Minipisos, ¿mito o realidad?
El récord lo ostenta un “piso” de diez metros cuadrados situado en Madrid. Aunque parezca increíble que alguien pueda vivir allí, son muchos los que están dispuestos a hacerlo, o en apartamentos de similares superficies. Comprar vivienda en España es cada vez más difícil. Aunque los precios se han reducido, el aumento del Euribor y la tasa de desempleo dificultan el ahorro y el acceso a un préstamo hipotecario, el primer paso para conseguir la tan ansiada vivienda propia. Por ello, en este contexto, la adquisición de un “minipiso” como el mencionado se perfila como una alternativa tentadora, sobre todo para las parejas jóvenes y las personas que viven solas. En efecto, los apartamentos de 35 metros cuadrados -o menos- son una realidad. El mito, en todo caso, tiene que ver con los costes, pues la idea de que un inmueble pequeño es barato es tan potente como falsa. Ya sea en números absolutos o en valores relativos, el precio de estos estudios se asemeja al de los pisos “normales” e, incluso, lo supera. Según datos del Ministerio de Vivienda, el coste medio del metro cuadrado en nuevas construcciones ronda los 2.780 euros; una cifra que, multiplicada por 35, situaría el valor promedio de un “minipiso” en los 97.300 euros. Pero, ¿se ajustan estas cifras a la realidad?
La realidad supera a la ficción y, también, a la estadística. Si bien es posible encontrar ofertas que se ajusten a este baremo, lo cierto es que los precios habituales están muy por encima de la media, y no sólo en los pisos de estreno. Para constatarlo, los anuncios inmobiliarios son el mejor referente, ya que recogen los valores del mercado. Los “minipisos” de segunda mano -algunos de los cuales necesitan reformas-, cuestan entre 160.000 y 190.000 euros en ciudades como Madrid y Barcelona, aunque los hay más caros todavía. En San Sebastián, por ejemplo, que registra los precios de vivienda más elevados de toda España, se venden apartamentos de 35 metros cuadrados por 392.000 euros. Es decir, a 11.200 euros por metro. Su coste es “barato” si se lo compara con otra vivienda -de 26 metros- ubicada en el barrio de Chueca, en Madrid, cuyo valor de venta está fijado en 360.000 euros; algo más de
13.800 por cada metro de espacio.
Los “minipisos” de segunda mano cuestan entre 160.000 y 190.000 euros en ciudades como Madrid y Barcelona
La carestía de estas viviendas tiene que ver con su antigüedad y calidad de construcción, con las ciudades en las que se encuentran y con su situación dentro de esas urbes. En general, se trata de pisos céntricos y bien comunicados, ubicados en barrios de moda y bonitos, o son áticos con vistas de ensueño. Así, un “minipiso” en el paseo marítimo de Cádiz cuesta 235.000 euros, o un apartamento de lujo en el barrio de Gracia sobrepasa los 360.000. Lo que se paga, más que el espacio, es el confort de una decoración exquisita y el panorama que se despliega al otro lado del cristal. Evidentemente, la percepción social ha cambiado desde abril de 2005, cuando la entonces ministra de Vivienda propuso construir apartamentos de entre 30 y 35 metros cuadrados para solucionar la demanda de inmuebles. En aquel momento, su proyecto recibió duras críticas y se tildó de descabellado. Hoy, en cambio, la compraventa de “minipisos” es un fenómeno más habitual de lo que aparenta.
Más pequeños que antes
Los últimos datos de este Ministerio señalan que el tamaño medio de los pisos es de 111 metros cuadrados aunque, en el momento de buscar vivienda, el más demandado ronda los 83 metros cuadrados. A su vez, si bien las nuevas promociones han aumentado en 2007, la superficie de cada apartamento de estreno se ha reducido en un 2,3% con respecto al año anterior. Esto significa que los pisos son cada vez más pequeños y que, en la actualidad, se construyen y venden inmuebles cuyo espacio habitable se reduce a la tercera parte de una vivienda como a la que aspira la mayor parte de los compradores. De hecho, según datos del Ministerio de Fomento, casi la mitad de los pisos de obra nueva que se ofertan en España tiene menos de 60 metros cuadrados. Pero los precios -salvo excepciones- no acompañan esa reducción. De ahí que prolifere la venta de estudios con una superficie tan escasa que no pueden catalogarse como viviendas. Algunos de ellos no llegan ni a los 15 metros cuadrados, un dato que causa curiosidad y que, además, pone en duda que allí pueda vivir alguien sin dotes de contorsionista.
El tamaño de las construcciones se reduce progresivamente mientras que el coste de estos apartamentos los convierte en verdaderos caprichos
Entre los pisos más pequeños del país, encabeza la lista un inmueble que se encuentra en Madrid y tiene tan sólo diez metros cuadrados. Su precio: 48.000 euros. Le sigue otro, también en Madrid, de 13 metros cuadrados; y uno de 15 en Barcelona, cuya terraza es más grande que el piso. Y el verano pasado, un incendio en Madrid puso al descubierto las entrañas de un inmueble que aunque estaba registrado como única vivienda, se encontraba dividido en varios “minipisos” de diez metros cuadrados, alquilados a razón de 350 euros por unidad. Sin llegar a los extremos de la tragedia, ni a las infraviviendas y su ilegalidad, cabe preguntarse quiénes compran inmuebles pequeños.
El perfil del comprador
Las personas que se deciden a comprar un piso de hasta 35 metros cuadrados responden a más de un perfil, aunque están claramente definidos. Las parejas jóvenes sin hijos son un buen público para este tipo de viviendas. Con edades que rondan los treinta años y deseos de independizarse, encuentran una alternativa viable en los inmuebles pequeños, sin lujos excesivos, que les permitan comenzar una nueva vida en común. Aunque el metro cuadrado cueste más en relación que el de un piso “normal”, el valor neto se ajusta mejor a sus posibilidades, sobre todo si ambos trabajan y pueden acceder a una hipoteca. Si, al cabo de unos años, deciden tener niños y el apartamento les queda pequeño, siempre tienen la opción de venderlo y buscar un sitio más amplio.
Parejas jóvenes y personas solas son los compradores tipo, aunque hay familias que los adquieren como segunda vivienda
Como ellos, las personas que viven solas -sean jóvenes o no- también perciben que estos pisos cumplen todas sus expectativas. Desde 1998, las viviendas en las que reside sólo una persona han aumentado en más de un 80%. Ya sea por viudedad, por divorcio o por el simple hecho de no querer convivir con nadie, lo cierto es que dos de cada diez hogares de España son unipersonales. En estos casos, residir en un piso pequeño resulta más razonable y, en cierta medida, hasta práctico. Por supuesto, las necesidades varían con las personas, su estilo de vida y sus gustos, pero mantener un “minipiso” en orden es más fácil que hacer lo propio con un chalé. Incluso las reformas, cuyo valor conjuga la mano de obra con la cantidad de materiales, resultan menos costosas cuando se acometen en estas viviendas.
Además de las parejas jóvenes y las personas que viven solas, los apartamentos captan la atención de las parejas que, aun con hijos, desean adquirir una segunda propiedad. Es el caso de las familias que pasan sus vacaciones siempre en el mismo lugar y quieren comprar una vivienda “económica” para pasar allí períodos concretos. Quizá no sea tan cómodo como un piso tradicional, pero sin duda es más práctico y confortable que una tienda de campaña. No es casual que los “minipisos”, además de concentrarse en los centros urbanos, lo hagan en zonas de playa. Por último, también hay quienes compran estos inmuebles como inversión, para alquilarlos por temporadas cortas e incluso por días -si se encuentran en lugares turísticos-, o para reformarlos y venderlos después a un precio más elevado.
Del hacinamiento al “cocoonismo”
Las viviendas de 35 metros cuadrados cobraron protagonismo en 2005, cuando la idea del Ministerio estuvo en boca de todos. En ese momento -y todavía ahora-, el concepto se antojaba novedoso o “importado” de otros países de Europa. Sin embargo, “los pisos de 35 metros no son ninguna novedad en España”, según precisa el decano del Colegio Oficial de Decoradores y Diseñadores de Interiores de Madrid. Como explica Javier Cobián, en nuestro país ha habido mucha gente que ha vivido en viviendas de ese tamaño; incluso familias con dos y tres hijos. Dividían los inmuebles en tres dormitorios y un salón para conseguir cierta privacidad, y aunque no era lo ideal, lo conseguían -dice-. Y puede dar fe de ello pues, por su profesión, ha conocido algunos.
Lo novedoso, más que el tamaño, es el tipo de personas que residen en estos pisos, la distribución de los espacios y la utilidad que se les da. Si en 1950 lo usual era emular las divisiones de una vivienda “tipo” y llegar, en cierto punto, a la sensación de hacinamiento, ahora mismo la tendencia es justamente la contraria. Desde el punto de vista demográfico, la sociedad y los núcleos familiares han cambiado desde entonces, y así como hay más personas que viven solas por elección, también hay más individuos que trabajan desde su casa. Montar un espacio de trabajo en el hogar (o un hogar en el espacio de trabajo) es una corriente que cobró fuerza en Estados Unidos con los altos ejecutivos de Manhattan. El 40% de ellos trabajaba desde su casa y elegía pisos pequeños pero bien situados en la “gran manzana” para vivir y realizar sus negocios, como resume Javier Cobián. Tanto es así que a ese estilo de vida que consistía en meterse en la vivienda como si fuera un caparazón y hacer todo desde allí se le llamó “cocoonismo”, en alusión a la famosa película de Ron Howard.
En cuanto a la distribución interior de estas viviendas, derribar tabiques, colocar muebles funcionales o montar una entreplanta para generar sensación de amplitud marcan la línea a seguir. “Los pisos de 35 metros cuadrados me parecen muy interesantes -señala Cobián-; sobre todo si están en un bajo o en un ático, pues cuentan con patios o terrazas que tienen encanto y dan juego”. Como diseñador de interiores, el decano no tarda en mencionar algunas de esas posibilidades. Por ejemplo, emplear estructuras ligeras y crear una entreplanta cuando la altura del apartamento lo permite. Eso sirve para colocar allí el dormitorio y dejar libre toda la superficie de la vivienda para hacer un gran espacio abierto. De lo contrario, se pueden separar las áreas con los propios muebles, de modo que el armario del salón sea el cabecero del dormitorio. O comprar un sofá cama… o montar una cocina americana con barra para eliminar el comedor… Y elegir muy bien los muebles, procurando que sean plegables, como las mesas abatibles y las sillas “tijera”.