Un científico acaba de inventar un árbol artificial diseñado para realizar el mismo trabajo que las plantas, aunque en nada se parece a las especies que podemos encontrar en el mundo vegetal. «Se asemeja a un poste con una especie de celosías venecianas en la parte superior», dijo Klaus Lackner, físico de la Universidad de Columbia (EE.UU.), en la reunión anual de la Asociación Americana para el Avance de la Ciencia, celebrada en Denver. Este árbol sintético puede realizar el trabajo de un árbol real, según Lackner, quien explicó que puede «aspirar» el dióxido de carbono del aire (CO2), como hacen las plantas durante la fotosíntesis.
Por tanto, estos árboles sintéticos podrían ayudar a limpiar la atmósfera de dióxido de carbono, el gas que en mayor abundancia produce la actividad humana y que está implicado en el calentamiento global del planeta. Según los cálculos de Lackner, sólo uno de estos árboles artificiales podría absorber 90.000 toneladas de CO2 en un año, equivalente a las emisiones de unos 15.000 vehículos.
Por ahora, este invento es sólo una idea sobre el papel, pero Lackner trabaja en serio en el desarrollo de un modelo, pues considera que la tecnología para la captura de carbono debe ser una parte importante de la solución contra el cambio climático. La dependencia global de los combustibles fósiles no va a reducirse pronto, dice, y los países en vías de desarrollo no pueden esperar a que las energías alternativas estén disponibles.
La tecnología diseñada por este físico se basa en dos aspectos: capturar el carbono y almacenarlo. La captura directa de CO2, por ejemplo de plantas de energía, es lo más simple, dice Lackner. Pero esto no funciona en todas las fuentes contaminantes. Un coche no puede capturar y almacenar su dióxido de carbono, pues el tanque de almacenamiento tendría que ser muy grande. «Es una simple cuestión de peso», afirma, pues «para cada 14 g de gasolina que se usa, se generan 44 g de CO2».
La alternativa es capturar las emisiones del aire. En este caso, el árbol sintético actuaría como un filtro. Como estas superficies de absorción llegaría un momento en que estarían repletas, se debe refrescar con una solución alcalina para evitar que se libere el dióxido de carbono. Para el depósito de ese carbono Lackner apuesta por un proceso químico natural: cuando el dióxido de carbono se enlaza con magnesio se crean rocas carbonatadas, que retienen el carbón de una forma permanente y segura.
Sin embargo, en la reunión de Denver ya se dejaron oír las primeras críticas a este invento. Un ingeniero del Instituto Tecnológico de Massachusetts, Howard Herzog, asegura que con este proyecto se gasta más energía en capturar el dióxido de carbono que lo que se logra salvar.