Existen algunas cualidades generales que hacen que un suelo sea bueno para el desarrollo de diversas plantas: que sea rico en humus, que tenga buen drenaje, que posea un pH (potencial de hidrógeno) neutro, etc. Sin embargo, cada especie vegetal presenta sus propias exigencias, y lo más aconsejable es tenerlas en cuenta para proporcionar el sustrato más adecuado. En este artículo se detalla la importancia de un sustrato idóneo para cada planta y las características generales de los buenos suelos.
Una planta, un sustrato
El cultivo de plantas requiere la consideración de muchos factores. Uno de los más importantes es el sustrato, la tierra en la cual cada ejemplar crece y vive. Muchas veces se comete el error de pensar que existe solo una clase de tierra «buena» y que cualquier planta puede desarrollarse en ella sin problemas. Lo cierto es que -tal como ocurre con la cantidad de agua y de luz, el tipo de poda, los abonos y fertilizantes, etc.- las distintas especies de plantas tienen necesidades muy diversas con relación a las características del suelo. Hay que tenerlas en cuenta, ya que una mala elección puede derivar en que los ejemplares sufran perjuicios, se debiliten e incluso mueran.
Se aconseja consultar con un especialista las características del sustrato que más conviene a cada planta
Para ello, lo más recomendable, en el momento de adquirir una planta o de realizar su multiplicación por medio de semillas o esquejes, es consultar con el vendedor o un especialista acerca del tipo y las características de la tierra que más convienen a la variedad que se plante. También es fundamental estudiar el crecimiento de la planta a lo largo del tiempo, para detectar a tiempo los problemas que surgieran y decidir las medidas necesarias.
Características de los buenos suelos para las plantas
Más allá de las particularidades de cada especie, se pueden enumerar algunos datos básicos en relación con lo que se considera en general un sustrato bueno.
Un buen sustrato es un preparado que incluye humus (es decir, la llamada «tierra de hojas», compuesta por elementos orgánicos en cuya descomposición han actuado hongos y bacterias), tierra negra de jardín, estiércol descompuesto, caliza y arena de río. El humus y la tierra negra de jardín constituyen entre el 50 y el 75% del total, según las necesidades de cada especie.
Cuanto mayores sean las necesidades nutritivas de la planta, también deberá ser mayor la cantidad de humus. La arena debe aportar más o menos la cuarta parte del total del sustrato, y el estiércol la décima parte.
La turba (material orgánico de origen vegetal) también es beneficiosa para el sustrato, ya que drena muy bien y mejora la porosidad del conjunto.
El mejor sustrato es que el que tiene la suficiente solidez para ofrecer estabilidad a las raíces, pero que a su vez es bastante ligero para poseer un buen drenaje y no apelmazarse.
La tierra procedente del jardín, por muy «natural» que sea, en general no es recomendable. Lo más probable es que contenga parásitos que después afecten a la planta que aloje. En todo caso, un truco para eliminar esos agentes agresores consiste en hornear la tierra durante unos minutos. Lo más aconsejable es utilizar los sustratos que se comercializan ya preparados.
Si se desea usar tierra del jardín como sustrato, es recomendable hornearla para eliminar los parásitos
Para las plantas de vida corta, se aconseja el llamado sustrato o mantillo sin tierra. Está compuesto por elementos como turba, agujas (es decir, hojas) de abeto, corcho, cortezas, serrín, arenas, etc. Esta mezcla tiene menor cantidad de nutrientes, pero presenta la ventaja de ser más limpio, ligero y fácil de manejar.
Otro factor importante para considerar es el pH, sigla que denomina el potencial de hidrógeno. El valor neutro del pH es 7. Si el suelo posee ese valor o uno cercano, se considera un sustrato neutro. Si el pH del sustrato es menor a 7, se trata de un suelo ácido, mientras que si es mayor, un suelo alcalino. Las diferentes especies de plantas requieren diferentes grados de acidez o alcalinidad, los cuales se pueden comprobar con tests muy sencillos, a través de papeles indicadores o gotas reactivas.
Si el pH es alto y hace falta bajarlo, se logra a través de la inclusión de trozos de corteza y agujas de pino en el mantillo. En caso de que, por el contrario, sea necesario subirlo, conviene quitar el sustrato, mezclarlo con una taza de cal por cada maceta mediana y dejarlo reposar durante un día. El resultado de la combinación será un sustrato con un pH más alto.