Los temporales que han azotado las costas españolas desde noviembre del año pasado han puesto de manifiesto la vulnerabilidad de algunos puntos del Mediterráneo frente a una hipotética subida del nivel del mar por el cambio climático. Para prevenir sus posibles efectos, desde la Dirección General de Costas se apuesta por recuperar el dominio público y regenerar las playas, pues la arena es el mayor disipador de la energía del oleaje.
La demolición del hotel de Atlanterra en Cádiz fue el ejemplo más visible de la política que el Ministerio de Medio Ambiente, por medio de su Dirección General de Costas, está llevando a cabo de manera decisiva. Pero esta recuperación del dominio público marítimo-terrestre no sólo se centra en grandes edificios, sino también en eliminar chabolas de la primera línea -algunas levantadas sobre la misma arena de la playa, como ocurre en algunas zonas de Canarias- y otras pequeñas construcciones.
Además, aunque lo prioritario es demoler todo aquello que sea ilegal, desde Costas se muestra el empeño de rescatar todas aquellas concesiones de construcciones anteriores a 1988 -que están en ese dominio público pero que con anterioridad a esa fecha no estaba considerado como tal- adelantándose así en 10 años, en unos casos, y en 40 en otros a la caducidad de la concesión. Todas estas construcciones, legales o ilegales, no sólo afean nuestras costas, sino que han acelerado y agudizado el proceso de erosión del litoral.
En este sentido, y con el fin de resguardar las zonas más conflictivas, también se están incorporando al dominio público marítimo-terrestre terrenos colindantes. De esta forma, aproximadamente un 65% de los 11.000 kilómetros susceptibles de ser deslindados en nuestro litoral -declaradas zonas no urbanizables- ya se han deslindado, y desde Costas se espera que en dos años al menos el 90% de los expedientes restantes estén iniciados.
A este respecto, la ley de Costas impone a la Administración General del Estado informar, con carácter preceptivo y vinculante, de los planes de ordenación territorial o urbanística de los municipios costeros. Así, en 2001 se informó de un total de 485 planes urbanísticos, de los que 206 fueron favorables y 279 desfavorables. La única comunidad donde hubo mayor número de informes positivos que negativos fue Cataluña, con 41 favorables frente a doce. Las cifras del resto dan cuenta de la escasa sensibilidad hacia el medio ambiente que aún existe en algunos consistorios. Así, en Andalucía sólo 28 de los planes presentados fueron positivos frente a 64 negativos, en la Comunidad Valenciana 21 frente a 27, o en Murcia 4 frente a 12.
Regeneración de playas
Pero hay zonas donde la presión constructiva ha sido tan grande que la política de demolición resulta inviable. En algunos de estos casos, aunque los menos -algunos municipios del litoral valenciano y castellonense- las construcciones no están dentro del dominio público, pero sí tan sólo a unos pocos metros por detrás. Desde la Dirección General de Costas, se considera que en el año 2002 y en zonas donde la regresión es enorme, esta distancia es insuficiente, pero ya no se puede volver atrás.
Entonces entra en juego la segunda política prioritaria del Ministerio de Medio Ambiente en esta materia, que es la regeneración de las playas. En ningún caso se trata de crear una playa artificial, sino de recuperar una parte del litoral que por la erosión ha perdido la arena. No se trata sólo de garantizar los ingresos por el turismo, sino de proteger a las miles de personas que viven detrás. La arena es el mayor disipador de la energía del oleaje.
La arena que se utilizará para la regeneración de la playa puede venir de cuatro fuentes: primero, de la misma fuente de aportes que habitualmente rellenaba esa playa, pues en ese sitio existe la erosión pero en otro se tiene que haber acumulado, por lo que sólo es necesario realizar un trasvase de arena; segundo, de los depósitos que se hacen en los puertos, comprobando que ésta no esté contaminada; tercero, arena de interior, si puede ser, de la misma cuenca cedente de áridos, y en último lugar, cuando todo lo anterior no es viable, de yacimientos de arena en el fondo del mar.