La preocupación de los consumidores por la salud y el respeto al medio ambiente tiene como consecuencia lógica la aparición de la etiqueta ecológica. Se trata de identificar y certificar que los productos adquiridos respetan la normativa medioambiental.
La etiqueta ecológica está regulada por cada comunidad autónoma, encargada a su vez de otorgarla y gestionarla. Por esta razón, los distintivos de cada etiqueta pueden variar dependiendo del territorio autonómico.
Este etiquetado tiene en cuenta que para la producción del artículo se ha consumido sólo el agua y la energía necesaria, que las emisiones de gases u otros elementos a la atmósfera no sobrepasan lo marcado por la ley, y otros aspectos de respeto medioambiental. También recoge el comportamiento del producto en su vida útil, todo ello bajo parámetros científicos.
Los usuarios deben tener en cuenta que la Unión Europea también certifica el respeto por el medio ambiente de los diferentes productos. Es aconsejable optar por aquellos productos etiquetados con la etiqueta ecológica europea o que tengan el distintivo de garantía europeo.
Que un producto carece de etiqueta ecológica no significa que esté incumpliendo la ley, simplemente significa que no respeta el medio ambiente todo lo que debiera. Generalmente, cualquier artículo que no tenga certificación ecológica tiene un equivalente que sí la tiene. La decisión última es del consumidor, si bien cada vez es más difícil encontrar productos fabricados en Europa que carezcan de etiqueta ecológica.
La etiqueta ecológica puede aparecer en todo tipo de productos como los detergentes domésticos, papel de uso doméstico, electrodomésticos, textiles y calzado, equipamientos informáticos, calentadores, calefactores, aceites y pinturas, entre otros.