«Tiktaalik roseae» es el nombre con el que ha sido bautizado el animal que se considera el eslabón perdido entre los peces y los animales terrestres. Científicos estadounidenses han recuperado tres esqueletos muy bien conservados en el Ártico canadiense que corresponden a especímenes de entre 1,2 y 2,7 metros de longitud.
Esta nueva especie, que sus descubridores presentan hoy en la revista «Nature», vivió hace 375 millones de años. Era un depredador de agua dulce con dientes afilados, cabeza parecida a la de un cocodrilo y cuerpo aplastado. Su cráneo, cuello, costillas y la parte final de las extremidades parecen de un cuadrúpedo primitivo; la mandíbula, otra parte de las aletas y las escamas son propias de un pez.
Los investigadores aseguran que sus hombros, codos y muñecas eran capaces de soportar su peso en tierra firme. «Tiktaalik difumina los límites entre los peces y los animales terrestres. Este animal es, a la vez, un pez y un tetrápodo», señala Neil Shubin, de la Universidad de Chicago y, junto a Ted Daeschler, de la Academia de Ciencias Naturales de Filadelfia, uno de los descubridores de esta especie.
El hallazgo es fruto de cinco años de trabajo en el Ártico. Los científicos encontraron los primeros restos de animales del Devónico en la provincia de Nunavut en 2002, pero no volvieron a la región hasta dos años después. Fue entonces cuando dieron con «Tiktaalik» en una formación rocosa de hace 375 millones de años. «En dos semanas, conseguimos tres especímenes articulados de una criatura que sabíamos que estaba en la cúspide de la transición entre los animales acuáticos y los terrestres», recuerda Shubin.
Nuestro pasado lejano
«Tiktaalik» marcó un antes y un después en la evolución. «Este animal representa la transición del agua a la tierra. Es tan parte de nuestra historia como el ‘Australopithecus africanus’ (uno de los primeros homínidos) -señala Shubin-. Cuando hablamos de la muñeca de este pez, estamos hablando del origen de partes de nuestra muñeca. Es nuestra rama de la evolución. Es nuestra muñeca. Es la evolución de nuestro cuello. Es la de nuestro oído. Es nuestro pasado lejano».
El esqueleto del animal sugiere, según los investigadores, que vivía en el fondo de aguas poco profundas y a veces podría salir a tierra durante cortos periodos de tiempo. La estructura ósea de las extremidades anteriores no es la propia de un pez. El hombro, el codo y la muñeca de lo que parece una aleta son los propios de las patas de un animal terrestre. «Es una aleta capaz de soportar a un animal», dice Shubin.
El «pezápodo», como lo llama a modo de broma el investigador estadounidense, debe su nombre al Consejo de Ancianos de los Nunavut, al que los científicos pidieron que propusiera una denominación para la nueva especie. Eligieron «Tiktaalik», que en idioma inuit significa «gran pez de agua dulce».