Las posibilidades de que una alfombra se manche son numerosas. Para proteger el suelo, están expuestas continuamente a la caída de líquidos u otras sustancias que, a menudo, dejan huella. Un vaso de zumo, un pastel o una pintura pueden estropear el tejido de cualquier alfombra si la mancha no se elimina a tiempo. Para ello, basta seguir unos sencillos pasos en función del material y del tipo de mancha.
Las manchas son enemigas de cualquier alfombra. Nada más localizar una, hay que eliminarla. Nunca se debe esperar a que la mancha se seque para acabar con ella. La Unión Nacional de Fabricantes de Alfombras, Moquetas, Revestimientos e Industrias Afines y Auxiliares (Unifam) así lo recomienda. Si la mancha es sólida, hay que raspar o recogerla con una cuchara. Si es líquida, lo más adecuado es secarla con un papel absorbente. Lo que nunca debe hacerse es frotar una mancha, ya que la alfombra podría deformarse y la suciedad, expandirse. Es preferible «cepillar suavemente la zona que estuvo manchada», recomienda Unifam.
Hay que cepillar las manchas suavemente, ya que la alfombra podría deformarse y la suciedad, expandirse
Enfrentarse a una mancha requiere seguir un método: conviene limpiar desde el borde hacia el interior para que no se haga más grande y, cuando sea necesario, mojar la zona. Por último, hay que secarla «para evitar que se pudra y destiña». Además, es recomendable colocar una toalla debajo «para que absorba el exceso de agua», explica un responsable de Interalfombra dedicada a la limpieza y restauración de estos complementos.
No es aconsejable utilizar productos como el amoniaco o dejar pasar los desperfectos. Cuando la alfombra se rompe o estropea, hay que arreglarla inmediatamente para evitar que se debilite aún más. Asimismo, para acabar con los olores que causa la acumulación de suciedad, al menos una vez al año hay que limpiarla en profundidad.
Ni una alfombra es igual a otra, ni todas las manchas se eliminan de la misma manera. Las alfombras con dorso de látex o lámina de goma, por ejemplo, nunca se deben tratar con disolventes, excepto cuando presentan “manchas pequeñas y superficiales”, indica Unifam. Por su parte, las alfombras de lana tejidas de manera tradicional “suelen producir decoloraciones superficiales” cuando se sanean con productos habituales de limpieza, según Interalfombra, y desprenden un tinte amarillo que provoca manchas del mismo color en la superficie, cuando la base es de látex.
Las alfombras con dorso de látex nunca se deben tratar con disolventes y las de sisal no aguantan bien las limpiezas en profundidad
Las alfombras más modernas fabricadas a partir de fibras naturales como el sisal o el yute presentan dificultades a la hora de limpiarlas. Para proteger los bordes de la alfombra, es frecuente que se coloque en todo el perímetro una cenefa que, al lavarla, puede encoger o desteñir. Por este motivo, no aguantan bien las limpiezas en profundidad. Es preferible renovar estas alfombras periódicamente.
Por último, las alfombras de rayón -similares a la seda- suelen apelmazarse con el agua, aunque el proceso de lavado en seco no elimina bien la suciedad. En el caso de las alfombras estampadas, de colores fuertes o vivos, es habitual que pierdan intensidad con cada lavado y, cuando tienen cenefas, éstas tienden a despegarse en los procesos de limpieza.