El suelo es un componente esencial del medio ambiente y un recurso no renovable debido a su fragilidad y a su dificultosa y larga recuperación, por lo que su utilización inadecuada puede provocar su degradación e incluso su pérdida irreparable en tan sólo algunos años.
Por degradación de los suelos se entiende el deterioro de las propiedades físicas, químicas y biológicas, ya sea aisladamente o de forma combinada, que impide o limita el buen desarrollo de los cultivos. En realidad, no se trata de algo nuevo, puesto que existen documentos de la época greco-romana que hablan de este problema. A pesar de ello, la escasa densidad de las poblaciones antiguas y que éstas se establecían en las llanuras próximas a los ríos, con suelos fértiles, abundante agua y fáciles comunicaciones, minimizaban sus consecuencias.
Sin embargo, las actividades humanas que se desarrollan en estos momentos hacen que se estén produciendo fenómenos graves de degradación. Entre ellos cabe destacar la erosión, mediante la cual el agua y el viento despojan al suelo de las capas fértiles, dejándolo improductivo. El ser humano acelera la pérdida de suelos fértiles por la destrucción de la cubierta vegetal, producto de malas técnicas de cultivo, el sobrepastoreo, la quema de vegetación o la tala del bosque. La erosión también puede afectar a la vida marina, puesto que el suelo arrastrado al mar se deposita como sedimento y cambia la composición del fondo marino. Según datos de la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO), la erosión del suelo y otras formas de degradación de las tierras se están acelerando en todos los continentes y cada año provocan una pérdida de entre 5 y 7 millones de hectáreas de tierras cultivables. La erosión del suelo y otras formas de degradación de las tierras se están acelerando en todos los continentes y cada año provocan una pérdida de entre 5 y 7 millones de hectáreas de tierras cultivables, lo que representa una seria amenaza para el abastecimiento global de víveres.La erosión del suelo y otras formas de degradación de las tierras se están acelerando en todos los continentes y cada año provocan una pérdida de entre 5 y 7 millones de hectáreas de tierras cultivables
Otros tipos de degradación provocados por la acción humana son: la desertificación, o intensificación de la aridez; la contaminación, como consecuencia de la mala eliminación y ausencia de tratamiento de los residuos; la pérdida de fertilidad por monocultivo; la salinización, que consiste en la acumulación de sales provenientes del agua de regadío y de los fertilizantes usados; el avance y crecimiento de las ciudades sobre suelo fértil; la compactación, que provoca la desaparición del espacio entre las partículas del suelo como producto del paso de personas, animales y vehículos en forma repetida por el mismo lugar, lo cual conlleva la disminución de la microflora y microfauna.
Los principales organismos internacionales dedicados al medio ambiente llevan años preocupándose por este problema, que han calificado de extrema gravedad, y a lo largo de los años han desarrollado una serie de directrices de uso recomendado para las distintas naciones. Por ejemplo, el proyecto internacional «Valoración Global de la Degradación del Suelo» (GLASOD en sus siglas en inglés) ha puesto de manifiesto el grave estado de degradación en que se encuentran actualmente los suelos en todo el mundo, destacando la erosión del suelo como el proceso que afecta al mayor número de hectáreas, representando más del 80% de toda la degradación. En el informe se identifican cinco intervenciones humanas que han provocado la degradación de los suelos: deforestación y explotación de bosques, sobrepastoreo, manejo impropio de suelos agrícolas, sobreexplotación de la vegetación para usos domésticos y actividades industriales.Cuando se destruye el suelo, el proceso natural de recuperación es muy lento y si se trata de acelerarlo muy costoso, por lo que la prevención es la mejor herramienta. En cualquier caso, existen una serie de medidas que pueden realizarse tanto en la prevención como en la recuperación de suelos degradados:
- Planificar adecuadamente el uso del suelo, manteniendo el resto del territorio lo más inalterado posible para no acelerar su degradación.
- Prevenir el avance de la erosión y el deterioro de la vegetación.
- Realizar actividades agrícolas respetuosas con el medio ambiente y conservar el suelo potencialmente agrícola.
- Utilizar sistemas de riego que eviten los peligros de sedimentación y salinización.
- Luchar contra la sequía, desarrollando variedades de vegetales resistentes o mejorando los pronósticos de sequía a largo plazo y sistemas de alerta.
- Conservar los bosques y reforestar, especialmente en aquellos lugares con problemas de erosión.
- Evitar la contaminación de los suelos y en su caso, llevar a cabo prácticas de tratamiento de residuos efectivas.