La generación distribuida permite producir, almacenar y administrar la energía en el mismo lugar de consumo. Conocido también como microgeneración o energía distribuida, supone que los consumidores puedan convertir sus casas en pequeñas centrales eléctricas.
Hoy día, ciertas empresas, y especialmente los hospitales, utilizan sus propios sistemas de generación eléctricos para evitar posibles apagones de la red. Normalmente suelen utilizar energías contaminantes como el gas natural o el gasoil, aunque este tipo de generación autosuficiente puede basarse en fuentes ecológicas como la biomasa, el viento, el sol o el hidrógeno. Al utilizar este sistema, los consumidores generan su propia energía de manera ecológica, alivian los problemas de congestión de la red y evitan el enorme gasto que supone aumentar la capacidad y las líneas de transmisión de la red.
En el futuro la energía distribuida se multiplicará, creando un mercado libre sin empresas o leyes reguladorasSus defensores afirman que en el futuro las posibilidades de la energía distribuida se multiplicarán, creando un mercado libre sin empresas o leyes reguladoras. Los consumidores tendrán el control total, generando todo el calor o la electricidad para cubrir sus necesidades, e incluso permitiendo compartir el sobrante con otros usuarios o venderlo a la red de suministro. Además, consideran que el sistema actual de generación central, basado en enormes plantas alejadas de los lugares de consumo, suponen un malgasto energético y un coste económico y ecológico que no podrá aguantar muchos años.
La extensión de este tipo de sistemas permitiría además salir de la situación de subdesarrollo y pobreza a gran parte de la población del planeta. Según datos del Banco Mundial, hay cerca de 2.000 millones de personas que se encuentran fuera de las redes de suministro eléctrico. El problema es especialmente preocupante en África, donde más del 90% de la población rural no tiene acceso a la electricidad.
Las diversas tecnologías actuales (energía solar fotovoltaica, células de combustible, microturbinas, turbinas de viento, máquinas de combustión interna, generadores a partir de biomasa, etc.) permiten poner en marcha este tipo de sistemas, lo que en definitiva supone incrementar el uso de las energías limpias. Por ejemplo, hay calderas en el mercado que generan calor y electricidad, y aunque son más caras que los modelos convencionales, se amortizan rápidamente con el ahorro que consiguen. Científicos de la Universidad de Southampton hablan incluso de micro-redes de suministro para compartir la electricidad generada por varios usuarios próximos, al igual que los populares programas informáticos de intercambio de archivos. Asimismo, algunos expertos hablan del hidrógeno como la fuente energética que destronará el actual sistema energético dentro de unas pocas décadas.
Por su parte, cada vez más países y empresas desarrollan diversos modelos para aplicar estos sistemas. Ofgem, la institución que regula el mercado del gas y la electricidad en Gran Bretaña, está ofreciendo incentivos para operadores de redes de electricidad distribuida, y la ciudad de Londres está trabajando para establecer su propio servicio de energía basada en sistemas mixtos de cogeneración, energía geotermal y solar. En Estados Unidos, el Departamento de Energía está coordinando programas para convertir este tipo de sistemas en una alternativa real a la generación convencional. En Alemania, la Agencia de Crédito para la Reconstrucción (KfW) ofrece préstamos a bajo interés para la instalación de sistemas de eficiencia energética, lo que ha permitido a este país ser uno de los grandes productores de energías limpias. Algunas empresas incluso ofrecen a sus clientes sistemas de energía distribuida junto a otro tipo de servicios, como calefacción, agua, banda ancha, televisión por cable o teléfono, como la británica EcoCentroGen o la canadiense Earth Energy Utility.
A pesar de sus ventajas, la energía distribuida no acaba de despegar. Para conseguir una mayor popularización de este sistema, los expertos ofrecen varias ideas:
- Cambiar el actual modelo energético: Los responsables institucionales deben concienciarse de las ventajas económicas y medioambientales de estos sistemas. Así se podrán poner en marcha los mecanismos legales que faciliten el desarrollo de infraestructuras capaces de insertar la generación distribuida dentro de la red eléctrica.
- Impulsar la utilización de las tecnologías: Aunque son más caras que las convencionales, su extensión y un mayor apoyo a los investigadores permitiría reducir los costes.
- Crear sistemas de préstamos: A pesar de las subvenciones que se ofrecen en muchos países, las energías renovables siguen siendo minoritarias. Sin embargo, algunas experiencias que han optado por el sistema de préstamos han tenido un mayor éxito.