Los residuos de baja y media actividad tienen una vida máxima de 300 años y se caracterizan por ser menos radiactivos y contaminantes que otro tipo de residuos de este tipo, lo que no resta para que haya que controlarlos y gestionarlos eficazmente de manera que se impida la llegada de los elementos contaminantes, los radionucleidos, al medio ambiente. Durante algunos años, la opción preferente para el almacenamiento de residuos de baja actividad fue el vertido marino. Sin embargo, la peligrosidad de esta práctica hizo que se impusiera una moratoria en 1983 y que en la actualidad haya sido prohibida, de manera que el método legal para el aislamiento definitivo de estos residuos es su almacenamiento en instalaciones debidamente acondicionadas, existiendo básicamente dos tipos: el almacenamiento en superficie, método utilizado por ejemplo en España en la instalación de El Cabril (Córdoba) o en Francia en el centro de L’Aube, y el subterráneo a baja o a media profundidad, como en el centro SFR de Suecia o las minas de Konrad y Asse en Alemania.
En cualquier caso, las instalaciones donde van a parar estos residuos son diseñadas con un sistema de barreras múltiples para que, en el peor de los casos, las concentraciones que pudiesen llegar a la superficie estuvieran por debajo de los niveles aceptables. Así, la zona en donde se ubica debe ser geológicamente estable e impermeable, de manera que pueda detenerse o retardarse el acceso de los radionucleidos al medio ambiente. Por su parte, el diseño de la instalación incluye estructuras, blindajes y sistemas en función de la categoría de los residuos a almacenar. Una vez allí, los residuos son inmovilizados en una matriz químicamente inerte, para que puedan ser confinados en un contenedor con el fin de evitar su contacto con el exterior. En España, el Consejo de Seguridad Nuclear (CSN) es el encargado de supervisar y controlar la gestión de los residuos radiactivos siguiendo las recomendaciones de la Unión Europea. Así, los residuos de baja y media actividad son gestionados por la Empresa Nacional de Residuos Radiactivos, SA (Enresa). La instalación de El Cabril, puesta en funcionamiento en 1992, es el único cementerio nuclear español acondicionado para albergar materiales de baja y media actividad. Esta instalación cuenta con una capacidad de un millón de metros cúbicos, lo que según sus responsables permitirá cubrir las necesidades españolas de almacenamiento aproximadamente hasta el año 2010.
Este tipo de residuos se genera principalmente en las instalaciones nucleares y radiactivas, aunque también se producen en otro tipo de actividades. Así, en España, los residuos de baja y media actividad se generan de la siguiente manera:
- En la minería y el tratamiento del mineral de uranio, donde se producen grandes volúmenes de residuos de muy baja actividad que se gestionan en eras o en diques.
- En la fabricación del combustible para las centrales nucleares, de donde surgen pequeñas cantidades de residuos sólidos y líquidos, ligeramente contaminados.
- En el funcionamiento de las centrales nucleares, donde estos residuos son acondicionados por el propio productor y almacenados en la central hasta su posterior transporte y recepción en la instalación de El Cabril. La naturaleza y cantidad de los residuos producidos depende del tipo de central y sus condiciones de operación, y así, se puede diferenciar entre residuos húmedos (resinas de intercambio iónico, concentrados de evaporador, lodos, etc.) y secos (papel, plásticos, etc.).
- En el desmantelamiento de las centrales nucleares, donde se producen grandes volúmenes de residuos radiactivos, básicamente de baja actividad, con una pequeña proporción de media actividad.
- En el ámbito sanitario, al utilizarse isótopos radiactivos para el diagnóstico y tratamiento de enfermedades.
- En las actividades industriales, puesto que se usan fuentes encapsuladas para el control y la inspección de procesos que una vez finalizada su vida útil deben ser gestionadas como residuos.