Entrevista

Santiago Hernández, co-autor del libro «Sordo ¡y qué!»

La sordera reduce considerablemente las posibilidades de acceso a un empleo
Por Azucena García 12 de diciembre de 2007
Img santiago
Imagen: Ned Raggett

Trece historias positivas y esperanzadoras. Trece relatos de otras tantas personas que buscan ayudar a quienes, como ellas, viven en un mundo sin ruidos. Ésta es la esencia de “Sordo ¡y qué!”, un libro en el que sus protagonistas explican en primera persona cómo han sorteado los obstáculos de comunicación y han alcanzado el éxito personal y profesional. Se trata de una obra dirigida al público, en general, y a quienes hacen oídos sordos a las dificultades del resto, en especial. “Deseaba concienciar a la sociedad oyente para lograr que tenga una mente más abierta”, destaca Santiago Hernández (Valladolid, 1968), uno de los autores. Graduado en Artes Aplicadas, Hernández trabaja como diseñador gráfico y es profesor de lengua de signos española. Hace 22 años que perdió totalmente la capacidad auditiva y tuvo que aprender a comunicarse con sus manos. Actualmente en España hay casi un millón de personas en la misma situación. Para todas ellas, reclama la eliminación de las barreras de comunicación. Unos obstáculos que considera “más duros psicológicamente” que las barreras físicas o arquitectónicas, pero a los que se presta menos atención.

En CONSUMER EROSKI acabamos de publicar un estudio que revela que las ciudades prestan más atención a la eliminación de las barreras físicas o arquitectónicas que a la supresión de las barreras de comunicación.

Sí, a pesar de que las barreras comunicativas son más duras psicológicamente que las barreras físicas o arquitectónicas.

¿Cuál fue su objetivo al escribir “Sordo ¡y qué!”?

El objetivo de este libro es transmitir las experiencias que he vivido durante 22 años, después de mi pérdida auditiva. En el libro relato cómo he luchado contra la barrera de la sordera y las dificultades que he tenido para integrarme socialmente. Deseaba transmitir mi historia real para concienciar a la sociedad oyente y para lograr, de esta manera, que tenga una mente más abierta.

“Deseaba transmitir mi historia real para concienciar a la sociedad oyente y para lograr, de esta manera, que tenga una mente más abierta”

¿Le ha costado recordar algunos momentos a los que hace referencia en el libro?

No, no me costó nada hacerlo. Aunque surge una pequeña herida al recordar el momento en el que me quedé sordo bilateral y siento como si tuviera una marca para siempre, en general, guardo buenos recuerdos. Mi vida cambió completamente y nunca voy a poder olvidar lo que he luchado contra la barrera de la sordera, pero gracias a la lengua de signos y a la integración con la comunidad sorda, la herida se ha ido cerrando.

¿A quién recomienda la lectura de “Sordo ¡y qué!”?

Cuando escribí mi parte del libro pensaba que la obra ayudaría a que la sociedad oyente comprendiera los problemas y el aislamiento al que tenemos que enfrentarnos. Recomiendo el libro a quienes tengan problemas de sordera auditiva y también a los médicos, psicólogos o profesores, así como a familia y amigos. Creo que leyendo este libro conseguiremos que todos nos comprendan mejor y que la sociedad tenga una mente más abierta respecto a la sordera.

Si tras esta experiencia literaria se planteara una segunda, ¿sobre qué trataría?

Una posible segunda obra podría centrarse en la “Historia de las barreras de comunicación”. Sería un libro que recogería las dificultades que atraviesa una persona sorda en el mundo oyente.

“Los mayores obstáculos de comunicación se me presentan cuando necesito ir al médico, al banco o a una entrevista de trabajo”

¿Cree que su vida como oyente hubiera sido muy diferente, más fácil?

Mi vida cambió cuando sufrí una pérdida auditiva. Mientras podía oír tenía más fácil el acceso a un trabajo, a realizar un curso, a ir al cine… Sin embargo, tras la sordera he tenido problemas para realizar estas actividades, incluso, mi destino se quedó bloqueado y no sabia qué hacer con mi futuro.

¿En qué tareas de la vida cotidiana ha encontrado más dificultades?

Según mi experiencia, la mayor dificultad ha sido la posibilidad de acudir al cine o al teatro. Pero, sin duda, el gran problema que nos encontramos es la búsqueda de un empleo, ya que la sordera reduce considerablemente las posibilidades de acceso a un trabajo. Tenemos muchos límites.

¿Y tienen alguna ayuda?

Sí, podemos realizar el curso de comunicación de Lenguaje de Signos Español (LSE) e intérprete de Lenguaje de Signos Español (LSE). De esta manera, se consigue crear un puente de comunicación y eliminar las barreras.

“El principal avance de la Ley de Lengua de Signos es que consigue una vida más digna y justa”

¿En su caso, cuál ha sido la principal barrera que ha tenido que superar?

Los mayores obstáculos de comunicación se presentan cuando necesito ir al médico, al banco o a una entrevista de trabajo. Además, por ejemplo, si me nombran no me doy cuenta, a no ser que hablen muy despacio y con frases cortas para que pueda emplear la lectura labial. La solución que empleo más habitualmente, cada vez que tengo alguna dificultad, es buscar ayuda en mi familia.

¿Cómo es la convivencia con la familia?

En mi caso me comunico con la familia mediante la lectura facial o con el lenguaje de signos, aunque algunas veces cuesta adaptarlo. Con mi mujer, que es una persona sorda, me comunico y me siento feliz con ella gracias a la lengua de signos, que me ha salvado la vida. Por ello es necesario crear colegios bilingües y animar a los padres oyentes que tienen hijos sordos a usar la lengua de signos. Esas pequeñas personas sordas tienen derecho a una enseñanza bilingüe y es responsabilidad de sus padres ayudarles a formarse usando ambas lenguas en sus vidas cotidianas, dado que pertenecen a dos mundos: el oyente y el sordo.

“La figura del intérprete es como un puente de comunicación que derriba las barreras a las que siempre nos hemos enfrentado”

¿Cree que la Ley de Lengua de Signos, aprobada el pasado 10 de octubre, llega a tiempo o demasiado tarde?

En mi opinión llega demasiado tarde. Estamos ya en el siglo XXI y es tarde para que se reconozca la Lengua de Signos Española (LSE). No obstante, ha sido una gran noticia para millones de personas sordas que llevamos años luchando. El contenido de la ley está muy bien especificado y los principales avances que consigue son la plena integración, la igualdad de oportunidades, la ampliación del servicio de intérpretes, la creación de más centros de bilingüismo y, en definitiva, una vida más digna y justa.

¿Qué valores le ha permitido descubrir el hecho de no ser oyente?

He descubierto mi valor para poder comunicarme con personas sordas de todas las edades: mayores, jóvenes y niños. Conseguí aprender la lengua de signos en tan sólo tres meses y descubrí muchas ayudas técnicas que nos pueden hacer la vida más fácil, como el timbre con iluminación, el fax, el teletexto para ver películas subtituladas o el despertador con luz. Además, la figura del intérprete me ha ayudado mucho a la hora de comunicarme abiertamente con las personas oyentes. Es como un puente de comunicación que derriba las barreras a las que siempre nos hemos enfrentado.

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