La mayoría de las plantas de interior deben mantenerse en lugares en los que la luz les llegue de una manera tamizada, la exposición a los rayos del sol nunca debe ser directa, ni de manera constante.
Esto no suele ser un problema salvo en los meses de verano, cuando hay que cuidar especialmente este aspecto porque la mayoría de los días son soleados y, si el sol incide excesivamente sobre las plantas, pueden sufrir daños irreparables, sobre todo si reciben los rayos solares tras haber sido regadas, porque el efecto lupa creado por el agua que se deposita sobre las hojas incrementa la acción de los rayos solares.
Pero en ocasiones los intereses de las personas que habitan la casa y las necesidades de las plantas pueden estar contrapuestos. Es decir, los inquilinos pueden preferir la entrada directa del sol para iluminar el hogar y abrir las ventanas para ventilar las estancias de la casa, olvidándose de que se está perjudicando a las plantas.
Como lógicamente cada uno debe estar a gusto en su casa hay que buscar una solución. Una posibilidad es colocar todas las plantas en una misma habitación en la que se regulará la entrada de luz con las cortinas y las persianas. Otra opción consiste en airear la casa a primera hora del día o durante la noche y bajar las persianas y cortinas cuando el sol comience a brillar con intensidad: así evitaremos que el calor procedente del exterior invada nuestra casa y podremos estar a gusto en el interior.
Con el fin de mantener el grado de humedad que necesitan nuestros ejemplares es conveniente colocarlos todos juntos y colocar un cuenco lleno de agua junto a ellos que refresque el ambiente.