitarios que concurrían en el incremento de la incidencia de la anorexia y la bulimia”. Entre las medidas políticas y legislativas, aprobadas por unanimidad tras las distintas intervenciones, se acordó:
- Obligar a la industria de la moda a la normalización de las tallas, con objeto de evitar el desconcierto de los consumidores ante la diversidad de tamaños de una misma talla según quien sea el fabricante.
- Que las tiendas ofrezcan una variedad de tallas acorde con la población a la que van dirigidas y no pretendan imponer “la dictadura de la talla 36” (número a partir del cual los diseñadores por lo general empiezan su producción).
- Que la sociedad tome conciencia de que la belleza no es cuestión de talla, así como de la necesidad de priorizar los valores internos frente a la imagen externa como único patrón de referencia positivo.
Hoy, cinco años después, según fuentes del Ministerio de Industria, Comercio y Turismo, no hay ninguna orden ministerial ni de otro tipo que regule oficialmente el tallaje de las prendas. Tampoco en la Unión Europea existe ninguna directiva que rija la estandarización de las tallas de la ropa, informa Elena Lozano, técnico responsable de la normalización de textiles de AENOR (Asociación Española de Normalización y Certificación). “Puede decirse que el Comité Europeo de Normalización (CEN) está trabajando por la homogenización, aunque es bastante difícil, ya que los estudios antropométricos revelan que las personas que formamos la población europea somos muy diferentes”, añade.
“Es una batalla perdida”, declara Lucía Corbeiro, gerente de la Asociación de Creadores de Moda de España. Los diseñadores españoles saldrían “terriblemente perjudicados” si adoptaran esa actitud “quijotesca” en cuanto a la normalización. Todo el mundo habla de que “habría que hacerlo” pero no existe ninguna obligación y “nadie está dispuesto a perder ventas. No hay que olvidar el factor psicológico que juegan las tallas en la venta de ropa, sobre todo en el sector femenino”.
Imposición de modelos
Posiblemente las ponencias del Senado sirvieron para establecer una comunicación entre las demandas de la sociedad y la industria de la moda. Se trataba de denunciar las tallas cada vez más pequeñas y hubo opiniones encontradas. Enrique Loewe compareció en calidad de presidente honorario de la Asociación de Creadores de Moda de España y comenzó su intervención señalando que no albergaba “ningún sentimiento de culpabilidad”. Las tallas ideales de las maniquíes, a su juicio, “no difieren tanto de las propuestas de los endocrinos para mantener una masa corporal alrededor del índice 20”. Es decir, del valor que marca la frontera entre el peso considerado “normal” y el “bajo peso”.
Lo cierto es que en España ya hay cientos de fabricantes y miles de tiendas que venden ropa de talla superior a la 44. Las llamadas tallas especiales suelen comenzar a partir de la 44 en el caso de las mujeres, y desde la 52 si nos referimos a los hombres. “Hace media docena de años una mujer con una talla 48 no podía encontrar ni siquiera un traje chaqueta negro y una camisa blanca”, recuerda Corbeiro. “Lo que quería la gente era tallas más grandes y eso sí se ha conseguido”, indica. Un ejemplo es el del propio presidente de la Asociación de Creadores de Moda de España, Modesto Lomba, que según su responsable comercial, Ángela Ortiz, fabrica ropa hasta la talla 60.
Sin embargo, recalca Corbeiro, sigue imperando e imponiéndose un modelo de mujer que tiene muy poco que ver con la mujer latina: alta, rubia, con pocas caderas y mucho pecho. Un modelo “imposible” para la mayoría y al que únicamente se adaptan muy bien las chicas eslavas.
Ana Gómez, presidenta de la Asociación Española para la Aceptación de la Obesidad (ASOCEAO), certifica que en nuestro país las mujeres “más gorditas” tenían que resignarse a vestir ropa de “señora mayor” pero “esto está empezando a cambiar y por fin hay empresas de confección encargadas de llevar la moda de temporada a las tallas grandes. Hoy que las personas que somos gorditas y que no queremos o no podemos dejar de serlo podamos vestirnos como nos parezca sin temor a no dar la talla”.
Corbeiro explica que algunos estudios antropomórficos pueden situar el cuerpo de una mujer adulta bien alimentada próximo a la talla 38 (más o menos con 60 cm. de cintura) pero que “es indiscutible” que en la práctica, sobre todo debido a la acumulación de grasa que suele producirse con la edad, al tener hijos o por la falta de actividad, “las tallas que más se venden y que corresponden a mujeres sanas rondan la 42”.
Adaptación de la industria
“Si una mujer entra en una tienda y el pantalón o la chaqueta que le queda bien es una talla mayor a la que estaba usando, la clienta se indigna y no compra”, describe Corbeiro. “Por eso hoy, en contra de lo que la gente cree, se fabrican tallas más grandes pero no se varía la numeración que aparece en la etiqueta”, subraya. “Cada diseñador tiene sus tácticas”.
Durante su dilatada experiencia como diseñador en Adolfo Domínguez, Juan Garrido ha visto cómo la propia firma “ha adaptado sus patrones a las demandas reales del público, porque ha evolucionado respondiendo a las necesidades de las personas que entraban en sus tiendas”. El esteta advierte “un mercado cada vez más polarizado, en el que se venden cada vez más las tallas menores y las más grandes”.
Este diseñador explica que en los años 80 primaban las líneas amplias que disimulaban los volúmenes, mientras que en las últimas temporadas las prendas marcan más las formas, “se han vuelto más agresivas”. Debido a esta tendencia últimamente se requerían constantes arreglos en las piezas, sobre todo a partir de la talla 44. Por ello la compañía decidió no sólo escalar las piezas al aumentar el tallaje -que en mujeres abarca desde la 36 hasta la 52, Adolfo Domínguez y AD+, y en hombre llega a la 58 de pantalón – sino aplicar también una serie de técnicas específicas para adaptar los diseños a la evolución de los cuerpos.
Esta es la forma en que las colecciones de este modisto contemplan “soluciones” para la descompensación que se produce con la edad entre la parte de arriba del cuerpo y la de abajo. Por ejemplo, se fabrican pantalones y chaquetas con la cintura más ancha porque es frecuente, tal y como señala Garrido, que los hombres comiencen a tener más barriga con el paso de los años. Adolfo Domínguez tiene una tienda de tallas “plus” en Barcelona, pero, por el momento, en la mayoría de sus puntos de venta la ropa de tallas pequeñas y supergrandes se mezcla, sólo se distingue por el color de su etiqueta
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Otras firmas, como Affinity, han decidido abrir tiendas específicas para la gente “más llenita”. Imperios de la industria como Zara, Mango, H&M, C&A ya sea tallando por letras – S (48,5 centímetros de ancho por 71 de largo); M (53,5 X 73,5); L (56 X 76); XL (61 X 78, 5); XXL (66 X 80)- o por números, han decidido dar a sus colecciones tallas más realistas. Grupos como Superlínea abastecen a más de 150 comercios multimarca de diseños actuales para hombre y mujer.