El Águila imperial ibérica es una especie de águila en grave peligro de extinción que sólo se encuentra en el suroeste de la Península Ibérica y el norte de Marruecos. Descubierta en 1860 por el naturalista alemán Brehm, su nombre científico, Aquila adalberti, hace honor al príncipe Adalberto de Baviera, que financió las primeras investigaciones sobre esta especie.
A comienzos del siglo XX se trataba de un animal muy abundante, pero en las últimas décadas su número se fue reduciendo hasta quedar al borde de su desaparición. En España habitan actualmente unas 200 parejas adultas y un número indeterminado de jóvenes nómadas
En España habitan actualmente unas 200 parejas adultas y un número indeterminado de jóvenes nómadasprincipalmente en los parques nacionales de Cabañeros y Doñana; en Portugal se han observado nómadas de forma ocasional, mientras que en Marruecos podría haber nada más que una pareja con sus crías. Por ello, es considerada la cuarta ave de presa en mayor peligro de extinción del planeta, junto al pigargo de Steller de Asia, el cernícalo de Isla Mauricio y el águila monera de Filipinas.
Las causas de esta disminución son varias. A mediados del siglo XX, los ganaderos eliminaban esta especie, junto a muchas otras rapaces, pensando que se trataba de un peligro para los rebaños, aunque sólo se habían observado ataques ocasionales contra patos domésticos. La Administración promovió el uso de veneno a través de las llamadas «juntas de extinción de animales dañinos», y así, a finales de los setenta quedaban unas 50 parejas. No obstante, estas prácticas se declararon ilegales en 1983, lo que permitió una cierta recuperación de los grandes carroñeros, entre ellos el Águila imperial. Sin embargo, el uso de cebos envenenados sigue siendo una práctica habitual, lo que causa, desde mediados de los noventa, casi la mitad de las muertes conocidas de águilas imperiales por causas no naturales en España, según datos de diversas organizaciones ecologistas. Asimismo, el aumento de los tendidos de alta tensión, el desarrollo urbanístico y la ampliación del tráfico o la extensión de la mixomatosis y otras epidemias sobre el conejo, su principal alimento, han conducido a la preocupante situación actual.
Las primeras medidas de protección llegaron a mediados de los 60, gracias al trabajo de naturalistas como Félix Rodríguez de la Fuente. Por su parte, el esfuerzo de conservación del Gobierno español ha conseguido que la población del Águila imperial se haya duplicado desde principios de los 90. El Ministerio de Medio Ambiente cuenta con una Estrategia de Conservación que incluye medidas para la disminución de la mortalidad por electrocución, venenos y disparos;
El Ministerio de Medio Ambiente cuenta con una ‘Estrategia de Conservación’la conservación de áreas con conejo abundante, o la concienciación de propietarios y gestores de fincas. Asimismo, en Andalucía se vienen realizando diversos programas para la recuperación de esta especie, como la repoblación con crías o la colocación de dispositivos para evitar la electrocución de estos animales, promovidos por la Junta de Andalucía y el Gobierno central, con la colaboración del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC). Asimismo, desde principios de los 90 se ha observado que el 70% de los pollos nacidos son machos, por lo que también se ha puesto en marcha un plan para aumentar el número de hembras.
Por su parte, las organizaciones conservacionistas españolas desarrollan diversas iniciativas para intentar proteger y recuperar estos animales amenazados, como el «Programa Antídoto», para evitar el uso de los cebos envenenados. La Sociedad Española de Ornitología (SEO/BirdLife) ha advertido de que en los últimos tiempos se ha abandonado el mantenimiento de las protecciones de tendidos eléctricos y de que en las nuevas líneas no se colocan revestimientos, lo que provoca el aumento de la mortalidad por electrocución, una de las principales causas de la mortalidad de esta ave, junto a la colocación de cebos venenosos.
Su gran parecido con las demás águilas imperiales hizo que fuera considerada una subespecie, hasta que recientes estudios de ADN demostraron que estaban lo suficientemente separadas como para ser considerada una especie. Su origen se encuentra en las grandes estepas europeas, de las que huyó hace un millón de años, empujada por los hielos del Cuaternario, hasta establecerse finalmente en la Península, al convertir al conejo ibérico en la base de su alimentación.
El plumaje del Águila imperial ibérica es pardo muy oscuro, excepto en los hombros y la parte alta de las alas, de color blanco, aunque los individuos jóvenes tienen un color pardo-rojizo. Los individuos adultos pueden alcanzar unos 80 centímetros de altura y unos tres kilos de peso, con una envergadura de alas que puede sobrepasar los dos metros, si bien las hembras, más grandes que los machos, pueden llegar a los tres kilos y medio. Cada pareja defiende su zona de caza y reproducción,
Cada pareja defiende su zona de caza y reproducciónunas 2000 hectáreas, durante todo el año. Su hábitat se encuentra en alcornocales y encinares abiertos, con praderas en las cercanías, principalmente en el mediterráneo, marismas y marjales, y su alimentación se fundamenta en el conejo, aunque también caza liebres, palomas, cuervos y otras aves, y en menor medida zorros y pequeños roedores, pudiéndose alimentar ocasionalmente de carroña.
En cuanto a la reproducción, se trata de un animal monógamo, con épocas de celo entre marzo y julio, cuando reacondicionan uno de los nidos, situados en la copa de los árboles. Suelen tener entre cuatro y cinco huevos y desarrollar hasta tres polluelos, aunque las causas que han reducido su número han llevado también a la disminución de las crías, lo que conduce a que sea el pollo mayor el que acapare los cuidados de los padres y sea el único que sobreviva.