La larga duración de los objetos de consumo era un atributo esencial que nuestros padres y abuelos tenían especialmente en cuenta antes de adquirirlos. Así, muchos de esos artículos, como relojes o plumas, eran utilizados por más de una generación. En la actualidad, el ciclo de vida útil de numerosos productos se ha reducido significativamente y la calidad ya no se asocia a la duración. Los objetos se sustituyen por otros a gran velocidad sin que muchas veces nos lleguemos a acostumbrar a su uso.
La vida útil de muchos bienes se ha acortado de forma sensible en tan sólo dos décadas, según fuentes consultadas de los sectores más afectados. En algunos casos ni siquiera se llega ahora a la mitad de su periodo de duración a comienzos de los 80, aunque hay mucha diferencia según el tipo de artículos. No es lo mismo un ordenador doméstico, cuya vida útil económica (a partir de la cual es menos rentable seguir con el equipo y asumir el coste de reparaciones y actualizaciones que adquirir uno nuevo) difícilmente supera hoy los tres años, cuando a finales de los 80 tenían una expectativa de casi diez.
Cambio tecnológico
Un motivo que acelera la sustitución de los bienes de consumo es el cambio tecnológico. Se nota sobre todo en los equipos informáticos. «A mediados o finales de los 80 se compraba un ordenador con afán de no renovarlo hasta que se averiara definitivamente, y la expectativa era de unos diez años. Hoy un comprador sabe que su equipo no superará los cinco años, y a partir de dos o tres ya no es rentable repararlo si tiene una avería, o mantenerlo en uso si se quieren prestaciones sofisticadas», explica Julián Gómez, responsable de una empresa del sector. Algo que también se observa en el campo de la fotografía, con la llegada de las cámaras digitales.
La tecnología explica también el rápido cambio de equipos como los de vídeo por los DVD. Los avances son tan veloces que a veces el consumidor no ha tenido tiempo de asimilar una tecnología cuando ya aparece otra. Es lo que sucede con los teléfonos móviles. Como dice Jesús Casado, de la multinacional electrónica Philips, «los consumidores antes cambiaban de aparato cuando se inutilizaba la batería; ahora, ni siquiera llegan a ese punto y desechan el móvil, por término medio, antes de dos años».
Claro que ahí también influye la moda. Otro ejemplo son los zapatos. «El calzado correcto es el que dura lo que el comprador quiere que dure», explica un portavoz del Instituto Tecnológico del Calzado. Esto suele ser una temporada, o dos si el comprador tiene más de 40 años.
Tan caro como reponer
A veces, los usuarios deciden cambiar antes de tiempo si el objeto necesita una reparación. El encarecimiento de la mano de obra hace el resto para que reparar termine por ser tan caro como reponer. Por todo ello, nadie o casi nadie, según las fuentes consultadas, repara hoy en día artículos como batidoras, tostadoras, afeitadoras, aparatos de radio, grabadoras y otros muchos artículos.
La mayor velocidad de sustitución de tantos bienes favorece a los fabricantes, que producen para un mercado ávido de consumo, y perjudica a los encargados de las reparaciones, que cada vez tienen menos clientes. Luego están los consumidores, que ejercen su libertad a la hora de comprar.
Desde las asociaciones de usuarios recomiendan usar los artículos mientras resulte rentable hacerlo y no menos tiempo. Sin olvidar, recalcan, que la sociedad en su conjunto asume algunos costes que muchas veces el consumidor ignora. Por ejemplo, el reciclado de un teléfono móvil cuesta casi siete veces el precio de venta del aparato. Lo que significa que cuanto más se cambie de móvil más coste para la sociedad.