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El miedo a la marginación, el disentimiento, la libertad por las mujeres y el derecho a no sufrir violencia son algunos de los capítulos que comprende el Informe 2007 de Amnistía Internacional sobre el ‘Estado de los derechos humanos en el mundo’. Como cada año, los miembros de esta organización se han centrado en los conflictos y preocupaciones que durante 2006 han estado presentes en todos los países del mundo.
La migración y la marginación sigue siendo una de las cuestiones más denunciadas por esta ONG. Sólo en Europa -asegura- los índices de reconocimiento de la condición de refugiado han descendido drásticamente con el paso de los años, pese a que los motivos para solicitar asilo (violencia y persecución) siguen siendo tan acuciantes como siempre. «La mano de obra migrante alimenta el motor de la economía mundial. Sin embargo, sufre el rechazo brutal, la explotación, la discriminación y la desprotección de gobiernos de todo el mundo, desde los países del Golfo o Corea del Sur hasta República Dominicana». En 2006, murieron ahogadas o desaparecieron en el mar 6.000 personas africanas en su intento de alcanzar Europa. Otras 31.000 -cifra seis veces mayor que en 2005- llegaron a las Islas Canarias. Por lo que se deduce que la vigilancia de las fronteras europeas no está logrando contener a quienes tratan de escapar de la pobreza extrema.
El miedo alimenta el descontento y conduce a la discriminación y al racismo contra personas de origen extranjero
Por otro lado, tal y como reza el informe, el miedo alimenta el descontento y conduce a la discriminación, el racismo, la persecución de minorías étnicas y religiosas y los ataques xenófobos contra personas con ciudadanía u origen extranjero. «A medida que la Unión Europea se expande hacia el Este, la prueba de fuego de su compromiso con la igualdad y la no discriminación será el trato dispensado a su propia población romaní». No hay que olvidar que desde Dublín a Bratislava siguen arraigadas las actitudes antirromaníes, que se manifiestan en la segregación y discriminación en la enseñanza, la salud y la vivienda, y en la exclusión de la participación en la vida pública, persistente en algunos países.
Amnistía Internacional recuerda que los estados tienen la obligación de promover la no discriminación y de impedir los delitos racistas, pero debe hacerlo sin limitar la libertad de expresión. No se debe restringir la libertad de expresión a la ligera. «Es cierto que puede usarse para propagar mentiras, y no sólo para difundir la verdad, pero sin ella no hay modo de esgrimir argumentos para hacer frente a las mentiras. Por eso, la libertad de expresión sólo debe restringirse cuando haya una intención evidente de incitar al odio racial o religioso, no cuando el propósito sea manifestar una opinión, por desagradable que sea».
En todas las sociedades del mundo la violencia contra las mujeres sigue siendo uno de los abusos más graves y habituales que se cometen hoy día contra los derechos humanos. La violencia prospera debido a la impunidad, la apatía y la desigualdad. Uno de los ejemplos más patentes de impunidad es el conflicto de Darfur, donde las violaciones de mujeres y niñas aumentaron en 2006 a medida que se intensificaba el conflicto y se extendía a zonas limítrofes de Chad.
Uno de los ejemplos más insidiosos de apatía es Guatemala, donde más de 2.200 mujeres y niñas han sido asesinadas desde 2001, pero han sido pocos los casos investigados, y todavía menos los que se han llevado a juicio. Abundan los ejemplos del impacto de la desigualdad, pero quizás uno de los más tristes sean los elevados índices de mortalidad materna e infantil -por ejemplo, en Perú- causados por la discriminación en los servicios de salud. “La universalidad de los derechos humanos implica que estos conciernen de igual manera a mujeres y a hombres. Esta universalidad, tanto en la interpretación como en la aplicación, es el instrumento más poderoso contra la violencia de género, la intolerancia, el racismo, la xenofobia y el terrorismo”.