Portero físico: en vías de extinción
La figura del portero ha ocupado, durante años, un papel cotidiano y visible en las comunidades de vecinos; tan útil que, en muchos casos, resultaba casi impensable prescindir de sus servicios. Más allá de custodiar el portal, dar los buenos días, recibir la correspondencia o mantener a punto el inmueble, sus tareas, en ocasiones, excedían lo estrictamente laboral y daban paso a una relación personalizada, con un toque de familiaridad. No era un copropietario más, pero residía en el edificio, conocía a todos por su nombre y eso permitía que los vínculos fueran más estrechos que en otro tipo de trabajos.
El oficio todavía existe, aunque en proporciones cada vez menores. En la actualidad, son pocos los porteros que se ajustan al esquema clásico. Por lo general, trabajan en comunidades con un poder adquisitivo alto o medio alto, están en edad de jubilarse y, cuando lo hacen, el puesto no se renueva. Al menos, no con las características de antaño. Los que son contratados hoy en día ya no viven en el edificio donde trabajan, se limitan a unas tareas concretas y cumplen un horario estricto, respondiendo más al perfil de un conserje. Pero tampoco ellos son ya lo habitual en los inmuebles. El avance de las nuevas tecnologías, el ahorro y el propio ritmo de la vida actual inciden de manera directa en que las comunidades de vecinos prefieran un buen sistema electrónico y la contratación de empresas de servicios -como el de limpieza o mantenimiento- a asumir los costes mensuales que supone un portero tradicional. Si el debate se reduce a números, casi no hay discusión posible: es más barato y más simple instalar un videoportero.
El avance tecnológico, el ahorro y el ritmo de vida provocan la elección de sistemas electrónicos y empresas de servicios antes que asumir el coste de un portero tradicional
Desde el punto de vista material, el modelo anterior no compensa. Al menos, así lo asegura Juan Antonio Díez, administrador de fincas, quien afirma que es más rentable contratar a una empresa de limpieza o a alguien que acuda a cambiar las lamparillas, que afrontar un sueldo con sus pagas extra, las vacaciones, las bajas, y la vivienda. Porque, además de proporcionar una residencia al portero, muchas veces sus gastos básicos corren por cuenta de la comunidad. Según afirma Díez, antes se llegaba a acuerdos, dependiendo de cada edificio. Algunas veces, los propietarios pagaban un porcentaje de las facturas de luz, agua y teléfono. Otras, lo pagaban todo. De ahí que la tendencia sea la eliminación del personal, que los vecinos ya no soliciten este tipo de servicio, y que prefieran alquilar o vender el inmueble que antes ocupaba el empleado. Como indica el administrador de fincas, el sueldo de un portero ronda los 800 euros mensuales, de los que se descuenta la seguridad social, pero algunas veces llega a más, sin contar las propinas, que también suman. “Tener uno en el edificio es un lujo que, actualmente, no muchos pueden permitirse”.
El portero, un valor añadido
El hecho es que, de un tiempo a esta parte, los porteros tradicionales trabajan en edificios cuyos propietarios gozan de cierto poder adquisitivo. Para establecer una simple relación basta decir que cuanto mayor es el nivel socioeconómico de una comunidad, mayor es también la probabilidad de que contrate los servicios de este profesional. Tanto es así que esta ecuación se nota en el mercado y, aunque resulte sorprendente, la existencia o no de un portero físico puede condicionar la compra de un inmueble.
Para Ambrosio Gonzalo Margüello, delegado en Vizcaya de la Asociación de Expertos Inmobiliarios (APEI), hay dos vertientes muy claras. Por un lado, en los pisos que rondan los 265.000 euros, no tener portero favorece la venta, puesto que evita una serie de gastos mensuales. Por otro, en pisos de precio más elevado, se valora positivamente la presencia de un portero y el servicio que presta, porque soluciona problemas y a los propietarios les gusta tener a una persona que se ocupe de ellos. Algo similar ocurre con los alquileres, donde el hecho de contar con un portero físico se convierte, incluso, en un reclamo; un valor añadido, como el ascensor o la calefacción, que cotiza mejor el inmueble a la hora de arrendarlo. Pero, al igual que otros especialistas, el delegado vizcaíno de la APEI destaca que la figura del portero está en franca extinción, y asegura que quedan en pocos sitios. Antes los había en viviendas de tipo medio, pero eso ha desaparecido. Como señala el administrador Juan Antonio Díez, además de que ya no se solicita este servicio, quienes lo buscan tampoco lo encuentran.
De servicio familiar a empresas de mantenimiento
No cabe duda de que los porteros de antaño y los conserjes actuales cumplen teóricamente las mismas funciones, pero tampoco escapa a nadie que la relación laboral es completamente distinta. En la actualidad, se contrata a una persona que cumple un horario y luego se va a su casa. Ya no está disponible las veinticuatro horas del día, como antes, que incluso se encargaba de tareas mucho más personales. Eso supone un cambio radical, según asegura Margüello. Pero la disponibilidad permanente no es lo único que se ha perdido. Existe otro cambio notable: el portero de hoy está solo.
Ocuparse de la portería es casi siempre un trabajo netamente masculino. No obstante, cuando se contrataba a un conserje tradicional, gran parte de las veces el hombre se trasladaba al edificio acompañado por su familia. Y el resultado casi siempre era el mismo: todo el núcleo familiar se encontraba al servicio de la comunidad. “El portero se ocupaba de sus tareas y ganaba dinero extra arreglando pequeños desperfectos en las viviendas, o limpiando plazas de garaje. Al mismo tiempo, su mujer cogía dos o tres pisos para limpiar. Si tenían hijos, éstos hacían recados en los comercios cercanos. Al final, trabajaban todos”, como relata Díez. De ahí que las comunidades echen de menos lo que tenían antes; algo que “ya no existe”.
Lo que sí hay, y se utiliza con frecuencia en edificios de lujo, son empresas que ofrecen servicios de mantenimiento y conserjería. Pero, incluso en estos casos, el sistema es distinto. Por empezar, el portero ya no es empleado de la comunidad, sino de la empresa, con la que se acuerda un régimen horario total o parcial. Al mismo tiempo, la firma cubre otro tipo de tareas, como la limpieza, las desinfecciones o la jardinería. De hecho, algunas de estas empresas nacieron como consorcios de limpieza y, con el tiempo, fueron ampliando el abanico de ofertas, oficios y clientes, ya que también atienden las necesidades de los edificios públicos, oficinas y clínicas.
Limpieza y seguridad: lo más valorado
Si la familiaridad -ventaja para unos y motivo de recelo para otros- no encaja en esa dinámica, la incorporación de porteros ni siquiera es un tema de debate para los propietarios de un edificio. Lo cierto es que “hoy por hoy, el tema no figura en ninguna orden de junta”, según expone Fernando Cuesta, desde la Federación de Asociaciones de Vecinos de Álava. En contrapartida, lo que gana terreno es la instalación de porteros electrónicos con cámara. El sistema es más efectivo y da más seguridad”.
En las reuniones vecinales la duda no es si contratar un portero físico o instalar uno electrónico, sino qué tipo de portero automático será más útil a la comunidad
Eso parece ser lo más importante a la hora de hacer una elección, porque de todas las tareas que podía desempeñar un conserje tradicional, la más valorada es la seguridad, seguida de la limpieza. Eso explica que, actualmente, se extienda el uso de videoporteros, se instalen dobles puertas cuando las características del edificio lo permiten y se contrate a alguien que limpie las zonas comunes del inmueble. En este último caso, algunas veces los copropietarios se encargan de la gestión por sí mismos y otras, se decantan por una firma especializada. La oferta abunda en el mercado y no es novedad que las empresas de limpieza suponen una solución para gran parte de las comunidades.
En cuanto a la seguridad, el ahorro que supone un dispositivo electrónico es una razón de peso para decidirse por esta opción. Cuando se instala un portero electrónico, se hace un único desembolso. Luego existe un servicio de mantenimiento, como con el ascensor, que cada cierto tiempo revisa que todo esté bien. En cualquier caso, “el coste es mucho menor”, según subraya el miembro de FAVA, quien agrega que si se cambia, se hace hacia lo moderno. Esto significa que, en las reuniones vecinales actuales, la disyuntiva no pasa por contratar a un portero físico o instalar un portero electrónico, sino en qué tipo de portero electrónico será más útil a la comunidad.
La era de la imagen
Cualquier edificio de varios pisos, ya sea antiguo o de nueva construcción, posee un portero electrónico. Aún más, cada vez con mayor frecuencia, las viviendas urbanas cuentan con videoporteros. Su precio en el mercado varía mucho, desde los 400 euros hasta lo que la imaginación permita, y está sujeto a diversos factores, como la marca, el instalador, los materiales de fabricación, las prestaciones del equipo o la cantidad de viviendas que tenga el portal.
No es lo mismo un videoportero de plástico que uno de aluminio, ni es igual uno que ofrezca imagen en blanco y negro a otro que tenga pantalla a color. El precio de base de un dispositivo sencillo -que ronda los 400 euros- consiste en un kit pensado para viviendas unifamiliares, con una pieza exterior (donde se encuentra el pulsador del timbre y la cámara), una pieza interior (donde está el teléfono y la pantalla), y un manual con instrucciones claras para que la instalación no suponga un problema. Efectivamente, parte del ahorro estriba en que el cliente aporte la mano de obra. Esto no ocurre, sin embargo, en los aparatos diseñados para edificios con muchas viviendas, pues la complejidad de la instalación requiere de un especialista, normalmente, un empleado de la empresa que vende el producto.
Según una empresa del ramo, el precio en su catálogo de un videoportero digital para tres viviendas oscila entre los 900 y los 2.000 euros. Aunque la marca y el vendedor es el mismo en todos los casos, los modelos tienen prestaciones distintas que inciden directamente en el coste. Entre ellas, el tipo de tecnología, la resolución de la pantalla, el contar con elementos inalámbricos, la posibilidad de grabar imágenes para saber quién ha venido a casa o el diseño de los componentes. Estos detalles también influyen en el valor de los videoporteros para cuatro viviendas o más, cuyo precio se va incrementando según aumenta la cantidad de pisos.