La Tierra es una fuente inmensa de recursos, pero no es inagotable, por lo que su sobreexplotación pone en peligro la supervivencia de los seres vivos que la habitan. Para tratar de establecer hasta qué punto se puede realizar un consumo sostenible de dichos recursos, los investigadores William Rees y Mathis Wackernager crearon un indicador que bautizaron con el nombre de «huella ecológica». Se trata de un concepto que mide la superficie necesaria para producir los recursos consumidos por un ciudadano y para absorber los residuos que genera. Se produce por tanto un «déficit ecológico» cuando consume más tierra de la que dispone, produciendo una huella mayor. En este caso, el consumo se basa en la utilización de los recursos de otros territorios o de generaciones futuras.
A nivel mundial, los expertos han calculado que cada persona excede en aproximadamente un 30% la superficie productiva que le corresponde, siendo la media de la huella de 2,85 hectáreas/persona (ha/p). A escala global, la huella ecológica ha superado la capacidad de generación de recursos del planeta desde la década de los 80.
La huella ecológica ha superado la capacidad de generación de recursos del planeta desde la década de los 80En la actualidad la humanidad está consumiendo el 120% de lo que produce el planeta. Sin embargo, este dato medio oculta las grandes diferencias entre países. En este caso, el consumo nacional se calcula sumando a la producción nacional las importaciones y restando las exportaciones, y para calcular la media por individuo se divide la huella nacional entre el número de habitantes del país. Así, mientras la huella de un ciudadano de Bangladesh es de 0,5 ha, la de un estadounidense medio es de 9,6 ha. Esto significa que si todos los habitantes de la Tierra consumieran como un norteamericano, se necesitarían al menos tres planetas como la Tierra, lo que desencadenaría una crisis mundial de primer orden. Una clasificación de la organización ecologista WWF establecía que los diez países con una mayor huella ecológica son, en este orden, Estados Unidos, Australia, Kuwait, Suecia, Finlandia, Canadá, Dinamarca, Irlanda, Noruega y Francia, mientras que España se colocaba en el vigésimo lugar, con una huella de 4 ha/p.
La huella ecológica es más evidente en las grandes urbes occidentales. El 20% de la población que vive en ciudades ricas consume más del 60% del producto económico mundial y genera el 60% del total de los desechos. Su elevada huella energética, debida a la generalización del vehículo privado, las hace excesivamente dependientes del exterior. Así, por ejemplo, Londres supera en 125 veces la extensión de su región de referencia, Munich en 145 y Toronto en 287. En definitiva, el concepto de huella ecológica deja en evidencia que el modo de vida de los países más ricos no puede extenderse al resto del planeta, por lo que una economía mundial sostenible exige una reducción del consumo de dichos países en la medida en que no pueda compensarse con un aumento equivalente en la eficiencia productiva.
La ilusión de que los recursos naturales se pueden consumir de manera infinita se desvanece cuando calculamos nuestra huella Aunque para reducir la huella ecológica planetaria es necesario que los responsables gubernamentales tomen decisiones en serio, la responsabilidad comienza por los propios ciudadanos.Concienciarse y seguir las principales acciones ecologistas puede contribuir a evitar las fatales consecuencias que supone seguir incrementando nuestra huella ecológica:
- Reducir, reutilizar y reciclar en este orden de prioridad ahorra ingentes cantidades de recursos no renovables y contaminación.
- Ahorrar en el consumo, utilizando por ejemplo productos de bajo consumo, haciendo uso del transporte público o ahorrando agua.
- Generar el menor número posible de residuos, evitando productos de un solo uso o llevando a un punto limpio para su tratamiento productos peligrosos o tóxicos.