La sima Challenger, la fosa oceánica más profunda de nuestro planeta, con 10.896 metros, alberga vida. Con la ayuda de un batiscafo, científicos japoneses han hallado una fauna submarina dominada por diminutas criaturas de morfología muy simple. En su mayoría son especies desconocidas para la ciencia que forman parte de una clase de organismos marinos unicelulares llamados foraminíferos, los seres vivos más abundantes de los mares junto a las bacterias.
Estas criaturas de formas redondas y alargadas están protegidas por una blanda cubierta orgánica, en lugar de conchas como es habitual en las 4.000 especies conocidas de foraminíferos. La razón es que a tales profundidades no encuentran el suficiente carbonato de calcio para formar un caparazón, según detallan el profesor Yuko Todo y sus colaboradores en un estudio publicado en la revista «Science».
En la oscuridad completa que reina en esa fosa abisal, esos seres han logrado adaptarse a la tremenda presión que ejerce sobre sus organismos una columna de agua de casi 11.000 metros. Se estima que soportan presiones de 110.000 kilopascales, una fuerza equivalente a la ejercida por el peso de 50 aviones «jumbo», uno encima de otro.
Los ejemplares fueron identificados por el robot «Kaiko» en una incursión realizada hace varios años hasta el fondo de la sima Challenger, que debe su nombre al navío de la armada británica que la descubrió en 1951. El 24 de marzo de 1995, el sumergible «Kaiko» tocó el fondo de esa fosa y recogió muestras de sedimentos, lo que ha permitido la identificación de estos seres vivos. Este robot se perdió en el mar el 29 de marzo de 2003, cuando uno de sus cables secundarios se rompió durante la aproximación de un tifón. Con ese accidente desapareció uno de los pocos ingenios construidos por el hombre que podía alcanzar profundidades de más de 6.000 metros.
Los científicos japoneses de este grupo, que contaron con la colaboración de la Universidad de Southampton (Reino Unido), pudieron analizar el ADN de las diversas especies de foraminíferos descubiertas. Los análisis indican que son una forma primitiva de organismos que datan del periodo anterior a la gran explosión de diversidad biológica del Cámbrico, hace 550 millones de años, que originó la mayoría de los seres vivos que hoy conocemos.
Los ejemplares más abundantes y sorprendentes tienen forma de tubo, dividido en varias cámaras visibles a través de sus transparentes paredes corporales. Más que su existencia en el punto más profundo de la Tierra, lo que asombró al equipo de Yuko Todo fue la abundancia de ejemplares viviendo en el fangoso suelo de la sima. El profesor Jere Lipps, de la Universidad de California (EE.UU.), señala que este tipo de organismos han logrado adaptarse a la profundidad de los océanos desde hace millones de años, incluso antes de la formación de esta fosa de la trinchera de las Marianas, por un proceso de subducción de placas tectónicas.