En todo el mundo se dan casos de personas que se oponen a la instalación de antenas de telefonía móvil cerca de sus casas. En España se han producido manifestaciones, y distintos ayuntamientos han denegado las licencias para instalar nuevas antenas debido a la presión de los vecinos. Sin embargo, hasta la fecha no se ha podido demostrar que exista relación entre ciertas enfermedades y las ondas que conducen la voz de modo inalámbrico.
Una relación discutible
Instituciones médicas y científicas han presentado estudios en los últimos años intentando establecer una relación entre el uso del teléfono móvil y ciertos tipos de cáncer y otras afecciones. Por su parte, las compañías de telecomunicaciones, que obviamente son parte interesada, afirman que los móviles son inocuos y que su uso es totalmente seguro. La información disponible en ambos casos es dispersa, y en el mejor de los supuestos, discutible.
Hechos conocidos
Los teléfonos móviles reciben y emiten ondas de radio en frecuencias cercanas a las de los hornos de microondas. Las antenas de telefonía móvil de los postes en lo alto de los edificios, también. No obstante, la potencia de estas ondas es muy baja.
Los teléfonos móviles reciben y emiten ondas de radio en frecuencias cercanas a las de los hornos de microondas
Las ondas electromagnéticas tienen efecto sobre la materia, y por tanto, también sobre los tejidos vivos, si tienen la potencia y la frecuencia suficientes. Estos efectos se dividen en ionizantes y no ionizantes.
Se dice que hay efectos ionizantes cuando las ondas electromagnéticas rompen enlaces entre los átomos. Esto quiere decir que las moléculas de ADN en las células pueden verse alteradas y producir cáncer o mutaciones hereditarias. Estos efectos los producen radiaciones de alta frecuencia e intensidad. Es el caso de los afectados por el escape de radiación de la central de Chernóbil, y la razón por la que los radiólogos se protegen detrás de cristales emplomados, ya que los rayos X sí son ionizantes y la exposición prolongada puede producir cáncer.
Las microondas tienen una frecuencia menor que los rayos X. Los únicos efectos demostrados de las microondas sobre los tejidos son los efectos térmicos, no ionizantes. Las microondas, con la potencia suficiente, pueden hacer vibrar las moléculas de agua que contienen los tejidos, calentándolos. Es el efecto en el que se basan los hornos de microondas.
Las microondas de los teléfonos móviles no tienen energía suficiente para romper moléculas
Las microondas de los teléfonos móviles no tienen, por tanto, energía suficiente para romper moléculas. Ni siquiera para calentar apreciablemente los tejidos. Las restricciones aplicadas en las radiaciones de la telefonía móvil se basan precisamente en evitar los efectos térmicos.
Lo que dicen los estudios
En los últimos años, a medida que el uso del teléfono móvil se generalizaba en todo el mundo, han surgido numerosos estudios sobre sus posibles riesgos para la salud. Llaman la atención especialmente los que apuntan a un aumento en la incidencia de tumores cerebrales más comunes, como el glioma o el meningioma. La lista de estudios es larga, pero se pueden citar algunos de los más notables.
En 2001, en un estudio realizado sobre 400.000 daneses entre 1982 y 1995, no se detectó ninguna variación en la incidencia de cáncer entre los usuarios de móviles y el resto de la población. Lo mismo ocurrió con otro estudio del National Cancer Institute (NCI) en EEUU en el mismo año: no se encontró relación alguna.
No obstante, un estudio realizado por científicos del Karolinska Institutet de Estocolmo en 2004 mostraba que las personas que usaban el teléfono móvil con mucha frecuencia tenían más riesgo de padecer un tumor cerebral benigno, llamado ‘schwannoma vestibular’, precisamente en el lado de la cabeza donde sujetaban el teléfono. Participaron 750 personas que habían usado teléfonos móviles al menos durante 10 años.
Un estudio de varias universidades británicas realizado a lo largo de cuatro años no pudo establecer ninguna correlación entre el uso de móviles y la forma más común de tumor cerebral
En enero de 2005, un estudio de varias universidades británicas realizado a lo largo de cuatro años no pudo establecer ninguna correlación entre el uso de móviles y el riesgo de padecer glioma, la forma más común de tumor cerebral. Tampoco encontró relación el estudio del Consejo Holandés de Salud en el mismo año.
Por otro lado, en el estudio más reciente del Instituto Nacional Sueco para la Vida Laboral, 85 de los 905 casos de tumor cerebral estudiados resultaron ser usuarios frecuentes de telefonía móvil.
Defectos de forma
Todos estos estudios, aunque con conclusiones diferentes, comparten un defecto metodológico: fueron realizados sobre personas a quienes ya se les había diagnosticado un tumor, y por medio de encuestas. En estos casos, las respuestas pueden estar exageradas o distorsionadas por el conocimiento de la enfermedad.
Por su parte, los estudios que no encontraron riesgos han recibido críticas de otros médicos y científicos que argumentan que se realizaron en los años en que los teléfonos móviles eran analógicos. Según éstos, los teléfonos digitales (como los GSM, que hoy son mayoría) representan un riesgo más elevado. Los críticos también apuntan a que algunos de los estudios que no encontraron riesgos habían sido encargados o financiados por empresas de telecomunicación.
Algunos ayuntamientos en España han dictado ordenanzas restringiendo las instalaciones de antenas cerca de hospitales y escuelas, mientras que en otras ciudades se pueden instalar sin obstáculos
Sin llegar a hablar de cáncer, en un reciente estudio de la Universidad de Valencia sobre usuarios frecuentes de móviles se encontró una incidencia mayor de depresión, cansancio, pérdida de apetito, dificultades de concentración, problemas cardiovasculares, náuseas, trastornos del sueño, irritabilidad, mareos, problemas de piel, pérdidas de memoria y dolores de cabeza. Por otro lado, todos ellos son típicos síntomas asociados con el estrés.
Otros estudios asocian el uso de móviles con anomalías en la producción de melatonina, una hormona que regula los ciclos de sueño. También hay demandas judiciales. El neurólogo Christopher Newman demandó en 2000 a siete operadoras de telefonía móvil y dos asociaciones sectoriales por 800 millones de dólares, a quienes hacía responsables de su tumor cerebral.
Algunos ayuntamientos en España han dictado ordenanzas restringiendo las instalaciones de antenas cerca de hospitales y escuelas, mientras que en otras ciudades se pueden instalar sin obstáculos. Las compañías argumentan que esto es un sinsentido, porque los niños y enfermos estarían igualmente expuestos en cualquier otro sitio de una ciudad, o incluso en sus casas.
¿Qué creer?
Hay tres métodos para realizar un estudio científico que pueda determinar si algo es o no cancerígeno: ensayos con animales, cultivos de células, y ensayos clínicos con personas.
En los dos primeros casos se determina directamente si un factor, como determinada sustancia o radiación, produce cáncer en el cultivo de células o en el animal. El resultado se puede extrapolar fácilmente al caso de las personas. Es mucho más complicado, sin embargo, extrapolar otros resultados, como las alteraciones del sueño, por ejemplo.
Los estudios más alarmantes sobre los móviles hablan de incrementos en riesgos de cáncer muy bajos, inferiores al 10%
En el caso de los estudios clínicos o epidemiológicos se recogen datos estadísticos. “El cáncer se debe en un cinco por ciento de los casos a la herencia genética, y en el resto a los factores ambientales” dice Joan Climent, investigador del ‘Comprehensive Cancer Center’ de la Universidad de San Francisco. “En un solo caso influyen muchos factores, y además son acumulativos. En los estudios clínicos o epidemiológicos es muy difícil aislar uno solo de todos los posibles factores de riesgo. Es necesario estudiar muchos casos, en poblaciones muy grandes y durante mucho tiempo”.
Para hacer más complicadas las cosas, el uso de teléfonos móviles se ha extendido muy recientemente, sobre todo en los últimos 10 años. Un tumor puede tardar décadas en desarrollarse, y los modelos de teléfonos, las radiaciones que emiten y la forma en la que la gente los usa cambian constantemente.
En ciencia no es posible afirmar que algo nunca va a ocurrir, lo que se llama “probar una negativa”. No es posible por tanto probar la inocuidad de los móviles, porque siempre cabrá una posibilidad, aunque sea pequeña, de que sean un riesgo. Pero hasta el momento no se ha demostrado de modo fehaciente que sean dañinos.
Si realmente existe un riesgo, todo apunta a que debe ser pequeño; por el momento parece mucho más probable contraer cáncer por el consumo de tabaco y alcohol
Los estudios más alarmantes sobre los móviles hablan de incrementos en riesgos de cáncer muy bajos, inferiores al 10%. “Con esos porcentajes no se puede afirmar que se trate de un solo factor”, explica Climent. “Quizá dentro de 20 años se puedan extraer conclusiones, y quién sabe si serán un factor más, como el estrés. Pero si hubiera una relación directa entre los móviles y el cáncer, ya se habría descubierto”.
Si realmente existe un riesgo, todo apunta a que debe ser pequeño. Por el momento parece mucho más probable contraer cáncer por el consumo de tabaco y alcohol, la contaminación ambiental, los pesticidas agrícolas, o el estrés. Hay sin embargo un riesgo mucho más real: hablar por el teléfono móvil mientras se conduce y sufrir un accidente.