Las biobalas han mostrado su validez para la lucha contra el mejillón cebra, según un informe de la Confederación Hidrográfica del Ebro (CHE), que confirma la efectividad de este método en sistemas cerrados. La CHE destaca además sus beneficios frente a otros métodos, por la seguridad de su manejo y por la rapidez y sencillez de aplicación.
El organismo ha analizado con datos propios y con los ofrecidos por la Universidad de Cambridge, donde han desarrollado técnicamente este método, los efectos de su uso en un sistema cerrado. «Destaca su gran efectividad en la eliminación de esta especie invasora», apunta la CHE en un comunicado. Además, el informe remarca las ventajas de este método para sistemas cerrados «por la seguridad de su manejo, la no corrosión de las tuberías y la posibilidad de ser utilizado como un tratamiento rápido al final de la temporada de riego, con lo que se ahorran costes de operación y personal».
Los trabajos de campo se realizaron a mediados del mes de mayo gracias a la colaboración de la Comunidad de Regantes de Mora la Nova (Tarragona), que prestó para las pruebas sus infraestructuras de riego, y también con el apoyo técnico del Centro Tecnológico de Manresa-Flix. Se utilizaron dos fórmulas de biobalas desarrolladas por la Universidad de Cambridge, a través de un equipo liderado por el Doctor David Aldridge, las SB1000 y las SB2000.
Tras las pruebas de tratamiento, durante un mes se realizó un seguimiento de la efectividad, para lo que se inspeccionaron los filtros instalados a lo largo de las tuberías tratadas. La proporción de especímenes de mejillón muertos en los filtros alcanzó el 100% y, además, se destacó su efecto en ejemplares de todos los tamaños. Este análisis de aplicación del método de las biobalas permite ahora que este producto se presente como alternativa entre los tratamientos químicos para los usuarios afectados en sus infraestructuras, subrayan desde la CHE.
Las pruebas realizadas por la CHE para la aplicación de este método se integran en un proyecto de investigación financiado por el Ministerio de Medio Ambiente y Medio Rural y Marino dentro del Plan Nacional de Investigación Científica, Desarrollo e Innovación Tecnológica. El proyecto está liderado por la Universidad de Zaragoza y en él participan, además de la Confederación Hidrográfica del Ebro, la Universidad Politécnica de Valencia, la Sociedad de Infraestructuras Rurales Aragonesas y el Centro de Transferencia Agroalimentaria del Gobierno de Aragón.