Estudios recientes muestran que la contaminación acumulada en el suelo reduce la producción agrícola y amenaza la agricultura sostenible. La consecuencia es una mayor dependencia de los abonos nitrogenados y un mayor riesgo de contaminación de las aguas por nitratos.
Descenso de la productividad
El nitrógeno es esencial para el crecimiento de las plantas y la agricultura hace que este elemento vaya agotándose del suelo. Para remediarlo, la agricultura convencional ha optado por la aplicación masiva de fertilizantes nitrogenados y el riego abundante. El problema es que las plantas sólo absorben la mitad de esos fertilizantes. El resto se filtra a través del suelo con las aguas de riego y acaba contaminando los acuíferos y ríos. Estudios realizados en el Reino Unido han calculado que se filtran entre 50 y 60 kilogramos de nitrógeno por hectárea al año y que el 58% de los nitratos que contaminan los acuíferos proceden de la agricultura. En España, éste es un problema muy extendido. Una de las zonas más afectadas, aunque no la única, es la Comunidad Valenciana, donde en muchos acuíferos se supera el límite de 50 miligramos de nitratos por litro de agua establecido por la UE.
El nitrógeno es esencial para el crecimiento de las plantas y la agricultura hace que el nitrógeno del suelo vaya agotándose
Si la cantidad de fertilizante aplicada es moderada, no tiene por qué producirse un exceso de nitratos. El riesgo surge, apuntan los expertos, cuando se sobrepasan las cantidades recomendadas en un intento de conseguir un mayor crecimiento de las plantas. Pero añadir más fertilizante no supone automáticamente un aumento de la productividad, ya que la causa del poco rendimiento de los cultivos puede tener otro origen. Es lo que ha revelado el trabajo de la Universidad de Oregon, publicado recientemente en la revista Proceedings of the National Academy of Sciences (PNAS).
Según el estudio, los compuestos químicos presentes en el suelo afectan al crecimiento de los cultivos de leguminosas, ya que reducen su capacidad de capturar y fijar nitrógeno (un proceso esencial en el crecimiento de este tipo de plantas). Por ejemplo, el insecticida metilparation -que se aplica a la alfalfa y al algodón- reduce la productividad en un 35%, y el DDT – que aunque ya no se usa, está presente en muchos suelos agrícolas- en un 45%. El bisfenol A, un compuesto empleado en los plásticos y que se ha convertido en un contaminante prácticamente omnipresente, provoca una reducción de la productividad en la alfalfa de un 50%. Otro contaminante, el pentaclorofenol, usado para proteger la madera de los postes de teléfono y de otras infraestructuras, reduce el rendimiento de los cultivos en hasta un 80%. Todo ello explicaría, dicen estos expertos, el descenso en la productividad que se ha visto en los últimos 40 años en todos los países y a pesar de la creciente aplicación de fertilizantes y pesticidas.
La agricultura sostenible, en jaque
Este efecto de los contaminantes es doblemente negativo. Por un lado, porque disminuye la productividad del cultivo. Por otro lado, porque afecta a las leguminosas, que son una de las mejores bazas que tiene la agricultura para controlar el uso de fertilizantes.
Lo que muestra el estudio de los estadounidenses es que los contaminantes merman el crecimiento de las plantas porque impiden esa capacidad de capturar el nitrógeno. Es una muy mala noticia porque augura que será difícil reducir la dependencia de los abonos nitrogenados. Además, en países en desarrollo, donde los fertilizantes resultan muy caros para el agricultor, el cultivo rotatorio de leguminosas es una forma económica de mantener la fertilidad del suelo. En esa línea, John McLachlan, del Centro Tulane para la Investigación Bioambiental (EE.UU.), avanzaba en declaraciones a la revista Environmental Health Perpectives los resultados de sus experimentos aún sin publicar. Y lo que han visto ellos también es que los pesticidas afectan al proceso de fijación de nitrógeno de un centenar de plantas leguminosas tropicales y subtropicales. Muchas de estas especies son árboles y arbustos, como la teca o el palisandro, que mejoran los suelos tropicales bajos en nutrientes. Los agricultores de estas regiones más pobres “no pueden permitirse perder estos fertilizantes naturales”, afirmaba el investigador. A largo plazo, la consecuencia no es sólo una menor productividad, sino una mayor dependencia de los abonos nitrogenados y la prolongación de un modelo agrícola que resulta insostenible.
Los contaminantes merman el crecimiento de las plantas porque impiden esa capacidad de capturar el nitrógeno
La creencia falsa de que cuanto más abono se pone, más aumenta la productividad no hace más que empeorar la situación. Entre las estrategias para evitar el problema, explica Arauzo, destaca la concienciación de los agricultores y una gestión integral de las cuencas para declarar las zonas vulnerables, cuyas aguas superan o están en riesgo de superar la concentración máxima de nitratos permitida.