Los yacimientos arqueológicos de la Sierra de Atapuerca se han convertido en los primeros del mundo en emplear las nuevas tecnologías. En la conocida trinchera de la Gran Dolina -donde en 1994 aparecieron los restos de la nueva especie «Homo antecessor»- se ha implanto un pionero y sofisticado sistema informático que facilita la toma de datos a paleontólogos y antropólogos en el mismo lugar de excavación.
Este nuevo proyecto, desarrollado gracias al acuerdo suscrito entre la Fundación Atapuerca y la compañía IBM, ha revolucionado las tareas que sobre el terreno llevan a cabo los 120 investigadores reunidos este verano en Atapuerca. Mientras buscan el origen del hombre, una agenda electrónica (PDA), móvil, inalámbrica y de tamaño reducido, les permite tomar los datos de sus trabajos «in situ», sin tener que escribir sobre papel.
Y es que el trabajo de los antropólogos y paleontólogos requiere gran minuciosidad y exhaustividad. Cada fósil y cada instrumento lítico, una vez extraído del sedimento -labor que seguirá siendo totalmente artesanal-, debe registrarse y clasificarse con la máxima rigurosidad. Hasta ahora, a mano, con lápiz y sobre papel, los investigadores describían detalladamente esa información, en la que aportaban datos como las dimensiones exactas de la pieza, su color, tipo de material con el que se fabricó o las coordenadas tridimensionales del objeto con respecto al yacimiento.
A continuación, también a mano, rellenaban unas etiquetas con el código idenficador -el nombre propio- del hallazgo, donde señalaban la fecha en la que fue encontrado, sus coordenadas tridimensionales, el nombre del yacimiento… Las etiquetas se adherían después a la bolsa de plástico contenedora de la pieza. Cuando ésta aterrizaba en el laboratorio, había que volver a transcribir los datos a un ordenador central.
Pero esas tareas «mecánicas, aunque necesarias», dice Toni Canals, uno de los investigadores de Atapuerca, se han simplificado ahora. En la agenda electrónica es posible introducir todos los datos de hasta 20 restos diferentes, sin tener que escribir a mano. Sencillamente marcando con un puntero sobre la pantalla táctil de la agenda. Así, «se ha multiplicado por cien la capacidad de trabajo», según Canals. Y además se ahorra esfuerzo en el mismo lugar, donde el calor, el polvo y a veces el barro convierten en ardua labor el trabajo de los equipos investigadores. Una tarea que también se ha dulcificado con la instalación de pequeñas impresoras -inalámbricas-, situadas en la propia excavación, las cuales permiten imprimir las etiquetas simultáneamente.
«Con la hoja de campo electrónica y las impresoras se reduce el tiempo dedicado a la toma de datos de manera drástica. A partir de ahora, el investigador pasará de emplear un 30% de su tiempo en excavar, como ocurría antes, a dedicar el 70%», explica José María Bermúdez de Castro, uno de los tres directores que se encargan de las investigaciones en Atapuerca. Bermúdez de Castro insiste en que con este sistema podrán «ir más deprisa y tener mayor precisión».
Todo son ventajas con la aplicación de las nuevas tecnologías a las excavaciones. A través de tarjetas inalámbricas, cada una de las agendas electrónicas está conectada a un repetidor de señal, que envía los datos de los restos tomados en el yacimiento a un ordenador portátil y desde aquí a una base de datos que contiene toda la información de los hallazgos de Atapuerca. Ya en el laboratorio, antropólogos y paleontólogos se dedican a analizar e investigar las piezas encontradas.
De momento, los equipos de Atapuerca cuentan con doce agendas electrónicas y dos impresoras de etiquetas. «Pero este sistema de registro se generalizará en todos los yacimientos de la sierra en el plazo de dos años», explica Canals. No obstante, falta la última fase que completará todo el proyecto informático el próximo año. En ella trabajan ingenieros del Instituto de Automática Industrial, perteneciente al Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC).
Estos expertos están intentando desarrollar la tecnología necesaria para conseguir que un puntero fije la posición tridimensional de cada pieza en el yacimiento (unas coordenadas que ahora calculan los propios investigadores). Ello permitirá conocer su posición absoluta respecto a otros objetos. El CSIC incluso pretende que este sistema reconstruya virtualmente la pieza en la pantalla de un ordenador.