El desenfrenado crecimiento industrial que ha convertido a China en la «fábrica global» y ha sacado de la pobreza a 300 millones de personas también ha tenido un fuerte impacto ecológico en el país. El modelo de desarrollo chino, nada sostenible, ha afectado principalmente a las grandes ciudades y a la costa.
El sol apenas resulta ya visible en dichas zonas y una neblina grisácea, que carga el ambiente y es capaz de provocar mareos, dolores de cabeza y hasta problemas respiratorios o asma, ocupa el cielo la mayoría de los días, absorbiendo o rebotando los rayos solares e impidiendo que el sol haga acto de presencia pese a la ausencia de nubosidad.
Estos datos se ven ahora corroborados por un estudio realizado por un grupo de científicos norteamericanos del Laboratorio Nacional del Pacífico. Los investigadores han hallado que la radiación solar en China ha menguado durante el último medio siglo 3,7 vatios por metro cuadrado. Para ello, han analizado los datos proporcionados por 500 estaciones meteorológicas repartidas por todo el país oriental, que han recogido los niveles de radiación solar y de nubosidad desde 1954 hasta 2001.
Primer emisor del planeta
«La polución resultante de la actividad humana podría haber creado una bruma que absorbe y desvía los rayos del sol», explicó a la revista Geophysical Research Letters Yun Qian, uno de los autores del artículo. Y es que lo cierto es que la emisión de gases contaminantes a la atmósfera se ha multiplicado por nueve durante los últimos 50 años en China. Así, el gigante asiático es ya el primer emisor del planeta de gases de efecto invernadero al liberar el año pasado a la atmósfera 25,49 millones de toneladas de dióxido de azufre. Debido a este aumento del 27% con respecto al año 2000, la lluvia ácida provocada por el azufre afecta a 298 áreas urbanas y cubre el 30% del territorio chino.
Los principales agentes contaminantes son las plantas de carbón que pueblan el país, el humo de las chimeneas que desprenden las cada vez más numerosas fábricas y los coches que han proliferado por la mejora de la calidad de vida. Igual de nocivas resultan las obsoletas calderas de la calefacción y el polvo que desprenden las omnipresentes obras de construcción, que se han convertido en un elemento más del paisaje en esta China.
Según el Banco Mundial, 16 de las 20 ciudades más contaminadas de la Tierra se encuentran en China, donde el 27% de las 341 mayores urbes y 116 millones de personas padecen unos niveles de polución en el aire «muy peligrosos», al tiempo que el 70% de los ríos y lagos están seriamente degradados y 300 millones de habitantes no tienen agua potable. Además de causar la muerte de 400.000 personas al año por enfermedades pulmonares y cardiovasculares, la contaminación amenaza con hipotecar los gastos sanitarios en el futuro y colapsar el altísimo crecimiento de China.