El ser humano puede desarrollar la ecolocación, una forma de explorar el entorno mediante señales acústicas característica de animales como los delfines y los murciélagos. Así, la emisión de determinados chasquidos de lengua ayuda a identificar los objetos de alrededor sin necesidad de verlos, algo especialmente útil para las personas ciegas, afirma un trabajo científico llevado a cabo por un equipo de investigadores de la Universidad de Alcalá de Henares (UAH).
«Los humanos podemos rivalizar con los murciélagos en la capacidad de ecolocación o biosónar bajo ciertas circunstancias», señaló Juan Antonio Martínez, autor principal del estudio, al Servicio de Información y Noticias Científicas (SINC). El equipo de Martínez ha iniciado una serie de estudios pioneros en el mundo para poder usar la capacidad infrautilizada de ecolocación que tiene el ser humano.
En el primer trabajo al respecto se analizan las propiedades físicas de varios sonidos y se propone el más efectivo para su uso en la ecolocación. «El sonido casi ideal es el ‘clic’ palatal, un chasquido que se origina poniendo la punta de la lengua en el velo del paladar, justo detrás de los dientes, y realizando un movimiento rápido hacia atrás, aunque es frecuente hacerlo erróneamente hacia abajo», explicó Martínez.
Los «clic» palatales «tienen una forma muy similar a los sonidos que emiten los delfines -cambiando la escala-, aunque estos animales tienen órganos adaptados y pueden hacer 200 ‘clics’ por segundo y nosotros sólo tres o cuatro», indicó el investigador. Con la ecolocación, «que es tridimensional y permite atravesar materiales que son opacos a la radiación visible», se puede medir la distancia de un objeto por el tiempo que transcurre entre la emisión de una onda acústica y la recepción del eco o la onda reflejada en ese objeto.
Dos horas diarias de entrenamiento
Hasta ahora algunas personas invidentes habían aprendido la ecolocación de forma autodidacta. «Con dos horas al día durante un par de semanas se puede distinguir si tienes un objeto delante, y en otras dos semanas, diferenciar los árboles de una acera», afirmó Martínez. Para aprender a emitir, recibir e interpretar los sonidos, los científicos están desarrollando un método con una serie de protocolos.
Los investigadores ya están trabajando para que una persona sorda y ciega pueda utilizar en el futuro este método, porque los ecos se perciben no sólo a través del oído, sino también mediante vibraciones que llegan a la lengua y a los huesos. «Para este tipo de personas en particular, y para cualquiera en general, sería una nueva forma de percibir el mundo», apuntó el investigador.
Otra de las líneas de investigación se centra en establecer los límites biológicos de la capacidad de ecolocación en humanos, «y los primeros resultados indican que la resolución en detalle podría rivalizar incluso con la propia vista». De hecho, los investigadores comenzaron distinguiendo que tenían a una persona delante, pero ahora ya pueden detectar algunos órganos internos, como los huesos, e incluso «ciertos objetos del interior de un bolso», detalló el científico.
Las posibilidades que se abren con el desarrollo de la ecolocación humana son enormes. Esta técnica sería muy práctica no sólo para personas invidentes, sino también para profesionales como los bomberos (podrían localizar los huecos de las salidas entre el humo) y los equipos de rescate, o simplemente para una persona perdida entre la niebla. La mejor comprensión de los mecanismos mentales de la ecolocación también podría contribuir a diseñar nuevas tecnologías de imagen médica o escáneres que aprovecharan la gran capacidad de penetración de los «clics».