Entrevista

Harry Shier, experto en participación infantil

Todos los niños del mundo pueden mostrar su opinión, pero en general no se les escucha
Por Azucena García 14 de noviembre de 2009
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Imagen: CONSUMER EROSKI

El pasado 22 de octubre, FEDAIA organizó un forum sobre participación infantil. Entre los ponentes, destacó el irlandés Harry Shier, uno de los principales expertos de este tema en todo el mundo. La entidad, que trabaja con niños y adolescentes desamparados o en riesgo de exclusión social, reclamó a Shier para que expusiera las claves de la participación infantil y la importancia de escuchar la voz de los más vulnerables. Su experiencia se reparte entre Inglaterra y Nicaragua, dos lugares cuyos niños “no son distintos, pero sí sus condiciones de vida”. En este último país es donde atiende en la actualidad, desde CESESMA, a niños que trabajan en los cafetales. Una de sus propuestas es la educación comunitaria para elevar las bajas tasas de escolarización. Los promotores son, en su mayoría, jóvenes entre 12 y 19 años que organizan con otros niños de su comunidad actividades de desarrollo, promoción y defensa de los derechos de la niñez y la adolescencia.

Como defensor de la participación infantil, ¿considera que los niños en el mundo pueden mostrar su opinión o es difícil que se les escuche?

Las dos respuestas son afirmativas, éste es el problema. Todos los niños del mundo pueden mostrar su opinión, pero en general no se les escucha. Nuestro trabajo principal es ayudarles para que expresen sus opiniones de manera que las personas adultas les oigan y, más que eso, para que las personas adultas tomen en cuenta las palabras que escuchan.

Siempre ha abogado por una participación infantil “activa y propositiva”, que se inicie en la familia. ¿Los adultos que mejor deberían escuchar serían los propios padres?

Desde la antigüedad, los niños deben respetar a sus padres. Ha sido una regla entendida y aceptada en el mundo. Nadie discute esto, incluso es uno de los diez mandamientos, pero la nueva propuesta es que el respeto sea de doble vía: los padres deberían respetar a sus hijos, igual que los hijos respetan a sus padres. En muchas familias esto será un cambio muy profundo, pero con este cambio se siembran las semillas para la participación activa y propositiva.

Trabaja desde hace años en Nicaragua, pero antes estuvo 25 años en Inglaterra. ¿Qué diferencias destacaría entre los niños de un país y de otro? ¿Son muy parecidos o muy diferentes?

“Los abusos sexuales a niñas es una práctica muy frecuente que queda invisible entre las cuatro paredes de las casas”

No son tan diferentes, pero esta tendencia la hemos constatado también en España. He venido para participar en el Foro de la FEDAIA y he tenido la oportunidad de conocer a niños que participan en el proyecto que promueve, a través de las diferentes entidades que integran la red. Los menores no son distintos, pero sí sus condiciones de vida, sus experiencias y su realidad cotidiana, esto afecta al modo en el que participan. Los menores nicaragüenses se identifican más como actores sociales, agentes de cambio, con posibilidades de incidir en la vida de sus comunidades, de transformar su realidad. En Reino Unido tienen una cultura relacionada con el consumo de servicios, productos, mensajes mediáticos, actividades recreativas. Los chicos crecen con esta cultura. Siempre están dispuestos a opinar sobre la calidad de los servicios que reciben, pero les cuesta verse a si mismos como verdaderos agentes de cambio.

Otra diferencia es que los pequeños británicos tienen tantas fuentes de información y entretenimiento, acceso a oportunidades, diferentes opciones cada día, que esperan un nivel alto de entretenimiento en cualquier actividad. Los niños nicaragüenses con quienes trabajamos viven en la extrema pobreza, con muy pocas oportunidades. La televisión empieza a llegar ahora a las comunidades rurales, hace sólo tres años era una desconocida.

En Nicaragua participa en proyectos con los niños que trabajan en cafetales. La dependencia del cultivo de café favorece el trabajo infantil. ¿Qué consecuencias sociales se derivan de esta situación?

Nosotros analizamos este contexto en términos de violación de sus derechos humanos y así lo hemos trabajado con los mismos niños para que sean ellos quienes investiguen esta situación en los cafetales. Las menores perciben que el trabajo impide su derecho a la educación. Aunque en muchas comunidades hay escuelas, debido a la exigencia del trabajo, pocos logran terminar la educación primaria. La mayoría empieza pero abandonan a los pocos años.

¿Cuántos pequeños acuden a la escuela o completan sus estudios?

“Sin educación, los menores están condenados a cortar ramas de café toda su vida, sin oportunidad de salir adelante o mejorar su situación”

En todo el país, el 86% de los niños inicia la escuela primaria, pero sólo el 53% completa el quinto grado, apenas un 45% inicia los estudios de secundaria y sólo un 20% de los trabajadores ocupados los han terminado. En las zonas rurales donde trabajamos, estas tasas son incluso más bajas.

Sin educación, los menores están condenados a cortar café toda su vida, sin oportunidad de salir adelante o mejorar su situación. Pero además están sujetos a la violencia y el maltrato, incluso al abuso sexual. Están explotados económicamente, no están inscritos en la planilla como trabajadores y no existen en las listas oficiales. Trabajan para ayudar a su familia. El café que recogen llena los sacos de sus padres y hermanos mayores y, al final de la semana, sólo estos cobran. Los niños trabajan todo el día, todos los días y no reciben ningún salario. Algunos incluso realizan trabajos peligrosos, como fumigar con productos químicos o subir a los árboles para cortar ramas con machetes. Pierden la oportunidad de desarrollar su derecho al juego.

Sin embargo, la pobreza en Nicaragua favorece el trabajo infantil. En las zonas rurales, el 95% de los niños trabaja. Parece que su destino está marcado desde el principio.

Los niños empiezan a trabajar desde que tienen seis o siete años. Los más pequeños recogen el café desde las ramas más bajas de las plantas, mientras que los mayores lo hacen en las zonas altas. Pero los menores trabajadores son invisibles. Ayudan a la supervivencia de la familia o para comprar los zapatos, uniformes y útiles que necesitan para ir a la escuela. No obstante, el trabajo en familia sólo funciona si ésta permanece unida y es cariñosa, algo que no siempre sucede.

Nicaragua, como muchos otros países en los que el trabajo infantil es una realidad, ha ratificado la Convención Internacional sobre los Derechos del Niño. ¿No son efectivos los mecanismos para controlar su cumplimiento?

La misma Convención reconoce, en su Artículo 4, que algunos países tienen menos recursos y por eso tienen un camino más largo que recorrer para lograr el cumplimiento completo de los derechos de los niños. También reconoce la cooperación entre países “hasta el máximo de los recursos de que dispongan”, por lo que este asunto debe mantener un avance continuo hacia su cumplimiento y, en esto, la misma Convención tiene gran utilidad. Es nuestro referente clave en todo el trabajo en la promoción y defensa de los derechos de la niñez. Es una herramienta muy importante. Un ejemplo es la campaña que los niños desarrollan para defender su derecho a jugar. Para ello, es un instrumento muy útil.

Por lo tanto, ¿los propios niños conocen la Convención?

“La mayoría de los niños y adolescentes de Nicaragua saben que tienen derechos, pero no todos han podido desarrollar sus capacidades para demandar el cumplimiento de los mismos”

Sí, pero en diferentes niveles. El Ministerio de Educación ha divulgado la Convención a través de las escuelas, pero para los niños que la conocen de esta manera, este documento se queda en unas palabras bonitas, nada más. No significa mucho en su vida.
El trabajo que hacemos en CESESMA es diferente. En nuestros programas, los menores conocen sus derechos, pero también reflexionan sobre cómo estos se cumplen y se limitan en su vida cotidiana. Saben quiénes son los actores responsables para el cumplimiento de sus derechos y quiénes son los garantes. Pero la parte más importante es que aprenden a organizarse y a actuar en grupo en la promoción y defensa de sus derechos a diferentes niveles. Esto es la participación activa y propositiva. La mayoría de los niños y adolescentes de Nicaragua saben que tienen derechos, pero no todos han podido desarrollar sus capacidades como protagonistas para demandar el cumplimiento de los mismos.

Hablaba antes de las niñas. Las pequeñas que proceden de zonas rurales se entregan a familias ricas para que trabajen como criadas y, en ocasiones, como ha comentado, son víctimas de abusos sexuales. ¿Con qué frecuencia se dan estos casos?

Por desgracia, es una práctica muy frecuente que queda invisible entre las cuatro paredes de las casas, pero los estudios realizados identifican ésta como una de las peores formas de trabajo infantil. La prevalencia de abuso sexual a estas niñas también es difícil de cuantificar. Muchos casos nunca se denuncian, pero muchas personas saben que ocurre con frecuencia.

¿Qué sucede con los niños con discapacidad? ¿En qué condiciones viven y se desarrollan?

“A los niños con discapacidad nadie les reconoce como sujetos de derechos”

No ocurre nada con ellos. También quedan invisibles en sus casas y nadie reconoce que son sujetos de derechos, igual que todo ser humano. Algunas organizaciones, como Los Pipitos, hacen un buen trabajo con las familias, pero la mayoría no recibe ayuda alguna.

El hecho de no respetar los derechos de los menores, ¿cómo afecta a su autoestima? ¿Cómo será un adulto a quien no se ha permitido participar cuando era niño?

“Tratar a un niño como objeto, como propiedad, como mano de obra barata, perjudica su autoestima”

Tratar a un niño como objeto, como propiedad, como mano de obra barata, perjudica su autoestima. Y si nadie les ayuda a cambiar estas percepciones pueden pasar toda la vida con la autoestima muy baja, con todas las consecuencias que esto conlleva. Por eso la autoestima es muy importante en nuestro trabajo. En nuestros programas, se reconoce a los niños como sujetos de derechos, como personas que no son propiedad de nadie, tienen conocimientos y son capaces de participar para contribuir al desarrollo de su familia y su comunidad, intervienen para transformar la realidad que viven. Con este autoreconocimiento de sus propias capacidades se eleva su autoestima y se abren nuevas posibilidades en su vida.

¿Cómo ha evolucionado en los últimos años la situación de los niños en la zona donde trabajan?

La situación económica en general ha empeorado, pero esto tiene que ver con factores nacionales y mundiales ajenos a nosotros. Sin embargo, en el ámbito local, tenemos niveles de escolarización mejores, con niños que acuden a la escuela a la vez que trabajan. Los menores realizan menos trabajos peligrosos, los adolescentes cultivan y se alimentan de manera sana de los productos que cosechan en sus propios patios y algunos han emprendido pequeñas iniciativas de producción. Respecto a las niñas, demandan y defienden sus derechos como mujeres, y los chicos reflexionan sobre su propia masculinidad y cómo perjudica las relaciones entre los sexos. Hemos ayudado a que niños y adolescentes se organicen de distintas maneras para contribuir a la prevención de la violencia y para demandar una educación de calidad. Ha comenzado a emerger una nueva generación de jóvenes, hombres y mujeres, preparados para dar un nuevo liderazgo a sus comunidades.

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