Transcurrida casi una década desde el accidente que sufrió en julio de 2000 un avión Concorde, en el que murieron 113 personas, ha comenzado en un tribunal francés el juicio contra la compañía estadounidense Continental Airlines. Se tratará de determinar la responsabilidad de la aerolínea, que será juzgada, junto con un soldador que trabajaba para Continental y un supervisor por homicidio involuntario. También están acusados el máximo responsable de probar el programa del Concorde, el ingeniero jefe del avión y el antiguo director del organismo de aviación civil de Francia.
Las investigaciones previas han concluido que una de las ruedas del Concorde estaba perforada por una pequeña pieza de metal que se había caído de un avión de Continental Airlines que iba a despegar, lo que hizo que llegasen restos a los depósitos de combustible del avión, que causaron un incendio. Continental Airlines niega por su parte ser responsable del accidente y su abogado, Olivier Metzner, dijo la semana pasada que hay 28 testigos que discuten esa versión de los hechos. Los resultados del juicio podrían tener importantes implicaciones en la forma en que la industria aeronáutica mantiene sus aviones y en la rigurosidad de las medidas de seguridad.
Metzner señaló que Continental está decidida a demostrar que no tiene la culpa del accidente e insistió en que aún quedan muchas preguntas por responder sobre el nivel de seguridad y mantenimiento del Concorde. «Lo que está en juego, por encima de todo, es un asunto moral. Continental Airlines es una empresa con una excelente reputación y no quiere que se destruya su imagen, que es respetada por los pasajeros, y no va a aguantar que la hagan responsable», subrayó.
El Concorde, de Air France, intentaba despegar desde París el 25 de julio de 2000 para llevar a un grupo de turistas al Caribe, donde iban a pasar sus vacaciones a bordo de un crucero, cuando se incendió un motor. Incapaz de ganar altura y con un largo rastro de fuego y humo, la aeronave se estrelló contra un hotel de la localidad de Gonesse, seis kilómetros al suroeste del aeropuerto parisino de Charles de Gaulle. Las cajas negras han permitido saber que el capitán de la aeronave intentó de forma desesperada bajar hacia el suelo de nuevo pero no le dio tiempo. Los 109 pasajeros que iban a bordo, incluidos tres niños, fallecieron, al igual que cuatro empleados del hotel.