Entrevista

Mónica Sánchez, periodista y autora de «Sólo Luna treinta cartas a una dama sin hogar»

No sé cuantos días soportaría la dureza de la calle
Por Miren Rodríguez 18 de abril de 2007
Img monicasan

Mónica Sánchez (Madrid, 1970) utiliza su técnica de periodista y su alma de mujer en la elaboración de ‘Sólo Luna. Treinta cartas a una dama sin hogar’. Más que un volumen se puede describir como un largo poema de una dignidad y profundidad conmovedoras, en el que recoge una treintena de cartas que la autora escribe a una mujer sin hogar, María Encina, China, con la que ha compartido meses de charlas y experiencias por las calles de Madrid. A través de ella la periodista ha conocido a otras mujeres sin hogar que le han explicado los dolores y grietas de todas las damas que han hecho de la calle su último refugio. La autora asegura, después de esta experiencia, que se puede sobrevivir sin hogar. “No sé cuantos días soportaría la dureza de la calle”, confiesa.

¿Cómo nace la idea de escribir este libro?

Por una parte, he conocido a muchas mujeres que viven en la calle y siempre las he visto como infatigables luchadoras, supervivientes natas que debían aguzar el ingenio y triplicar las fuerzas para mantenerse en un espacio tan hostil. Las mujeres sin hogar son las más excluidas de los excluidos. Pensé que su historia merecía ser contada.
Por otra parte, en un plano más teórico, cuando lees informes sobre sinhogarismo, todos coinciden en destacar que en los últimos años se ha producido un incremento en el número de mujeres que viven en situación de exclusión social. Sin embargo, tanto los programas de prevención como la bibliografía sigue siendo escasa. Al escribir quise, en la medida de lo posible, visibilizar una situación que aboca a muchas mujeres a la más cruenta marginalidad.

Es muy original el sistema que ha elegido para contar las historias

Después de muchos meses pateando las calles con China, mi guía en esta exploración por la cara más oculta de nuestras ciudades, me marché a vivir a México. Y yo quería hacer un libro cercano, un libro de corazón a corazón donde la cabeza estuviera también invitada a participar. Por eso se me ocurrió que todas las reflexiones teóricas, y las vivencias compartidas con las damas sin hogar, podían ser expuestas a través de un epistolario. Porque en las cartas hay diálogo, y diálogo ha habido -y mucho- para poder entender la vida da las mujeres sin hogar.

“Ha habido mucho diálogo en este libro para poder entender la vida de las mujeres sin hogar”

¿Se puede sobrevivir en la calle?

Se puede sobrevivir, pero hay que ser fuerte y aferrarse a las pequeñas cosas. Es increíble ver lo que valora una mujer sin hogar la sonrisa de un viandante, una palabra amable, un gesto cálido. Esos ramalazos de humanidad las hacen seguir creyendo que es posible salir adelante, y que la vida puede ser para ellas noble y justa y buena. Por otro lado, resulta increíble ver cómo algunas mujeres viven su primera temporada en la calle como una explosión de libertad. Qué no vivirían dentro de las cuatro paredes de su casa, para respirar con alivio en los primeros tiempos de calle.

El último estudio realizado revela que el 17,3% de las personas sin hogar son mujeres. ¿Está de acuerdo con este dato o hay que realizar algún matiz?

El matiz tiene que ver, principalmente, con lo que señalaba en la anterior respuesta. En el caso de las mujeres, se produce con mucha frecuencia lo que se ha venido llamando ‘exclusión invisible’, aquella que ni se ve ni aparece en estadísticas: la de muchísimas mujeres sin recursos, que viven ‘sometidas’ a los caprichos y arbitrariedades de familiares, parejas, amigos. En el caso de la mujer, mostrarse abiertamente como sin hogar es doblemente estigmatizante. En nuestra cultura, ser mujer implica ser constructora de hogar, por tanto, una mujer sin hogar se convierte en una ‘paradoja’ amarga a la que nadie quiere mirar.

Desde su experiencia investigando la vida de muchas mujeres en esta situación, ¿considera que la mujer es más fuerte, tiene más recursos para sobrevivir en la calle que los hombres, o, por el contrario, es más vulnerable?

Creo que hombres y mujeres, en estas circunstancias, despliegan su arsenal de estrategias de supervivencia.

“Creo que hombres y mujeres, en estas circunstancias, despliegan su arsenal de estrategias de supervivencia”
La mujer, por norma general, es más débil físicamente que los varones, y esto le hace buscar directa o indirectamente la protección del hombre, que a veces puede ser noble, y a veces no. En ocasiones he sentido que la mujer en extrema situación de exclusión social, aún conserva en su interior un afán por superarse, por salir adelante, por crecer. Muchas veces caen, muchas veces, pero otras tantas se levantan. Y caen, porque las mujeres cargan con un saco de culpas y estigmas demasiado pesado.

¿El ‘sinhogarismo’ femenino es un fenómeno nuevo o la mujer siempre ha estado en la calle de una forma invisible?

Hace décadas, la mujer que caía en situación de sinhogarismo estaba normalmente muy deteriorada, con las neuronas muy rotas, o las adicciones comiéndole la vida. Hoy, por los cambios culturales y sociales de nuestra sociedad, sí se ve un incremento de las mujeres en situación de calle, y ya no tan rotas como antes. Algunas han decidido acabar con sus ‘esclavitudes’ familiares, y se han expuesto al ojo público, cosa que antes era absolutamente impensable.

¿Está cambiando, entonces, el perfil sociodemográfico de una persona sin hogar en los países ricos, puesto que tradicionalmente correspondía con el de un varón?

El perfil está cambiando en prácticamente todos los países del mundo siguiendo una doble dirección. Por un lado, cada vez son más jóvenes las personas que caen en situación de sinhogarismo y, por otra, sí hay más mujeres. Además, la imagen estereotipada de persona sin hogar como hombre de edad avanzada, con problemas de adicciones, en especial el alcohol, o problemas de salud mental, y de escasa formación, se está convirtiendo en eso, en un estereotipo. No podemos olvidar, más allá de los factores individuales, los factores estructurales, la pobreza sangrante que afecta a un número creciente de personas en el llamado primer mundo. La injusticia social tiene su más clara expresión en el incremento despiadado del sinhogarismo.

“La injusticia social tiene su más clara expresión en el incremento despiadado del sinhogarismo”

¿Podemos hablar de feminización de la pobreza?

Por supuesto que podemos hablar de ella. Y hablar muchos para poner los mecanismos que frena la escalada brutal que condena a muchas niñas a un futuro muy poco halagüeño. Desde la Plataforma Pobreza Cero nos lanzan unos datos más que alarmantes: las mujeres y las niñas constituyen un 70% de la población que vive en pobreza, representan dos tercios de las personas analfabetas y, por su condición de género, tienen limitado el acceso a la educación, a la salud y a otras necesidades sociales básicas. No podemos ignorar un hecho que, entre los expertos, hoy parece incuestionable: la tendencia habla de un aumento de mujeres en situación de pobreza, especialmente entre las mujeres solteras cabeza de familia.

“No podemos ignorar un hecho que hoy parece incuestionable: la tendencia habla de un aumento de mujeres en situación de pobreza, especialmente entre las mujeres solteras cabeza de familia”

Los últimos datos de la última Encuesta sobre Personas sin Hogar (2005), realizada por el INE apuntaba a las separaciones y divorcios como a las causas principales que llevan a una mujer a vivir en la calle, ¿está de acuerdo? ¿estás causas no afectan a los hombres de la misma manera?

Creo que una ruptura de los lazos afectivos quiebra por dentro tanto a hombres como a mujeres. Lo que pasa es que muchas mujeres, una vez roto su vínculo matrimonial, se ven en una situación de desprotección aún mayor. Muchas han trabajado dentro del hogar durante años, sin percibir por ello ingreso alguno, por lo cual tienen una gran dependencia económica. Por otro lado, tantos años sin trabajar les hace sentirse fuera del mercado laboral y con serias dificultades para incorporarse a él. La carga de estrés que puede acumular una mujer en tales circunstancias es extremadamente elevada.

‘Solo Luna. Treinta cartas a una dama sin hogar’ combina entre sus páginas grandes dosis de humanidad y realismo, pero sin caer en el victimismo. ¿Hay posibilidades de que la situación de estas mujeres cambie?

Creo que para todos nosotros hay esperanza. Sólo hemos de vernos como seres humanos entre seres humanos, y tratar de extraer de cada cual su poso de bondad. Para compartirlo. No sé, pienso que el camino sería no crear tanto fronteras infranqueables como puentes de acceso.

En diciembre de 2005 CONSUMER EROSKI publicó un estudio sobre Ciudades y Excluidos en el que se constataba que había más ayudas para el alojamiento, manutención e higiene, que para la reinserción laboral o social de los más pobres en las ciudades españolas. Usted, que ha convivido con muchas de estas mujeres, ¿corrobora esta afirmación?

La verdad es que creo que queda muchísimo por hacer. Está muy bien que existan recursos para cubrir las necesidades primarias de las personas sin hogar. Pero, a veces, la gran necesidad de cada cual es recuperar su autoestima, la seguridad de saber que son capaces de ponerse en pie y trabajar. El asistencialismo puede convertirse en un arma de doble filo: te hace sentir tan dependiente que te anula el orgullo. Sí, definitivamente, habría que trabajar más en la línea de apoyar los procesos de integración social y laboral.

“El asistencialismo puede convertirse en un arma de doble filo”

¿De dónde debe llegar la ayuda a estas personas que viven en la calle?

El Estado, el que llamamos de bienestar, no puede volver la vista e ignorar la problemática de las personas sin hogar. Pero tampoco podemos volverla los ciudadanos. Cada uno de nosotros debemos trabajar, según nuestras posibilidades, por crear un tejido social consistente y acogedor, un tejido en el que no sea posible hablar de excluidos y excluyentes.

¿Hasta qué punto es importante la prevención? ¿en qué sentido debe realizarse?

Si desde el mundo académico, los expertos en materia de exclusión social nos indican las tendencias y luego desoímos esas tendencias, esas amenazas que van a romper la vida de muchos seres humanos, estamos actuando de manera irresponsable. Por ejemplo, si se sabe que las madres solteras, cabeza de familia, tienen una especial vulnerabilidad, vamos a crear programas de apoyo, y a crear políticas sociales solidarias con ellas, que les permitan conciliar sus responsabilidades familiares con sus responsabilidades profesionales.

En la calle no puedes mostrar el miedo. Lo que sí has de hacer, constantemente, es tener mucha precaución. Pensar sólo en tu propia autodefensa. Este es uno de los testimonios que se recogen en su obra, en el capítulo 23 ‘Ponerse en Pie’. Usted, que ha escuchado y analizado muchas historias como esta, ¿ha llegado a sentir esa vulnerabilidad e inseguridad en la que viven?

Sí, pero yo era una ‘visitante’, una ‘turista’ por la cara amarga. Mi situación, se mire por donde se mire, era absolutamente privilegiada. Y, la verdad, no sé cuántos días soportaría la dureza de la calle. Sobre todo por las miradas, de un lado y de otro. La desconfianza, el rencor, los dolores que se hacen hiel… Muy duro, aunque hay mujeres que de toda esta experiencia han sabido extraer poesía y hasta gotas de libertad.

¿Qué ha aprendido de su experiencia en la elaboración de este libro?

Que el ser humano es capaz de generar belleza aun cuando lo oscuro se ha adueñado de sus días. Y que las mujeres sin hogar luchan contra muchos molinos de viento con el estigma por aspa implacable. Pero luchan.

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