La diáspora venezolana en América Latina
Es tan alta la cifra, que en febrero se cumplió un año del inicio del Estatuto Temporal de Protección de Colombia para la regularización de refugiados de Venezuela. Hasta la fecha, 296.000 venezolanos han recibido ya el documento que les mantiene en situación regular durante 10 años en Colombia. Y es que, en la actualidad, este país se posiciona como el primero de Latinoamérica que más personas venezolanas acoge cada año: 1,8 millones. Por detrás de Colombia se encuentra Ecuador, que ocupa el segundo lugar del ranking, seguidos de Chile, Brasil y Argentina.
En total, 2021 cerró con más de 6 millones de personas de Venezuela fuera de su país, la mayor crisis de desplazamiento externo en la historia reciente de América Latina. Se calcula que Latinoamérica acoge al 84 % de estas personas.
Los datos son esclarecedores de que la preocupante situación en Venezuela no deja de crecer buscando las causas principales de tales desplazamientos masivos en la inseguridad, la persecución y la escasez generalizada de insumos y servicios básicos en el país.
El desplazamiento y los problemas de salud mental
Sin embargo, el camino que toman las personas venezolanas hacia la estabilidad y seguridad de otro destino no siempre es fácil y las consecuencias del estrés provocado por salir del hogar llegan a convertirse en crisis de salud mental, entre otros problemas.
Leo Medina fue diagnosticado con esquizofrenia a finales de 1990, cuando aún había en Venezuela amplia disponibilidad de productos importados. Pero cuando el país comenzó a entrar en crisis cada vez fue más difícil adquirir productos de primera necesidad, no solo alimentos sino también los medicamentos. Fue en este momento cuando los padres de Leo tuvieron que reducir su dosis diaria para su enfermedad y, por tanto, su salud mental empeoró.
“Pasé un año y medio en muy mal estado: me sentía deprimido y no podía trabajar. Solo lloraba y gritaba. No quería seguir viviendo”, comenta Leo. En esta situación le trató un hospital de Guatemala que le proporcionó el tratamiento que necesitaba y Leo pudo volver a disfrutar de su vida.
Aunque la enfermedad de Leo no fue provocada por la angustia de salir del país, sí hay muchas personas venezolanas que a causa de este estrés han arrastrado con ellos enfermedades graves.
Las peligrosas sendas para alcanzar el destino idóneo
Las consecuencias especialmente mentales que ha dejado el proceso de desplazamiento externo de miles de venezolanos no es lo único que ha convertido la situación de la mayoría de estos migrantes en una odisea. Y es que la senda que siguen para salir del país en busca de un futuro mejor en muchas ocasiones no es la más indicada. Cada vez más son las personas que cruzan caminos altamente peligrosos, como las junglas del Tapón del Darién, buscando esta ansiada seguridad y estabilidad.
El Tapón del Darién es la frontera entre Colombia y Panamá con 5.000 cuadrados de junglas, ríos y montañas, lo que se traduce en 10 días de exposiciones a amenazas naturales, abusos, violaciones y robos de quien se atreve a cruzar estas sendas. Se calcula que en 2021 casi 133.000 personas realizaron esta travesía.
En este sentido, la respuesta de ACNUR es inmediata, proporcionando en Panamá albergues temporales, colchones, mantas, lámparas solares y kits de higiene, entre otros.
‘Del otro lado’: poniéndonos en la piel de las personas venezolanas
La crisis humanitaria de Venezuela es una de las más grandes del mundo, pero al mismo tiempo una de las más olvidadas. Por desgracia, cada año surgen nuevos conflictos en el mundo que nos obligan a poner el foco en ellos, olvidándonos así de que sigue habiendo países que continúan requiriendo nuestra ayuda humanitaria.
Por ello, ACNUR y la Unión Europea nos invitan a ver aquí ‘Del otro lado’, una película interactiva en 360º que han presentado en conjunto y donde nos cuentan la historia de una joven venezolana que huyó a Ecuador. De esta forma empatizamos con la protagonista, que nos hace considerar que el granito de arena de todos es muy valioso, pero que para aportarlo primero hace falta intentar calzarnos los zapatos de aquellos que sufren la huida en su propia piel.