Desde que se obtiene el permiso de conducir hasta que se vuelve a coger un coche pueden pasar varios años. Las causas que explican esta circunstancia son variadas: carecer de vehículo propio, haber presenciado un accidente, preferir la comodidad de dejarse llevar por otras personas. Por esta razón, cuando tras un largo periodo sin conducir se decide volver a hacerlo, es importante recurrir a una autoescuela para refrescar los conocimientos y dejar la formación en manos de profesionales. El hecho de saber conducir no implica que se sepa enseñar, por lo que no todas las personas adultas -amigos y familiares- dispuestas a ocupar el lugar del acompañante son la opción más idónea. Lo principal es transmitir confianza y seguridad a quien se sienta al volante, en lugar de los vicios y rutinas que algunas personas acumulan a lo largo de los años.
Volver a la autoescuela
Tras varios años sin conducir, algunas personas encuentran en el verano el mejor momento para hacerlo. Las posibilidades de realizar un desplazamiento en coche se incrementan y, en general, se dispone de más tiempo libre para practicar. José Antonio Amador, presidente de la Federación de Autoescuelas de Barcelona, asegura que entre un 10 y un 12% de las personas que acuden a una autoescuela se encuentran en esta situación. Ya sea por miedo, por pereza o por no disponer de vehículo propio, en ocasiones, puede ocurrir que el permiso quede abandonado en un cajón y pasen varios años hasta que vuelva a sacarse. “Generalmente, hay un mayor índice de mujeres con carné que no conducen porque prefieren dejarse llevar por sus parejas. Ellas son las que más acuden a las clases de reciclaje”, explica Amador.
Desde la Fundación José Pons, que defiende la formación y la educación continua en seguridad vial, su directora, María Jesús Magro, considera que todavía son pocos los conductores y conductoras que aprovechan el verano para ponerse al día en las deficiencias que tienen a la hora de conducir, aunque aplaude a quien lo hace. Reconocer que no se tienen las habilidades suficientes para conducir, aunque se tenga carné, es un paso importante. Los códigos y normas de circulación están expuestos a cambios que hay que conocer antes de salir a la carretera. Es posible que si no se ha conducido en varios años, estos hayan variado. Además, la falta de práctica puede llevar a olvidar aspectos mecánicos o de seguridad, que también hay que refrescar. Lo más acertado para solventar estas cuestiones es acudir de nuevo a una autoescuela. “Es totalmente necesario y hasta de sentido común”, señala el secretario de la Asociación Provincial de Autoescuelas de Madrid, Ricardo Cano.
“El reglamento de circulación es una materia muy viva y hay cambios normativos constantes”
Durante las clases de reciclaje, la persona vuelve a adaptarse al manejo de los mandos del coche, a integrarse en la circulación y a conocer modificaciones que, probablemente, se han producido desde que obtuvo el permiso de conducir. “El reglamento de circulación es una materia muy viva y hay cambios normativos constantes”, insiste Cano. Las probabilidades de que estos cambios se hayan producido aumentan cuando han transcurrido entre tres y cuatro años desde que se aprobó el carné. Incluso es posible que algunos puntos sean totalmente nuevos, es decir, que ni siquiera se aprendieron durante el proceso de preparación.
El número de clases que es necesario para actualizar los conocimientos depende de cada persona. Este número puede variar en función del tiempo que lleve sin practicar, la edad o la actitud. No es lo mismo una persona sin miedo a manejar un volante que otra con miedo, bien porque no ha conducido desde que obtuvo el permiso o porque se ha visto implicada en un accidente de tráfico. Si se tiene experiencia o no ha pasado mucho tiempo desde la última vez que se condujo, el proceso de adquisición de conceptos será más rápido.
Por otro lado, también es recomendable contratar varias clases de “refresco” cuando la conducción se convierte en una serie de prácticas que se realizan por rutina, “sin valorar si es correcto o no”. “Un reciclaje es bueno, al menos, en el aspecto teórico”, recomienda Amador. En el caso de las personas mayores, estas clases vienen bien para refrescar los conocimientos, “porque los reflejos no se los podemos devolver”, añade Cano. Incluso aunque no se pierda el hábito de conducir, hay cierta carencia de reflejos que, en ocasiones, se puede compensar con experiencia. Si la pérdida de reflejos responde a una pérdida auditiva o visual, será muy difícil de recuperar y habrá que valorar hasta qué punto se va a comprometer la seguridad propia y ajena en la carretera.
Reeducar en la conducción
Un aspecto que puede pesar a la hora de decidirse a dar clases de reciclaje es el precio. Amador explica que éstas son entre tres y cuatro euros más caras que las clases de aprendizaje, “ya que estos alumnos no pagan el precio de la matrícula, sólo el coste de las clases”. El precio es libre y lo decide cada autoescuela, que puede tener en cuenta varios factores, como la competencia de las autoescuelas de alrededor. No obstante, María Jesús Magro insiste en que el verano es un buen momento para buscar soluciones a las carencias que nos acompañan a la hora de conducir, porque nuestra vida puede depender de esos conocimientos.
“El precio es libre y lo decide cada autoescuela, que puede tener en cuenta varios factores, como la competencia de las autoescuelas de alrededor”
A su juicio, esta época se puede aprovechar para reeducar a los conductores y conductoras que hayan perdido habilidades, siendo conscientes de que “reeducar implica que previamente se ha educado”. En este sentido, considera que el sistema actual de formación de conductores se centra en la memorización de conocimientos y la adquisición de habilidades, “dejando de lado el tema de adquirir actitudes y valores”, y apela a los profesores de autoescuela para que no sólo transmitan los conocimientos técnicos, sino también los peligros que la falta de valores ante el volante pueden suponer, tanto para el propio conductor, como para el resto de la sociedad.
Para Magro, en la obtención del permiso de conducir generalmente, se busca la superación de un examen en lugar del dominio del vehículo o la comprensión de los peligros que se afrontan en las vías públicas. Por ello, apuesta por fomentar la educación vial de los conductores y conductoras, y confía en los profesores de las autoescuelas como “los profesionales que pueden desarrollar este papel con la dignidad necesaria”.
Perder el miedo a conducir
Cuando una persona deja de conducir puede hacerlo por varios motivos. En este sentido, cuando la principal motivación para no sentarse al volante es el miedo, hay que tener un tacto especial. Haber presenciado un accidente de tráfico o haber estado implicado en él directamente son dos episodios que pueden resultar traumáticos y obligan al copiloto a actuar como elemento de confianza. Por esta razón, no siempre es bueno echar mano de otra persona adulta (amiga o familiar) que sepa conducir para acompañar en los primeros trayectos. En todo caso, si se hace, el acompañante debe ser muy paciente y no poner nerviosa a la persona que conduce. “Saber conducir no significa saber formar”, explica Ricardo Cano.
“Lo que necesita una persona que ha estado varios años sin coger un vehículo es confianza y eso se lo da la autoescuela”
Algunas personas pueden ser muy buenas conductoras pero, sin embargo, no saben transmitir los conocimientos. Otras puedan “malformar”, según Cano, a la persona que los recibe. Aunque viajar acompañado de un familiar o de un amigo puede reportar una seguridad inicial, quienes están verdaderamente capacitados para formar son los profesores de autoescuela. “Aun a riesgo de parecer un consejo interesado”, precisa Cano. “Lo que necesita esa persona que ha estado varios años sin coger un vehículo es confianza y eso se lo da la autoescuela”, apunta Amador. El miedo a conducir influye en el estado anímico hasta el punto de que la persona puede vivir con sufrimiento el momento de ponerse al volante. Por ello lo más importante es infundirle tranquilidad y confianza, conseguir que se sienta cómoda en el asiento y que conozca el vehículo.
En cuanto a las clases, las primeras tomas de contacto deberían realizarse por lugares en los que la circulación sea mínima o el recorrido resulte familiar a quien conduce. Cuando se domine la conducción por estas zonas, se podrá pasar a circular por otras de mayor dificultad. Lo ideal son los recorridos e itinerarios que una persona conoce y realiza habitualmente, aunque sea como peatón. De esta manera, se conseguirá que coja confianza en el manejo del vehículo y que, al conocer la zona, sepa dónde tiene que girar o la ubicación de las intersecciones de mayor dificultad. “Lo que no se pueden hacer son recorridos de investigación”, señala Amador.
Respecto al hecho de que se aproveche el verano para realizar estas clases de refresco, Ricardo Cano aconseja que se adelanten a los meses de abril o mayo. En verano el número de matriculados aumenta en las autoescuelas y, por tanto, resulta más complicado encontrar un hueco para dar clase. No obstante, cree “comprensible” que las personas interesadas opten por dar las clases en la fecha más próxima a cuando realmente van a necesitar la formación, esto es, “en vísperas de la campaña de verano, en los días más próximos a la salida”.