«Enfadarse es una elección. Reír es otra». Esta sencilla premisa define la clave de «Educa desde el Humor», un programa pedagógico del Colegio Antonio Machado de Salamanca que, además de haberse presentado en congresos, conferencias y cursos de distintos países de Europa y Estados Unidos, ha sido galardonado con dos premios nacionales de experiencias educativas innovadoras. Germán Payo, creador y promotor de este programa, trabaja desde hace casi tres décadas en proyectos que buscan integrar el humor en la educación y en la enseñanza. Payo es miembro de la Sociedad Internacional de Estudios de Humor y dirige talleres y cursos de humor para adultos en universidades, hospitales y otras instituciones.
Decir que el humor es una cosa muy seria no es lo mío. El humor hace reír o sonreír. Es sorpresa, ingenio y crearlo no es fácil. Pero la seriedad -hacer tu deber bien- y el humor y la risa -alegrarte y alegrar a quienes tienes al lado- son perfectamente compatibles y deseables y cada vez más empresas lo entienden así.
Exacto, hay datos cada vez más evidentes: si te ríes, con una risa ventral, tu corazón, pulmones, todos tus órganos y tu sistema inmune se fortalecen. Además, si tienes pensamientos y sentimientos positivos -y el humor contribuye a eso- tienes mejor salud. Más risas, menos catarros. Cuanto mayor sea tu actitud lúdica, tus ganas de mirar lo divertido de la realidad, más libertad y creatividad ejercitarás.
“Puede aprenderse a ver lo positivo y divertido de cualquier situación”
Todos tenemos una parte lógica y otra creativa en nuestro cerebro. Unos por genética, cultura o educación solo han desarrollado la primera, otros nacen con humor. Pero todos tenemos creatividad, capacidad de ver las cosas de otro modo, divertido. Yo defiendo, por experiencia, que puede aprenderse a ver lo positivo y divertido de cualquier situación. Es una elección que está al alcance de todos.
En mis cursos y talleres, la dificultad número uno es el sentido del ridículo, el temor a lo que piensen los demás y el miedo a fracasar, a que si me decido a comunicar con humor, los demás no lo aprecien o no se rían. El carácter tímido y el ambiente donde hayas crecido o te muevas influye. Quienes cuentan con más autoestima, lo tienen más fácil. La base del sentido del humor es reírse de sí mismo.
“Un profesor con humor comunica mejor, motiva y conecta con el alumnado”
El humor es una cualidad humana excelente, que apreciamos en quienes tenemos a nuestro lado, y es una herramienta para relacionarnos. ¿Ha tenido algún profesor con humor en cuya clase se haya reído a carcajadas, o ha oído con envidia lo bien que lo pasaban los de la clase de al lado? Un profesor con humor comunica mejor, se relaciona, motiva y conecta con el alumnado. Crea un ambiente donde se aprende mejor. Ojo, el humor de un mal profesor no le salva de ser malo. Pero en uno bueno, es sensacional.
Existe el riesgo del humor en exceso y de alumnos que se ríen de un profesor. Pero la seriedad no enseña más que el humor. Creo que el equilibrio lo pone la personalidad del docente, que puede ser serio y frenar o divertido y animar. Un ambiente divertido y relajado es más adecuado que uno tenso y demasiado serio para el aprendizaje. “¡Qué contentos os noto de estar de vuelta y verme!”, les decía a mis alumnos a primera hora tras las vacaciones.
Hay investigaciones que muestran que un grupo que recibe de un profesor una clase dada con pinceladas de humor obtiene mejores resultados en el examen que un grupo semejante al que el mismo profesor haya impartido la misma clase sin ningún humor. Una idea unida al humor queda más tiempo en nuestra mente.
“Lo más importante es que cada profesor use el humor de acuerdo con su personalidad”
Clases activas, participativas, entretenidas con juegos de aprendizaje, con temas serios y ejemplos divertidos que ilustren los conceptos que explicamos. Lo más importante es que cada profesor use el humor de acuerdo con su personalidad. Si los niños estaban dormidos en clase les decía: “¿Quién ha entendido? Levante la mano”. Nadie. “¿Quién no ha entendido?” Uno. “¿A quién le importa un rábano lo que estamos explicando?” La mitad. “¿Quién quiere que lo dejemos y nos vayamos al patio?” Casi todos. Ya estaban despiertos. “Pues lo siento. No se puede, pero es una pena”.
Yo tuve un profesor con quien nos reíamos muchísimo en clase. La materia era árida, pero ponía ejemplos graciosísimos. Todos esperábamos con ilusión su clase. Cuando ríen aprovechas que tienen la boca abierta para introducir conocimientos. “¿El timbre ya? Se me ha pasado la clase volando”, me dijo un chico. Eso agrada.
Una de las jornadas de humor que celebramos en el colegio Antonio Machado de Salamanca era sobre este lema: “No te enfades, ríete”. No es fácil. Cuando te enfadas, tu cerebro pone en la sangre adrenalina, cortisol, hormonas que nos tensan y preparan para atacar o huir. Sin embargo, cuando ríes, tu cerebro segrega serotonina, endorfinas, opiáceos naturales que te relajan. No te puedes enfadar y reír a la vez, como en un coche no puedes poner la primera y la marcha atrás de modo simultáneo. Por eso, si cuando sientes que te enfadas, eres capaz de reír, te salvas de una emoción negativa y tienes un alivio grande del estrés en tu cuerpo.
“Si un alumno es agresivo, no es fácil cambiarlo”
Si un alumno es agresivo, no es fácil cambiarlo. Los genes pesan mucho, un 50% dicen. De todos modos, si logramos que entienda y practique que el motivo que causa su agresividad es su modo de pensar y podemos guiarle para cambiar eso, será menos agresivo.
Si te ríes con alguien entablas una buena sintonía. Una persona es más atractiva si es seria en su trabajo y divertida a la vez. En tutorías entre adolescentes preguntaba todos los años una lista de cualidades que les gustaría que tuviese su pareja ideal. “El sentido del humor, que nos haga reír, que sea divertido”, estaban siempre entre las tres primeras. El humor atrae. ¿Con quien preferiría estar, con alguien que se queja y es aburrido o con alguien que cuenta cosas divertidas, es ingenioso y ve la vida con una sonrisa? “Soy feo, pero resultón. Y el humor me ha ayudado a ligar, porque con esta cara…”, decía un humorista.
“El humor puede ayudar a prevenir, a crear un ambiente de convivencia más positivo”
Hay conflictos que no podemos solucionar, porque las causas quedan fuera de nuestro alcance. En otros podemos influir, aunque de forma relativa, y en otros podemos intervenir con diálogo, mediación, acuerdos, seguimiento… Es bueno tenerlo claro. El humor puede ayudar a prevenir, a crear un ambiente de convivencia más positivo. Reír juntos une y afrontar conflictos entre personas que se han divertido juntas es más asequible. Solucionarlos ya es otra cosa, porque intervienen muchos factores, pero el humor proporciona más creatividad y flexibilidad, que ayudan. Lo más importante es no dejar que los conflictos nos quiten nuestra capacidad de reír.
Un alumno graciosillo e ingenioso, que no distingue cuándo hay que trabajar y cuándo reír, puede molestar a un profesor. Reír alivia la tensión y relaja, pero hay que trabajar también. Los estudiantes que entienden esto son excelentes. A quienes no lo comprenden, hay que exigírselo.
“El sentido común ha de ir antes que el sentido del humor”
El sentido común ha de ir antes del sentido del humor y te indica que hay momentos que no son propicios. Aunque si tienes confianza con alguien, puedes hacer humor en situaciones muy duras, porque hay personas que aún en esas circunstancias son capaces de reírse.
Reírse de los otros, poner una chincheta en la silla, bromas o burlas, es fácil. Nosotros potenciamos el ingenio para provocar un humor en la línea de “reír con los demás, no de los demás”. Hay un humor degradante, sarcástico o cínico, que puede causar risas y conviene evitar.
“Enfadarse es una elección. Reír es otra”
Hay situaciones y alumnos que crean un estrés tremendo y a veces cabrean. Las anotamos en un folio y cuando tenemos diez las repartimos y se pide a todos los profesores que traten de responder, no con enfado, sino con ingenio. A algún chico he llegado a decirle cuando me tenía refrito: “Pero, ¿con quién iba yo a ejercitar la paciencia si no estuvieses hoy?”. No podemos evitar que haya personas maleducadas o frustradas, pero sí podemos entrenarnos para que no nos enfaden, o nos hagan sentir mal. Enfadarse es una elección. Reír es otra. Y según un proverbio: “Nunca es tarde para tener una infancia feliz”.