La coliflor pertenece a la familia de las Crucíferas, género Brassica. Dicha familia incluye otras muchas variedades de coles: bróculi, col blanca o repollo, col lombarda, nabo, rábano, etc. Existen numerosas variedades de coliflor, que pueden clasificarse en función de diferentes criterios: color (blancas, verdes, moradas), características climatológicas de cultivo, tamaño y época de maduración (verano, otoño e invierno). Las coliflores de otoño pueden ser grandes y vigorosas o bien pequeñas y compactas. Las variedades de invierno, a pesar del nombre que reciben, son coliflores que en realidad maduran en primavera. La mejor época para apreciar todas sus cualidades se sitúa entre los meses de septiembre y enero, aunque podemos disponer de ellas durante todo el año.
En la compra, se aconseja elegir aquellos ejemplares que presenten una masa limpia, firme y compacta, con hojas verdes y tiernas, ya que son señal de que la coliflor está fresca.
Para una óptima conservación de esta hortaliza en casa conviene envolverla en una bolsa de plástico perforada y en condiciones de refrigeración. Así se conserva en buenas condiciones hasta 1 semana, y también se puede congelar. Para ello hay que seleccionar aquellos cogollos que sean más firmes y blancos y escaldarlos previamente durante unos minutos en agua hirviendo. Congelada tiene una vida útil de unos 8 meses.
¿Cuáles son sus propiedades nutricionales?
El principal componente de la coliflor es el agua, lo que acompañado del bajo contenido que presenta tanto de hidratos de carbono y proteínas como de grasas, la convierte en un alimento de escaso aporte calórico. Se considera buena fuente de fibra, así como de vitaminas y minerales. En relación con las vitaminas destaca la presencia de vitamina C, folatos y vitamina B6. También contiene otras vitaminas del grupo B, como la B1, B2 y B3, pero en menores cantidades. En cuanto a su contenido en minerales, se puede considerar a la coliflor un alimento rico en potasio y fósforo. También contiene, aunque de forma menos importante, hierro, magnesio y calcio. Éste último es de peor aprovechamiento que el que procede de los lácteos u otros alimentos que son fuente importante de este mineral, al igual que ocurre con el hierro, cuya absorción es mucho mayor cuando procede de alimentos de origen animal. Al igual que otras verduras del mismo género Brassica, el consumo de coliflor se aconseja por su alto contenido en elementos fitoquímicos de acción antioxidante (glucosilonatos, isotiocianatos e indoles), entre otros, los cuales contribuyen a la prevención de algunas enfermedades degenerativas y a estimular el sistema inmune. Por otro lado, muchos de estos compuestos de azufre (dimetilsulfuro, trimetilsulfuro…) son responsables del fuerte aroma que desprende esta verdura durante su cocción.
La coliflor en la cocina
Antes de preparar una coliflor hay que limpiarla correctamente. En primer lugar se corta la base y se arrancan las hojas. Estas pueden ser desechadas, o bien cocerse y ser consumidas como cualquier otra verdura. A continuación se separan los ramos de inflorescencias y se lavan. De este modo pueden consumirse crudos formando parte de una ensalada, siempre que estén tiernos o pueden cocinarse y elaborar con ellos una gran variedad de platos. La coliflor puede prepararse al vapor, asada, frita, estofada hervida o gratinada. Puede servirse como acompañamiento de otros platos, como por ejemplo legumbres, arroz o formando parte de una saludable menestra de verduras. También es un buen acompañante de algunos pescados como el bacalao o incluso puede formar parte de una original tortilla. Además las coliflores pueden constituir nutritivos y sabrosos platos por sí mismas, acompañándolas de patatas, huevo duro, un refrito de ajos, un poco de mayonesa o incluso de frutos secos, como por ejemplo almendras.