Es un joven de 75 años. Jovial y activo, a Rafael Izquierdo (Málaga, 1934) le gusta mirar la vida con una sonrisa. Valora el trabajo de los voluntarios y anima a todos a participar porque la solidaridad “es una cuestión de la sociedad en general”. Envidia la experiencia de algunos países extranjeros en este sentido, y la aprovecha para innovar. La crisis ha aumentado el número de personas dispuestas a ayudar, pero las necesidades son enormes. Entre las propuestas, el presidente de la ONG Desarrollo y Asistencia ha incluido en su cartera a los estudiantes extranjeros, que realizan un voluntariado itinerante durante el tiempo que permanecen en nuestro país. Personas mayores, discapacitadas y sin hogar son los principales demandantes y a ellos se atiende. “La soledad -lamenta- es la lacra que tenemos en estos momentos”, aunque el trabajo de la entidad se centra también en recuperar la esperanza de quienes, por circunstancias diversas, han acabado en la calle: “Da pena porque a algunas personas se las ve perfectamente trajeadas, con medios, pero están durmiendo en un albergue”.
Desde luego: 75 años. No tengo ningún temor a decirlo.
En el caso concreto de Desarrollo y Asistencia, me incorporé hace aproximadamente cinco años, pero estoy en la presidencia desde hace cuatro.
En principio, sí. Las aptitudes más importantes son: tener una cierta sensibilidad y estar en condiciones físicas y psíquicas adecuadas para desempeñar la tarea asignada. El voluntario ideal es aquél que es capaz de crear empatía, es decir, aquél que comprende los problemas de otra persona porque los hace suyos.
“Intentamos extender la cultura de la solidaridad a través de los colegios, las universidades y la sociedad en general, porque es una cuestión de todos”
En primer lugar, hay que diferenciar entre voluntariado y acción voluntaria. El voluntariado está legislado y exige una continuidad, mientras que las acciones puntuales son muy necesarias pero no pueden considerarse voluntariado. Es en estas acciones donde se dan los porcentajes bajos. En España falta una cultura de solidaridad. Por ello intentamos extenderla a través de los colegios, las universidades y la sociedad en general, porque la solidaridad es una cuestión de todos.
Este tipo de voluntariado se nutre de jóvenes que vienen a nuestro país a estudiar. En sus lugares de origen están acostumbrados a dedicar un tiempo, una tarde, a tareas de voluntariado y, cuando llegan aquí, quieren mantener esa costumbre con independencia del resto de actividades que realicen. Lo que hacemos es orientarles a un voluntariado que no requiera permanencia ni continuidad, sino un apoyo temporal. Suelen acudir a residencias u hospitales.
“En situaciones de crisis, los sentimientos afloran y más personas se animan a colaborar con las organizaciones”
En este momento tenemos varias líneas abiertas. Visitamos a enfermos en hospitales, acudimos a residencias de mayores, acompañamos a personas discapacitadas y tratamos a personas sin hogar o en riesgo de exclusión. Sin embargo, en el ámbito local apostamos más bien por un voluntariado continuado. En este sentido, hemos firmado varios convenios de colaboración con instituciones, asociaciones de padres y colegios profesionales, además de crear la REDAV, una red formada por ocho ONG, que esperamos ampliar a 12, cuyo fin es intercambiar experiencias y buenas prácticas. Esto nos va a permitir potenciar el voluntariado en aquellas provincias en las que está menos desarrollado.
En realidad, en estos momentos contamos con más de 1.600 voluntarios, pero las necesidades van creciendo y todavía hacen falta muchos más.
Efectivamente. Ahora tenemos más demandantes de ayuda, aunque hemos notado que en estas situaciones los sentimientos afloran y más personas se animan a colaborar con las organizaciones.
“El mayor sufrimiento que puede tener una persona es encontrarse totalmente sola. Y ésta es la lacra que tenemos en estos momentos”
Los mayores voluntarios están haciendo un trabajo importantísimo, pero insisto, queremos que participe toda la sociedad. Hace unos cinco años, casi el 80% de nuestros voluntarios tenían más de 60 años. Ahora esa cifra ha descendido al 50% porque la gente joven se está sensibilizando mucho hacia estos temas. En el caso de los mayores, realizan sobre todo voluntariado de acompañamiento para paliar los problemas de soledad. En el trato entre personas de cierta edad se crea una gran empatía.
No es una de las principales. Me atrevería a decir que es la más principal. La madre Teresa de Calcuta decía que el mayor sufrimiento que puede tener una persona es encontrarse totalmente sola. Y ésta es la lacra que tenemos en estos momentos. Hay personas que viven solas y prácticamente no saben ni su nombre. Se encierran y no quieren ser visitadas. Se van autodestruyendo interiormente y éste es uno de los problemas que más nos preocupa. Hay personas que tienen todos los medios económicos a su alcance, pero viven totalmente solas y no los disfrutan. Otras incluso tienen familiares, pero son un estorbo para ellos. Estamos en unos momentos en los que hay una pérdida clara de valores. Las personas mayores llegan a estorbar y es a ellas a las que hay atender. Hay que hacerles ver que todavía son útiles, intentar que su envejecimiento sea saludable y activo. Ésta es una de las grandes preocupaciones que tenemos.
“Uno de los problemas que se plantea en las ONG es la fidelización de los voluntarios”
En este tema, de nuevo, los países sajones están mucho más desarrollados. Aunque ya se ha empezado a implantar en España y, por eso, estamos organizando un curso que impartiremos en colegios profesionales y empresas. De momento, no puedo adelantar más.
El tiempo medio de voluntariado suele ser de dos años, pero nosotros hemos superado ampliamente los tres. Así que intentamos homenajear a las personas que llevan más de cinco años consecutivos con nosotros. Uno de los problemas que se plantea en las ONG es la fidelización de los voluntarios. Unos se van porque cambian de trabajo, otros por temas familiares y otros porque son mayores y no pueden seguir haciendo voluntariado, pero el nuestro es un voluntariado sólido y firme. Por eso organizamos un acto público de reconocimiento.
En los centros de acogida hay personas que se encuentran en una situación lamentable. Se consideran perdidas, sin probabilidad de recuperar la esperanza, y nosotros las ayudamos a conseguirlo. Algunos son indigentes, pero otros tienen incluso una titulación, han trabajado o están trabajando. Por motivos familiares o de adicciones han acabado en la calle y se han aislado. Da pena porque a algunas personas se las ve perfectamente trajeadas, con medios, pero están durmiendo en un albergue.
Hay personas que proceden de un nivel alto, pero por circunstancias diversas, como he dicho antes, acaban en la calle. Algunas tienen trabajo y a otras las ayudamos a conseguirlo. No tienen un hogar porque carecen de medios suficientes o porque les han echado de casa, pero en los albergues encuentran un lugar donde dormir y vestirse. Los centros cuentan con un depósito de ropa para atender todas las necesidades.