“¿Dónde meto todo esto? Si tuviera más espacio…” Cuántas veces se habrán pronunciado estas mismas palabras al ver que la casa se queda pequeña a medida que se amontonan objetos en ella. Las casi siempre reducidas dimensiones de las viviendas, junto con la propensión a acumular pertenencias de todo tipo en la sociedad actual, favorece que en ocasiones se acabe desbordado por enseres que molestan, pero de los cuales no se puede o quiere prescindir. Para esos casos en los que se necesita un espacio extra que descongestione la casa o lugar de trabajo, destaca la opción del alquiler de miniespacios: minitrasteros y minialmacenes que solventan los problemas de falta de espacio de manera cómoda y a menor coste que un local al uso.
¿Qué es el «self storage»?
El “self storage”, que se podría traducir como “autoalmacenaje”, engloba a la industria dedicada a ofrecer un servicio de alquiler de minialmacenes y minitrasteros privados, cuyos usuarios, sean empresas, profesionales o particulares, hacen libre uso del mismo, con un plus de seguridad y comodidad. Desde un metro cuadrado para guardar los apuntes del hijo que vuelve a casa tras acabar la universidad, a 200 metros cuadrados, como máximo, para productos en “stock” de una empresa. La oferta es variada y flexible. Estos miniespacios se ubican, en general, en grandes superficies y cuentan con módulos divididos por paneles, que ofrecen la posibilidad de adaptar los espacios en tamaño y forma, según la demanda.
La industria del “self storage”, muy establecida en Estados Unidos, de donde proviene (nació en este país tras la Segunda Guerra Mundial y hoy cuenta allí con una oferta de más de un metro cuadrado por habitante), no se introdujo en Europa hasta finales de los años 80 (en Reino Unido). En España acaba de emerger, ya que se inició hace menos de una década, entrado ya el nuevo siglo, y está en proceso de expansión. Es un servicio que empieza a funcionar con fuerza en grandes urbes como Madrid o Barcelona y sus alrededores, aunque aún resulta poco conocido en ciudades más pequeñas de la geografía española. En algunas de ellas, de hecho, aún ni se conoce.
Uso diverso
El sector del “self storage” cuenta con clientes de todo tipo, ya sean empresas, profesionales autónomos o particulares. La demanda global en España está repartida entre estos tres grupos de usuarios, aunque se espera un incremento futuro en los particulares, entre quienes se empieza a conocer, según indica Joseph Collin, presidente de la Asociación Española de Self Storage (AESS), que agrupa a cerca del 70% del sector en nuestro país (con cerca de 30 operadores miembro, unos 60 centros repartidos por la geografía española en total).
El uso que se dé a estos espacios depende de quién los utilice. A una familia o un particular, uno de estos miniespacios puede servirle para liberar sitio en su casa, un pequeño lugar añadido que se utiliza como trastero o una solución puntual para guardar sus muebles y otras pertenencias mientras se hace una mudanza o reformas en casa. También se utilizan de forma habitual para recoger ropa u otro material fuera de temporada (como esquís, tablas de surf, material de golf, etcétera) o para guardar pertenencias durante viajes al extranjero.
Los autónomos usan los miniespacios para guardar sus materiales y maquinaria sin miedo a robos u otros percances
Para las empresas es una alternativa a los almacenes tradicionales, más costosos y con contratos a largo plazo. Además, son muy accesibles y cuentan con muelles de carga y descarga, montacargas, palés… Es habitual que también almacenen material publicitario, archivos, material en stock o, cuando se acercan las fechas navideñas, cestas u otros regalos para los empleados.
También los miniespacios empiezan a gozar de cierta popularidad entre numerosos profesionales autónomos que no tienen un lugar de trabajo fijo. Los utilizan para guardar sus herramientas y maquinaria, en ocasiones de valor, sin miedo a robos u otros percances desagradables.
Un plus de seguridad
Una de las ventajas de este tipo de espacios es, en efecto, la seguridad de que los objetos se encuentran seguros y a buen recaudo. Los recintos que acogen estos módulos o “camarotes” cuentan con modernos sistemas de seguridad. Puesto que están vigilados por cámaras, suponen una garantía contra robos, por lo que resultan una opción muy atractiva para los ya citados profesionales autónomos o empresas que necesitan guardar maquinaria.
Cada uno de los módulos o espacios cuenta con una alarma individual que se desconecta de modo automático cuando el usuario accede al recinto mediante su tarjeta personalizada. Por otra parte, el contrato de alquiler incluye un seguro básico que cubre posibles daños por diferentes eventualidades (una fuga de agua, un incendio…). Los límites de cobertura dependen de cada empresa. Esta cobertura básica se puede ampliar, con un coste adicional, según las necesidades del contratante, algo habitual si se guardan piezas delicadas o de valor considerable, como cuadros.
Objetos prohibidos
No todo está permitido al almacenar objetos en estos miniespacios, aunque las prohibiciones responden a directrices de sentido común. Por lógicas razones de seguridad e higiene, está prohibido almacenar productos perecederos, tóxicos o animales, así como productos peligrosos como carburantes o cualquier otro material inflamable o, por supuesto, cualquier material ilegal.
Cuando el cliente firma el contrato del servicio, se compromete a no almacenar ninguno de estos objetos prohibidos. Además, al ser módulos construidos con paneles no fijos, las paredes de cada miniespacio no llegan al techo, están ventilados de manera natural, por lo que cualquier olor sospechoso podría delatar con facilidad al usuario infractor.
Los precios
Las tarifas varían en función de la superficie y el tiempo de contratación. Por regla general, a mayor superficie y tiempo, más barato saldrá el metro cuadrado. Un módulo de tres metros cuadrados (bastante habitual entre los particulares que lo utilizan como trastero extra) durante un periodo prolongado (un año o más), podría costar alrededor de 70 euros al mes. El precio incluye el seguro básico, cuya cobertura difiere en función de la póliza con la que trabaje cada empresa, y puede ampliarse con un recargo, si el cliente así lo desea.
Un módulo de tres metros cuadrados durante un año o más puede suponer 70 euros al mes
Por otra parte, hay que aportar un depósito inicial (del coste aproximado de un mes de alquiler) que se devuelve al abandonar el trastero o almacén, siempre que esté en el mismo buen estado inicial. Algunas empresas estrenan cerradura con cada nuevo ocupante del módulo, por lo que éste debe comprar su llave (unos nueve euros).
La ventaja de alquilar estos módulos es su flexibilidad. Los espacios se pueden alquilar desde un solo día en determinados casos, aunque no es la demanda habitual y algunas empresas exigen un mínimo de hasta dos semanas, o bien se puede alargar la estancia cuanto se quiera en función de las necesidades o dejar de usarlo en cualquier momento, siempre que se avise con una semana de antelación. En estos casos, el pago se realizará de acuerdo al tiempo que se haya ocupado el espacio. El usuario puede acceder a su miniespacio cuando desee, en ocasiones durante el horario de apertura del recinto y, en su mayoría, durante las 24 horas del día.