En los últimos 28 años la Tierra ha cambiado de forma. Ésta es la conclusión de un estudio elaborado por científicos de la Universidad de Texas (EE.UU.), que acaba de publicar el prestigioso «Journal of Geophisical Research». Basándose en datos facilitados por satélites de observación de la NASA, Minkang Cheng y su colega Byron D. Tapley, ambos adscritos al Centro de Investigaciones Espaciales de esa universidad norteamericana, han concluido que en las últimas tres décadas la Tierra se ha «abombado» a la altura del ecuador, al mismo tiempo que se «achataba» en los polos.
La razón, según los científicos, hay que buscarla en los cambios climáticos que sufre el planeta, y en especial en los fenómenos que afectan al nivel de los océanos y al desplazamiento y distribución de las grandes masas de agua. Fenómenos estacionales como «El Niño», que a finales de cada año provoca sequías en medio mundo e inundaciones en el otro medio, afectando tanto al clima como a las criaturas marinas.
Esas variaciones climáticas serían también responsables de alteraciones en el campo gravitatorio terrestre. La gravedad es una fuerza de atracción invisible que tiende a mantener unida la materia. El movimiento relativo de un objeto pequeño, como un satélite, con respecto a otro objeto pesado, como la Tierra, depende de la cantidad de masa que tenga cada uno de los objetos y de cómo esa masa se distribuye. Los científicos pueden medir los cambios en el «tirón» gravitatorio del planeta usando instrumentos en tierra que rastrean satélites en el espacio.
El estudio revela cambios significativos en la forma del planeta en las tres últimas décadas. Para llegar a esta conclusión, los científicos midieron la distancia entre varios satélites y distintas estaciones terrestres usando un sistema de rayos láser cuyo margen de error es de menos de un milímetro.
Los datos recogidos reflejan los cambios en la distribución del agua en océanos, atmósfera y continentes. Los investigadores observaron que, en los últimos 28 años, las dos mayores variaciones en la forma del globo terráqueo estaban estrechamente relacionadas con dos de los más fuertes episodios de «El Niño» durante el mismo periodo. Este fenómeno provocó variaciones en la distribución de las masas de agua en el planeta, que causaron cambios en el campo gravitatorio y que fueron más intensas en los continentes.
Los científicos también encontraron indicios de que otro gran cambio en la distribución de la masa terrestre habría podido comenzar en 2002.