Durante varias décadas del siglo XX, el dinero que llegaba de los emigrantes -las remesas- impulsó la economía española, aunque ahora la situación se ha invertido. España se encuentra entre los países más desarrollados y se ha convertido en el quinto país que más remesas envía del mundo, gracias a los inmigrantes que ahorran para mandar lo que pueden a sus familiares. Estos ingresos extra ayudan a las familias de origen a escapar de la pobreza y constituyen un importante factor de desarrollo en caso de que se inviertan de la forma adecuada, por lo que muchos países han comenzado a centrarse en aprovechar todo el caudal de las remesas, que en muchos de ellos supone cifras superiores a todas las ayudas al desarrollo juntas.
De país receptor a ‘remesador’
Las remesas, es decir, el dinero que los inmigrantes envían a la familia que vive en el país de origen, se producen en todo el mundo, en un fenómeno que viene provocado por el alejamiento familiar temporal de la persona que emigra. Según datos del Banco Mundial, en 2004 se movieron por este método casi 100.000 millones de euros y la Unión Europea fue el principal origen de las remesas,
En 2004 se movieron por este método casi 100.000 millones de euros y la Unión Europea fue el principal origen de las remesas
España recibió 4.184 millones de euros mientras que los inmigrantes mandaron al exterior 4.189 millones, según estadísticas del Banco de España
Desde 2004 esta tendencia crece y en 2005 se alcanzaron los 4.614 millones de euros remesados por los extranjeros -316 millones de euros más que las remesas que recibió España, mientras que de enero a julio del presente año, el incremento es significativo, con unas cifras de 3.346 millones de euros enviados por los inmigrantes residentes en España, 887 millones más que en el mismo periodo del año anterior.
Sin embargo, estas estadísticas se quedan cortas para medir el fenómeno de las remesas, porque no recogen lo que se conoce como ‘envíos informales’, es decir, todos aquellos que no se tramitan ni por los bancos ni por las empresas que se dedican a mandar dinero, y han aterrizado con fuerza en España. “Es el caso de Marruecos, un país vecino en que la gente puede ir y venir con facilidad con el dinero en el bolsillo o el caso de la abuela que mete el billete en una carta. Además, existen mecanismos que son organizados mediante previo pago, como la Hawala, una red que existe en algunos países musulmanes”, explica Iñigo Moré, fundador de Remesas.org, un laboratorio de ideas que analiza los efectos de las remesas.
Por esta razón, la Asociación Nacional de Agencias de Envío de Dinero estima que más del 50% de las remesas no se computan en las estadísticas oficiales. De todas formas, estos datos sirven para captar varias de las características de este fenómeno. Así, según las últimas estadísticas del Banco de España -correspondientes a 2004 y 2005-, la zona que más remesas recibe es América Latina y el Caribe, con casi el 70% de los envíos, con Colombia y Ecuador como principales beneficiarios, ambos con porcentajes que rondan el 20% del total. En otras zonas, destacan Rumanía, con el 7,7 % de las remesas totales y Marruecos, con el 6,9%.
Evitan la pobreza
El impacto del dinero que ahorran los inmigrantes para mandar a sus familias es inmediato en los lugares de origen. Lo que en los países más avanzados puede ser poco dinero -unos 1.500 euros al año de media, calcula Moré- resuelve muchos problemas en las zonas menos desarrolladas, porque facilita que se cubran aspectos como la alimentación, la educación o la salud. “Las remesas resuelven muchas situaciones de pobreza límite, de familias que necesitan el dinero básico para consumo de alimentos o para escolarización”,
“Las remesas resuelven muchas situaciones de pobreza límite, de familias que necesitan el dinero básico para consumo de alimentos o para escolarización”
Cada euro que se manda a estos países vale su peso en oro. “Para una persona que es pobre y que vive sin dinero -con menos de un euro al día- y sin trabajo, cuando le mandan 300 euros automáticamente deja de ser pobre. Como son regalos, constituyen el mecanismo más eficaz para eliminar la pobreza”, defiende Moré.
Sin embargo, en algunos casos existe una gran diferencia entre lo que el inmigrante envía y lo que su allegado recibe, por culpa de las variaciones en las comisiones. “Es un mercado relativamente nuevo, en una fase de inmadurez, por lo que presenta un grado de dispersión importante en cuanto a las tarifas. También es obvio que si se encuentran las comisiones entre el 3 y el 23 %, es porque hay alguien que lo paga al 23 porque no sabe que por otro lado se puede hacer al 3”, analiza Moré.
En los últimos tiempos se aboga en diversos países por una reducción de las comisiones para intentar que llegue el máximo dinero posible al destino elegido. En el hipotético ejemplo de una comisión del 23% para una transferencia de 300 euros, el familiar sólo recibiría 231, mientras que si se cobrara el 3% sobre esa cantidad -el mínimo que actualmente se oferta, llegarían 291 euros, es decir, 60 euros más. De momento, las reducciones en las comisiones son mínimas, Remesas.org calculó que los precios sólo habían descendido un 1% entre 2005 y 2004. “En este tema, los Gobiernos tienen mucho que trabajar porque es incomprensible que en tiempos como los actuales, con un gran desarrollo de las tecnologías de la información y de las transacciones bancarias, se sigan utilizando sistemas tradicionales que encarecen las transferencias, en vez de hacerlas a costes muy reducidos”, denuncia Luis Abad, profesor titular de sociología de la Universidad Complutense de Madrid y experto en temas de migración y desarrollo.
¿Pueden ayudar al desarrollo?
Las remesas se han convertido para muchos países en el primer ingreso de divisas internacionales, como corroboran las estadísticas de Remesas.org, que descubren que las remesas españolas, sin contar las que llegan de otros países, suponen el 5,7% del Producto Interior Bruto de Bolivia o el 3,7% de Ecuador. Pero, ¿pueden las remesas realmente ayudar al desarrollo?
La respuesta es controvertida. “Generan una dinámica de desarrollo importante, tanto para el inmigrante que está aquí, como para las familias y en últimas para aquellos países de donde son originarios los inmigrantes”, señala Iván Forero, coordinador estatal de CEAR en el Consenso Social sobre Migración. Sin embargo, se debe tener en cuenta que las remesas son un envío privado de dinero, de una persona a su familia y lo que hagan con lo que reciben es su decisión. Por eso, señala Ribas, que en ocasiones “se destinan a consumos superfluos, a la construcción de una gran casa o a objetos que sirven para aparentar”, en lugar de optar por un proyecto a largo plazo, como una pequeña empresa o comercio. “Existe evidencia empírica de que las remesas reducen la pobreza de las familias que las reciben, pero también de que incrementan las desigualdades internas del país
“Existe evidencia empírica de que las remesas reducen la pobreza de las familias que las reciben, pero también de que incrementan las desigualdades internas del país”
Sin embargo, la oportunidad de encauzar todo ese dinero que llega a través de las remesas en proyectos que ayuden al desarrollo de los países es inmensa. Por esta razón, los organismos internacionales se han centrado en cómo aprovechar los canales por los que llega capital, después de comprobar que las remesas captan más dinero que la inversión directa y la ayuda al desarrollo. Ribas lo ilustra con el ejemplo de México, India o Filipinas, cuyas remesas recibidas se encuentran muy por encima de cualquier dinero que venga del extranjero.
Esta investigadora subraya que la estrategia más en boga en estos momentos para aprovechar todas las remesas consiste en “implicar a comunidades de inmigrantes en el exterior con su región propia de origen”. Abad concreta que los gobiernos pueden fomentar el uso productivo de las remesas con este método, ya que “las remesas colectivas se destinan en su mayor parte al desarrollo local, en obras sociales o infraestructuras locales”. Todo este proceso necesita de complementos como la formación en destino, para gestionar el dinero recibido, en iniciativas tan interesantes como los microcréditos.