Gracias a su facilidad de cultivo y los pocos cuidados que requieren, los agaves suelen ser vistos en todo tipo de regiones y vergeles. Además, son unas plantas muy abundantes en jardines que se encuentran en zonas costeras, debido principalmente a su gran resistencia.
A pesar de sus defensas punzantes, el agave no es un cactus sino una planta perteneciente a la familia de las amarilidáceas. Sus hojas son largas, fibrosas, de forma lanceolada y de color verde azulado.
El agave es una planta muy resistente que apenas se inmuta ante la brisa del mar y resiste perfectamente tanto las altas temperaturas como la sequía. Su cultivo aporta una nota exótica a cualquier jardín y, debido a su mencionada resistencia, apenas da trabajo alguno.
El problema viene cuando estas plantas se encuentran en zonas de paso, por el peligro que supone pincharse o arañarse con los pinchos de sus extremos. Es entonces cuando muchos jardineros deciden eliminarlos de su jardín.
La solución no tiene por qué ser tan drástica. Para evitar accidentes lo mejor es cambiar su ubicación hacia una zona del jardín que no esté tan cercana a lugares de paso. Pero si aún sigue considerando que el agave debe encontrarse en dicho lugar, puede colocar algún sistema de protección en sus púas, como por ejemplo unos corchos o dados de material de relleno y acolchado.