La organización ecologista Greenpeace difundió ayer las consecuencias negativas del consumo de transgénicos haciendo referencia no sólo al hecho de que suponen una amenaza contra la biodiversidad, sino también al hecho de que puede originar problemas sociales y económicos a los países más desfavorecidos.
Juan Felipe Carrasco, el director de esta campaña, que permanece en el buque «MV Esperanza» de Greenpeace en el puerto de Cartagena, ha declarado que el hecho de que vaya a entrar en vigor la nueva normativa europea sobre estos productos obliga a informar a los consumidores sobre ellos en el etiquetado de los alimentos.
Desde el buque, los miembros de Greenpeace se encargan de informar a las personas que lo visitan de los efectos que supondrá, según ellos, que se consuman alimentos transgénicos en España: problemas sociales, ambientales y económicos. Han elegido el puerto de Cartagena porque es uno de los puertos españoles por donde entra a Europa el maíz y la soja modificados genéticamente. Además han declarado que España es el único país que cultiva esos productos a pesar de que en el resto de Europa impera todavía una moratoria sobre los mismos.
Carrasco ha señalado, por un lado, que estos alimentos modificados «suponen un problema de desestructuración social en el sentido de que en grandes áreas del planeta desaparecen los pequeños ciclos de agricultura sostenible, de agricultura que podría proporcionar seguridad alimentaria al planeta para poner toda esa producción en manos de una o dos grandes empresas» y, por otro, que «es un ataque a la biodiversidad agraria y, además, los transgénicos suponen una mayor utilización de los productos tóxicos de agricultura».